México
México en transición
Comienza la transición en México. Dieciséis semanas separan la llegada del nuevo gobierno y queda esperar si la línea moderada del popular líder de izquierda es parte de una primera etapa de un modelo que terminará por ser hegemónico
Comienza la transición en México. Dieciséis semanas separan la llegada del nuevo gobierno y queda esperar si la línea moderada del popular líder de izquierda es parte de una primera etapa de un modelo que terminará por ser hegemónico.
«El 70% de los mexicanos tienen expectativas positivas con respecto a la economía del país en el próximo gobierno liderado por Andrés Manuel López Obrador», aseguró el encuestador mexicano Roy Campos días atrás. Según el estadístico, la expectativa con respecto a AMLO es mucho mayor a la que hubo con Felipe Calderón en el 2006 y a Enrique Peña Nieto en el 2012.
Uno de los mayores problemas que tendrá el populista de izquierda a partir del 1 de diciembre, día en que asume la presidencia y comienza su gobierno, es el manejo de las expectativas, la llamada «luna de miel». Hasta los momentos, y a un mes de su victoria, las señales han sido positivas hacia los mercados internacionales y nacionales. De hecho, una revalorización del peso mexicano con respecto al dólar ha sorprendido de manera positiva al entorno económico.
Rápidamente, y quizás como una medida de autoprotección, los empresarios mexicanos y sus asociaciones más importantes dieron muestras evidentes de estar dispuestos a llegar a consensos, de colaboración y de confianza ante las medidas económicas que se vayan a tomar. Esto, sobre todo, por el antecedente discursivo del presidente electo, donde podrían establecerse políticas que favorecerían una mayor centralización en elementos clave de la producción.
En lo internacional, se ha presentado un panorama de tensa calma, sobre todo en lo que respecta a la relación con los Estados Unidos. No ha habido ningún corto circuito, todo lo contrario, el acercamiento ha sido positivo y el llamado a construir una relación bilateral de respeto entre ambas naciones parece ser la línea a seguir. Sin embargo, esto ha ocurrido con la previa determinación y acuerdo de que el tema «muro» no se incluya dentro de los puntos de la agenda. Ahora bien, ¿qué pasará cuando Trump hable del muro? No solamente eso, ¿qué pasará cuando afirme que el muro debe construirse y que será México quien debe pagar por él? En ese caso, los ojos del país estarán sobre AMLO y justamente en ese punto, esa expectativa positiva y la llamada luna de miel afrontará una prueba de fuego.
En lo político, el debate se centra en el hecho de que el próximo presidente mexicano gobernará con un poder legislativo, no solamente a favor, sino con las dos terceras partes «a su servicio». Esto, más que generar confianza, genera cierto temor en la oposición política y resulta un aliciente para que el López Obrador autoritario y peligroso, muestre su peor parte. Sin embargo, hasta los momentos, la desafección hacia los partidos políticos tradicionales, desestima esa posibilidad de que se erija una especie de mandatario todopoderoso.
La transición recién comienza. Dieciséis semanas separan la llegada del nuevo gobierno y queda esperar si la línea moderada del popular líder de izquierda es parte de una primera etapa de un modelo que terminará por ser hegemónico o simplemente, será una constante pragmática que no se alejará de las administraciones tradicionales.
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