Reino Unido
Osborne se perfila como el sucesor de Cameron
El ministro de Economía británico posiciona a los «tories» como el verdadero partido de los trabajadores, abandonados por Corbyn.
Westminster está viviendo una auténtica revolución, un particular seísmo que ha movido los ejes de las dos principales fuerzas políticas. Primero fueron los laboristas los que giraron a la izquierda más radical eligiendo a Jeremy Corbyn como líder. Y ahora son los conservadores los que se han desplazado aún más al centro presentándose como «el verdadero partido de los trabajadores». El ministro de Economía, George Osborne, fue ayer el encargado de explicar la nueva hoja de ruta en la conferencia anual que la formación celebra esta semana en Manchester. El ambiente no puede ser más festivo porque los «tories» están viviendo una auténtica luna de miel con el electorado. En mayo se hicieron con la mayoría absoluta y ahora los simpatizantes del laborismo defraudados con la elección del «Pablo Iglesias británico» escuchan con más atención que nunca su discurso. De ahí que la intervención de Osborne estuviera más dirigida a estos últimos que a sus propias filas.
El «chancellor» no se justificó por los recortes que continuará implantando para esta legislatura. Al fin y al cabo, las medidas de austeridad están dando sus frutos y mientras la economía mejore, su popularidad crecerá en los sondeos. En su lugar, anunció que los municipios ingleses podrán quedarse los alrededor de 26.000 millones de libras (35.000 millones de euros) que recaudan en impuestos comerciales, un buen golpe de efecto que describió como «una verdadera revolución de devolución» de competencias. «Poder al pueblo», proclamó. «Los conservadores gobiernan para la mayoría y no para unos pocos», recalcó. La gestión de los impuestos municipales, que hasta ahora recaudaban los municipios pero redistribuía el Gobierno, permitirá a las grandes ciudades como Manchester atraer más negocios y financiar mejor sus proyectos de infraestructuras. Precisamente, en un guiño al norte de Inglaterra, feudo tradicional laborista, Osborne señaló que, aunque creció en Londres, haber representado en el Parlamento a una circunscripción del norte le ayudó a entender que «hay más» en Reino Unido que la capital.
El hecho de que en su discurso introdujera, por primera vez, detalles sobre su vida fue interpretado como un primer paso en su camino hacia el liderazgo. Después de que David Cameron confirmara que no se presentará a unas terceras elecciones, la carrera por su sucesión ya ha empezado y Osborne, amigo íntimo del «premier», se postula como uno de los candidatos favoritos. Y no sólo por estar al frente de la cartera con más peso en el Ejecutivo, sino también porque encabeza la negociación con los otros Estados miembros de la Unión Europea de cara al referéndum sobre la permanencia que el primer ministro se ha comprometido a convocar antes de que finalice 2017. Al respecto, el «chancellor» subrayó que a Reino Unido le interesa «la integridad del mercado único», pero no quiere ser parte de «la moneda única» ni de una mayor integración europea.
Por otra parte, en lo que supuso otra cornada a la oposición, Osborne anunció una comisión encargada de planificar proyectos de infraestructura en los próximos cinco años que tendrá al frente a Lord Adonis. El que fuera ministro con Tony Blair y Gordon Brown ha sido uno de los primeros en dejar el laborismo tras la elección de Corbyn como líder. La comisión, que dispondrá de unos 5.000 millones de libras (6.500 millones de euros), se centrará primero en el sistema de transporte de Londres, las conexiones de transporte de las ciudades del norte de Inglaterra y la inversión en el sector energético.
Osborne también se comprometió a seguir bajando los impuestos a cambio de que las empresas «paguen más» a los empleados, a mantener la inversión en el Servicio Nacional de Salud y a destinar un 2% del PIB a defensa. También confirmó la venta de acciones del seminacionalizado banco Lloyds, rescatado por el Gobierno del ex «premier» Gordon Brown tras la crisis de 2008 y del que el Estado británico todavía tiene un 13%, por valor de 2.000 millones de libras (2.600 millones de euros), lo que calificó como «la mayor privatización en 20 años».
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