Política

Unión Europea

París y Berlín se blindan ante los desafíos de la UE

Macron y Merkel firman en Aquisgrán un tratado bilateral de cooperación institucional y militar en respuesta al Brexit y al resurgimiento de los nacionalismos en Europa. Crean un embrión francoalemán de la Defensa.

El Tratado del Elíseo 2.0. Angela Merkel y Emmanuel Macron tras firmar ayer en Aquisgrán el nuevo acuerdo bilateral
El Tratado del Elíseo 2.0. Angela Merkel y Emmanuel Macron tras firmar ayer en Aquisgrán el nuevo acuerdo bilaterallarazon

Macron y Merkel firman en Aquisgrán un tratado bilateral de cooperación institucional y militar en respuesta al Brexit y al resurgimiento de los nacionalismos en Europa. Crean un embrión francoalemán de la Defensa.

Emmanuel Macron y Angela Merkel estamparon ayer su firma sobre el Tratado de Aquisgrán, el nuevo tratado francoalemán con el que quieren «reforzar los lazos de unión» entre los dos países. Un acto fuerte simbólicamente, pero protagonizado por unos líderes que tienen dificultades para llevar este nombre: Merkel que ya ha anunciado que dejará la Cancillería en 2021, y Macron, que tiene todavía por delante largos meses de gestión de la crisis de los «chalecos amarillos». «Con la firma de este tratado, hoy [por ayer] se abre un nuevo capítulo entre Francia y Alemania», aseguró el presidente francés, para quien «a veces» se infravalora el poder de la reconciliación histórica entre Francia y Alemania. Macron llegó a acusar a quienes lo olvidan de «hacerse cómplices de los crímenes del pasado», y denunció las «mentiras» que la oposición ha vertido sobre este texto.

La líder de la extrema derecha, Marine Le Pen, le ha respondido a través de su cuenta de Twitter haciéndose eco de la tribuna que publicaba ayer en «Le Figaro» el constitucionalista Olivier Gohin abogando porque el tratado sea revisado por el Consejo Constitucional antes de que se autorice su ratificación porque, a su juicio, varias cláusulas del mismo no son conformes con la Constitución. «Comparto totalmente este análisis», escribió la presidenta de Reagrupación Nacional, que no ha dudado estos días en denunciar como «un abandono de soberanía, una traición» la convergencia entre Francia y Alemania. En la misma línea se han pronunciado el líder de la extrema izquierda, Jean-Luc Mélenchon, para quien «el retroceso en nuestra independencia y nuestra soberanía va de la mano con el retroceso social y ecológico».

El Elíseo ha llegado a tomar la iniciativa de hablar en su página web de «la VERDAD (nada más que la verdad) sobre el tratado francoalemán» con el objetivo de contrarrestar las informaciones falsas que se han propagado sobre la puesta bajo tutela de la OTAN de las regiones de Alsacia y Lorena, el abandono de la soberanía francesa o la obligación de los alsacianos de hablar alemán. El tratado en sí no cambia gran cosa a lo que existe hoy en día, y se limita a reforzar los objetivos del tratado firmado en 1963 por el general De Gaulle y Konrad Adenauer. Hay un acercamiento entre Francia y Alemania en materia de Defensa, y se habla de «instaurar una cultura común y operar despliegues conjuntos», aunque, de todas formas, el Bundestag deberá dar siempre su visto bueno.

Una vez ratificado, se creará una asamblea parlamentaria franco-alemana con 50 diputados del Bundestag y otros 50 de la Asamblea Nacional francesa que se reunirán dos veces al año y podrán votar leyes comunes.

Para los que temían que Francia compartiera con Alemania su puesto en el Consejo de Seguridad de Naciones Unidas, el texto deja de lado esa remota posibilidad avanzada en noviembre por el vice canciller alemán, Olaf Scholz, que sugería que «a medio plazo el puesto de Francia podría transformarse en el puesto de la UE». El tratado deja en «prioridad de la diplomacia francoalemana» una futurible admisión de Alemania como miembro permanente del Consejo de Seguridad.

La prensa alemana se refirió ayer a la firma del tratado como «una clara señal en tiempos de Brexit y de desencanto en Europa». Una firma que «incentiva la amistad y cooperación por encima de los intereses individuales», como aseguró el informativo de la televisión pública alemana, el Tagesschau, en contraposición directa con los crecientes nacionalismos. La misma que, sin tapujos, defendió Merkel durante el acto. «Con el Tratado de Aquisgrán renovamos el fundamento de la cooperación entre nuestros dos países», declaró la canciller germana, quien además resaltó que, en vista de un pasado de guerras entre Francia y Alemania, la relación actual es algo que no puede darse por sobreentendido y que ha sido el fruto de un trabajo que comenzó tras la II Guerra Mundial. El nuevo tratado, añadió, responde a la necesidad de dar una respuesta común por parte de ambos países y de hacer frente a los tiempos actuales, marcados por la amenaza de los populismos y los nacionalismos y por lo que representa el Brexit para la Unión Europea. «Por primera vez un Estado miembro va a dejar la UE», dijo Merkel y añadió que en «tiempos especiales» se necesitan respuestas resueltas, claras y orientadas hacia el futuro. Muchas organizaciones esperaban la señal de la cooperación francoalemana en el espíritu de Europa, agregó.

No obstante, también se escucharon algunas críticas que, desde diferentes sectores de la esfera política germana, aludieron a un contrato que, levantado desde la expectativa, podría resultar demasiado concluyente. Así, en declaraciones recogidas por la revista «Der Spiegel», Franziska Brantner –una de las líderes de Los Verdes en el Parlamento alemán y portavoz de política europea– definió como «decepcionante» el contrato al tratarse de «muchas palabras bonitas sin ningún objetivo concreto de implementación y, sobre todo, sin ninguna ambición para Europa». En la misma línea, se refirió el político del Partido Liberal Michael Link, que criticó que la palabra «parlamento» aparezca tan poco en el texto, lo que dejaría en un modesto lugar el desempeño de las cámaras.