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Milicias chiíes luchan para arrebatar Ramadi al califato
La capital de la provincia de Al Anbar es ya una ciudad adherida a las fronteras del califato islámico. Los yihadistas afirmaron ayer haberse hecho con el control total de Ramadi, a unos 100 kilómetros al oeste de Bagdad, en una conquista en la que han dejado cientos de cuerpos mutilados esparcidos por las calles. En sus cuentas de Twitter, los yihadistas se regocijaron mostrando fotografías de ejecuciones sumarias, que podrían ascender a más de 500 hombres asesinados a sangre fría.
El convaleciente «emir» Abu Baker al Bagdadi reapareció ayer de nuevo en un mensaje de audio para alabar a los yihadistas por sus victorias en Al Anbar. «Después de Ramadi, liberaremos Bagdad y Kerbala [la ciudad santa chií iraquí]», dijo. El mensaje de audio está contenido en un vídeo de más de 40 minutos difundido por la agencia de información del EI Aamaq. Tras tomar la ciudad, los yihadistas liberaron a decenas de sus simpatizantes de una cárcel militar y consiguieron apoderarse de una gran cantidad de armas, tanques y otros vehículos que las tropas abandonaron al retirarse.
El Ejército iraquí rescató por vía aérea a 28 oficiales y soldados que estaban atrapados en la ciudad de Ramadi, declaró el Ministerio iraquí de Defensa. Aunque aún quedan militares atrapados en el centro de mando de Ramadi que «estarían resistiendo ante la violenta ofensiva del Estado Islámico», aseguró una fuente militar a la BBC. El avance de los yihadistas en la ciudad provocó el éxodo de cientos de familias que huyeron a zonas más seguras por temor a masacres. A pesar de que Al Anbar es una de las provincias iraquíes de mayoría suní, las autoridades locales les dieron ayer la bienvenida a las milicias chiíes progubernamentales. Estos grupos armados, apoyados por Irán, se han convertido en la columna vertebral de las fuerzas iraquíes, a pesar de que EE UU haya optado por fomentar el desarrollo del Ejército y las Fuerzas de Seguridad iraquíes para evitar choques sectarios.
En la reconquista de Tikrik, las Unidades Populares de Movilización, dirigidas a la sombra por el general iraní Qasim Suleimani, fueron las que dieron la victoria a Bagdad. El rol militar de Irán en la guerra contra el EI en Irak es tan decisivo que ayer el ministro de Defensa iraní, Hosein Dehghan, llegó a Bagdad para tratar la cooperación entre ambos países, un día después de que cayera Ramadi. Tras el llamamiento del primer ministro iraquí, Haidar al Abadi, miles de paramilitares progubernamentales se dirigieron a la base de Al Habbaniya, a 30 kilómetros de Ramadi, montados en vehículos blindados y camiones y enherbolando banderas de Hizbulá.
El secretario de Estado, John Kerry, restó importancia y expresó su confianza en que las fuerzas iraquíes van a recobrar el control de la capital provincial de Al Anbar. Kerry dijo que fue «un blanco de oportunidad» y que estaba seguro de que la situación sería revertida. «Estoy convencido de que a medida que las fuerzas sean redistribuidas y con el paso de los días, en las próximas semanas eso va a cambiar, ya que en general han sido repelidos», declaró.
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