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México se desangra con la violencia del narcotráfico

La Razón
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- ¿Cómo valora la actuación del presidente mexicano Peña Nieto en la crisis de los estudiantes desaparecidos?

–Su Gobierno intentó en estos dos años cambiar el imaginario colectivo, simplemente maquillando cifras y ocultando hechos violentos para afirmar que la inseguridad había descendido, que todo estaba bajo control. Y en medio del triunfalismo por sus once «reformas estructurales» (que incluyen la entrega del petróleo y la explotación del gas a compañías extranjeras, algo que va contra el espíritu soberano que llevó al presidente Lázaro Cárdenas a expropiar el petróleo en 1938), le cayeron encima dos masacres: la de Iguala y la de un poblado del estado de México, Tlatlaya, en donde el Ejército directamente asesinó a 22 jóvenes (a los que llamó secuestradores sin mayor prueba), cuando se habían rendido y entregado sus armas en una bodega en construcción.

- ¿La guerra contra el narco emprendida en 2006 por el anterior presidente de México fue un error?

–Pese a múltiples advertencias, el Gobierno mexicano fue permisivo, cómplice por encubrimiento y omisión, del crecimiento exponencial de la delincuencia. Ha habido en México más de 100.000 muertos durante el sexenio de Felipe Calderón y otros 34.000 en el de Enrique Peña Nieto; millón y medio de desplazados por la violencia; más de 40.000 desaparecidos; cientos de fosas clandestinas por todo el territorio... unos 80.000 migrantes centroamericanos «desaparecidos» durante diez años en ese Triángulo de las Bermudas en que se convirtió la república mexicana. Y una guerra, más que fallida, fingida e inútil al narcotráfico. México produce hoy al menos 50% más de marihuana (cannabis) y de amapola (adormidera) para elaborar opiáceos. Justamente Iguala es una ruta hacia las serranías y poblados como Tlacotepec y Teloloapan, en donde están algunos de los laboratorios más importantes para producir heroína de altísima pureza («cocinas», le llaman los narcos). ¿Para qué entonces tanta muerte y desaparición? La razón es que el Gobierno presume como logros mediáticos la captura de capos de la droga (Joaquín «El Chapo» Guzmán en febrero pasado: más recientemente Vicente Carrillo Fuentes «El Viceroy» y Héctor «El H» Beltrán Leyva), pero no les quita el poderoso nervio financiero, con lo cual siguen operando desde la cárcel. Y las organizaciones están incólumes y activas, con capacidad para comprar armas, pagar sicarios, invadir regiones y corromper a las autoridades de cualquier nivel de gobierno.

- Parece que los muertos del narco no son sólo sicarios. Cada vez más es la sociedad civil la primera víctima del narco.

–Totalmente de acuerdo. Y no son «daños colaterales» como solía decir Felipe Calderón, sino directísimos. Estimo que no menos del 30% de los «ejecutados» con violencia (extrajudicialmente habría que añadir), sucumbieron bajo ataque oficial, aunque la narrativa oficial quiera decir siempre que fue en medio de combates de bandas criminales o porque las víctimas mismas pertenecían al crimen organizado. En México a los asesinados y desaparecidos se les criminaliza en vez de buscar las causas de sus muertes o secuestros y hacerles justicia. Es lo que en Colombia se denomina «falsos positivos».

*Periodista mexicano autor del libro «Levantones, narcofosas y falsos positivos». Preguntas de Goyo G. Maestro