Represión en Venezuela
"Nuestro hijo no murió. Nuestro hijo fue asesinado"
Pocas veces una presentación de un libro se torna tan emotiva. Los venezolanos presentes en la sede del Parlamento Europeo en Madrid, lloraban por los 158 muertos de las manifestaciones contra la injusticia y represión del régimen de Maduro del año pasado, aunque también por su país, que ven como cada día tiene un pasado más oscuro y un futuro aún sin luces. En un durísimo libro, la periodista y escritora Carleth Morales Senges ha dejado constancia de los hechos, de las vidas perdidas y de la total perpetuación de la impunidad que reina en Venezuela. Así, en “26 crímenes y una crónica: Quién mató a la resistencia en Venezuela”, relata las historias, ordenadas cronológicamente, de algunos de los tristemente protagonistas de las protestas de 2017. La escritora estuvo acompañada por los familiares de algunos de los 26 fallecidos así como por la eurodiputada española, Beatriz Becerra, que también es vicepresidenta de la subcomisión de Derechos Humanos del Parlamento Europeo.
Para Becerra, que abrió el panel, “la voz hoy la tienen quienes me acompañan en la mesa. Víctimas que hoy recordamos con consternación y dolor y con espíritu reivindicativo”. En opinión de la eurodiputada “el libro de Carleth es una narración precisa y rigurosa sobre todos los sucesos en Venezuela, de ese punto de no retorno, aquel 1 de abril”. Becerra hizo hincapié en que parece que las protestas en Venezuela en las que tantos murieron fueron hace mucho tiempo, “pero no, fueron ayer, hace un año cuando los venezolanos salieron masivamente a la calle cada día, prácticamente a diario durante cuatro meses a pesar de ese nivel de acoso, de represión”. La eurodiputada dejó claro que el resultado de lo que ocurrió a aquellos que valientemente salieron a defender su país y su libertad fue que el presidente de Venezuela, Nicolás Maduro, es “la encarnación del fracaso. No sólo un dictador o un totalitario, pues alguien que dispara a la cabeza de sus ciudadanos, es un fracaso”. Por último, Becerra remarcó que no debemos olvidar a las víctimas, que no son simples expedientes y hay que honrar su memoria, su dignidad y que haya justicia.
El joven Armando Cañizales se convirtió en un símbolo de las protestas estudiantiles el año pasado. Armando, caraqueño, había ido con su viola a manifestarse contra la falta de libertades en su país y el declive venezolano, pues no entendía por qué la familia de su novia no podía comer tres veces al día. Su música y su eterna sonrisa se fueron con tan sólo 18 años y dos meses. «Acababa de adquirir su derecho como ciudadano a protestar», recuerda su padre, el médico Israel Cañizales. Tanto él como su madre, la también doctora Mónica Carrillo, no se sienten cómodos con la calificación de «héroe», prefieren recordarle en casa, estudiando mucho, practicando su instrumento favorito o jugando al fútbol, estando con ellos en el sofá, haciendo vida hogareña como «buen hijo y buen hermano». La tristeza llegó a esa misma casa el 3 de mayo de 2017 y nunca se fue de ella. De hecho, son ellos los que se han ido de allí, ahora viven en España. Hay vídeos, imágenes de cómo Armando fue disparado directamente al cuello. ¿El culpable? Alguno de los miembros de la Guardia Nacional Bolivariana que ese día tenían que despejar las protestas contra el régimen de Maduro. «Todos somos hijos de la muerte, pero nuestro hijo no murió, nuestro hijo fue asesinado», recuerda su padre. El Gobierno no lo investigó y un año después, no se ha hecho justicia; reina la impunidad en Venezuela. Con la muerte de Armando, el país perdió a un futuro médico, a un estudiante modelo y a un apasionado de Mozart, Beethoven (pero también del reggaeton y la bachata), un joven que intentaba que todo el mundo se contagiara del gusto por la música clásica, que tocaba en hospitales a niños enfermos. A su funeral asistieron directores de orquesta, músicos, intelectuales... «El país entero lloró». Hoy Mónica reconoce que si no fuera por su otro hijo, de 22 años, no tendrían razones para vivir, porque «que te arrebaten a tu bebé es algo que no se supera nunca».
Carleth Morales Senges resumió que en esencia, “lo que hay es un uso desporporcionado de la fuerza”. De los 26 asesinados, las 26 vidas narradas en su libro, “22 de ellos fueron cometidos por funcionarios, por los cuerpos de seguridad del Estado como la Policía o la Guardia nacional bolivariana”. La periodista e investigadora ha dejado constancia de que había un patrón sistemático, hasta los horarios coincidían. Asimismo, resaltó que 25 de los 26 fueron disparados en una zona vital: “Cabeza, cuello, pecho, ingle”. Además, “en un año sólo uno ha sido juzgado, el único que no es un funcionario de los cuerpos de Seguridad. Hay imputados sin sentencia y en 16 casos, ni siquiera hay imputados”. Por tanto, Morales Senges concluyó que su libro tenía dos funciones: “Ampararnos de la indolencia y a ellos del olvido”.
Y es que como destacó el padre de Juan Pablo Pernalete, que murió el 26 de abril de 2017, porque un guardia nacional “disparó a pocos metros de él, directo a su corazón algo que debería haberse disparado al aire. “”Le partió el corazón, le causó la muerte”. Su padre contó ayer que “al año de su asesinato, de mi único hijo, se ha truncado su futuro y nuestra vida. Una dolorosa herida que nunca va a a sanar”. Pero por si esta desgracia fuera poca, aún no se ha hecho justicia, al contrario esta familia tiene que sufrir “la burla del estado al llamarlo terrorista, delincuente, al obstaculizar la búsqueda de la verdad. Juan Pablo sólo quería vivir en un país mejor”.
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