Bruselas

Parálisis y miedo al contagio

La Razón
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Las elecciones italianas van a ser un asunto mucho más complejo de lo que parecía hace un mes. La renuncia del senador Monti y los resultados de las primarias en el Partido Democrático (PD) derivaron en el retorno del ex primer ministro, Silvio Berlusconi, un animal político formidable. Esto provocó, a su vez, una mayor fragmentación del panorama político, con grupos disidentes en el centroderecha y un aumento de los votos antiestablishment como los del Movimiento 5 Estrellas dirigido por Beppe Grillo, y los el economista Oscar Giannino. En tales circunstancias, el PDL de Berlusconi ha sido capaz de reducir la brecha respecto a sus adversarios del centro izquierda y las perspectivas de una parálisis parlamentaria vuelven a ser más y más reales. Ésta es la principal preocupación de los socios europeos, aunque sólo sea porque se trata de un escenario más probable que un potencialmente más aterrador Gobierno guiado por Berlusconi.

El estancamiento político podría manifestarse o bien en la incapacidad para cualquier partido de constituir un gobierno, o bien la formación de una coalición excesivamente heterogénea que consiga mantenerse durante uno o dos años hasta que se encuentre un «casus belli» por algún socio menor que rompa la baraja. En el supuesto de que no se logre configurar un gobierno, no habrá otra alternativa, por más contradictoria que sea, que la de elegir a un tecnócrata para que dirija el país hasta unas nuevas elecciones. Desafortunadamente, con la participación de Monti en la campaña ha perdido una oportunidad para confiarle de nuevo un gabinete transitorio. Para él sería difícil mantenerse neutral cuando se ha pasado los últimos meses enfangado en una campaña caliente. En particular, Monti ha sido muy severo en sus críticas a Berlusconi, aunque en los últimos días también tomó distancias sobre el centroizquierda, lo que podría alejar una coalición hacia la izquierda con el PD y el SEL dirigido por Nichi Vendola. Esta incertidumbre es especialmente grave para Italia y para Europa. Las instituciones de la UE mantendrán una estrecha vigilancia sobre el nuevo gobierno y sus compromisos con las reformas, sin que pueda descartarse una «retirada de la confianza», lo que provocaría un aumento de los costes del endeudamiento y dejaría al país al borde de la bancarrota.

Teniendo en cuenta que Italia es la tercera economía de la zona euro, no hay suficiente dinero disponible en el sistema para rescatar al país. El BCE sería la única institución capaz de proporcionar una ayuda, pero Mario Draghi ha dejado muy claro que cualquier intervención de Fráncfort está basada en la condicionalidad. Sin reformas, no se realiza la asistencia financiera. En este sentido, cualquier gobierno que salga de estas elecciones contará con un margen de maniobra limitado. Como cualquier miembro de la zona euro, la política económica y presupuestaria están ahora bajo un riguroso escrutinio. Desde este punto de vista, incluso una victoria absoluta del centroizquierda pondrá a Bersani en una posición similar a la de Hollande en Francia. Luego está la espectacular irrupción del Movimiento 5 Estrellas de Beppe Grillo, que en el último sondeo aumentó en cinco puntos su intención de voto (de 13% al 18%). Si se cumple este pronóstico, Grillo podría colocar a 100 diputados en el Parlamento. Más allá de su excéntico líder, los miembros del movimiento son representantes de la sociedad civil hastiados con la clase dirigente que ha arrastrado al país a la actual situación. Son un espejo del creciente descontento por las políticas europeas. La mejor manera de abordar este tipo de críticas sería que la UE comanzase su despegue económico, algo que lamentablemente no parece que ocurra muy pronto.