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Parlamento Europeo

Orban declara la guerra al Parlamento Europeo

Los eurodiputados votan hoy por primera vez en la UE un mecanismo para castigar a Hungría sin derecho a voto. Su primer ministro replica: «Es una condena por no querer ser un país de inmigrantes».

Viktor Orban, ayer, durante su intervención en la sede del Parlamento Europeo en Estrasburgo
Viktor Orban, ayer, durante su intervención en la sede del Parlamento Europeo en Estrasburgolarazon

Los eurodiputados votan hoy por primera vez en la UE un mecanismo para castigar a Hungría sin derecho a voto. Su primer ministro replica: «Es una condena por no querer ser un país de inmigrantes».

La nueva crisis de identidad de la Unión Europea (UE), casi existencial, según admiten en Estrasburgo, pone a prueba estos días su razón de ser, vapuleada por el populismo y la inmigración tras superar el rubicón de la crisis económica. Diez años hace ya de la caída de Lehman Brothers y qué pocos se acuerdan en las instituciones comunitarias... Y si alguien ha conseguido personificar el mal, si en alguien se han encarnado todas las amenazas, aquel al que se dirigen todos los dedos acusadores es Viktor Orban, primer ministro húngaro.

Cansada de sus desplantes, la Eurocámara le obligó ayer a dar la cara ante el pleno bajo la amenaza de activar el «botón nuclear» por primera vez en su historia, el mecanismo por el que la UE puede castigar a un socio que reiteradamente ignore los principios esenciales europeos con la suspensión del derecho a voto de su Gobierno. Lo hizo con estudiado retraso, apenas unos minutos, suficientes para granjearle los primeros abucheos e interrumpir el discurso de la ponente, la diputada de Los Verdes Judith Sangertini, que resumía uno de los más duros informes jamás escuchados en el Parlamento Europeo. La holandesa le mostró la fotografía de su Gobierno tomada por los miembros de las cuatro comisiones que han respaldado su informe, una imagen sepia que parecía recuperada de un baúl de la última contienda mundial: acoso a las minorías, persecución a la prensa hostil, imposición de creencias religiosas, corrupción generalizada con la que se enriquecen los amigos y familiares del líder único, hostigamiento de las ONG que pretenden ayudar a los refugiados a los que expulsa o detiene en las fronteras.... «Ha llegado el momento de actuar», dijo Sangertini, «la situación ha empeorado todavía más en verano. No sólo la Comisión es la guardián de los derechos, lo somos todos. Ha llegado el momento de actuar de acuerdo con los tratados que la propia Hungría firmó», añadió la eurodiputada. «Si esta Cámara no echa el freno de mano... ¿Un Gobierno viola los valores de esta Cámara y no vamos a hacer nada?», concluyó.

Los responsables de las comisiones que la apoyaron completaron el diagnóstico: economía dirigida, amiguismo en las contratas públicas (a una de cada tres concurre sólo una empresa, vinculada siempre con amigos o familiares del mandatario húngaro), corrupción en el reparto de los fondos europeos que recibe Hungría, guerra contra la Universidad Europea de su archienemigo George Soros, control del sistema educativo, etc.

Después, el momento de Orban, el más esperado. Cinco minutos de rabia disparada contra todo el hemiciclo, al que acusó de hipócrita y desagradecido. Nada de arrepentimiento y ni un paso atrás. No piensa variar el rumbo lo más mínimo por mucho que le amenacen. Y eso que tiraba la toalla nada más comenzar, consciente de que la indignación en la UE es enorme, y veía perdida la votación de hoy, aunque el resultado es incierto. El «sí» al «botón nuclear» debe reunir tres quintos de los votos emitidos –no cuentan las abstenciones, algo que Budapest pretendió hasta el último momento– y la división es total en el Partido Popular Europeo, al que pertenece Fidesz, el partido del nacionalista Orban.

«Ya sé que todo está decidido, que la mayoría de la Cámara votará a favor de activar el artículo 7 antes de escucharme. Pero ustedes van a juzgar con su decisión a un país, a un pueblo, a esa Hungría cristiana que dejó su sangre en la lucha contra el régimen soviético y por la democracia». Perdida la batalla de la imagen en Europa, el primer ministro lanzaba señuelos dirigidos a su país, a ese más del 52% de votantes que le dio su apoyo en las últimas elecciones, como recordó ante los eurodiputados. «Ahora, los que recibieron gratis la democracia sin luchar contra el comunismo, son los que acusan a Hungría y faltan a su honor», dijo. Uno tras otros sus dardos pretendían dar la vuelta a las acusaciones e iban a dar en la diana de los valores del europeísmo. Entre continuos abucheos y murmullos, blandió su legitimidad democrática: «Ustedes con esta decisión declaran que el pueblo húngaro no es fiable, que no sabe tomar decisiones porque eligen mal. Quieren privar a un pueblo de su capacidad de decisión».

Reiteró sus creencias cristianas y su respeto por la pluralidad: «Nosotros tenemos diferencias de valores, somos cristianos, y no pensamos igual sobre la inmmigración, pero eso no les da derecho a callarnos, callar a un partido que obtuvo el 52% de respaldo». Para finalizar, insistió en que «hemos protegido a Hungría y a la UE. Quieren castigar a quien protege a Europa. Y Hungría no va a ceder al chantaje; nos quieren condenar porque los húngaros decidieron que no quieren ser un país de inmigrantes. Me opongo a que las fuerzas de la Eurocámara partidarias de la inmigración nos chantajeen»». Y aviso a navegantes: «Estamos preparados para las elecciones de mayo, vamos a proteger pese a todo a Europa, sus fronteras, por la libertad y la democracia».