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Putin apela a un diálogo con Occidente tras explotar el conflicto en las urnas

Europa exige al líder del Kremlin el fin de la política agresiva, mientras Trump guarda silencio.

El presidente ruso, Vladimir Putin, se reunió ayer con el resto de candidatos que participaron en las elecciones presidenciales del domingo
El presidente ruso, Vladimir Putin, se reunió ayer con el resto de candidatos que participaron en las elecciones presidenciales del domingolarazon

Europa exige al líder del Kremlin el fin de la política agresiva, mientras Trump guarda silencio.

Vladimir Putin sabe manejar con sibilina eficacia los tiempos políticos y jugar sus cartas sin margen de error. Ayer, un día después de su aplastante victoria electoral en la que cosechó 56,2 millones de votos (el apoyo más rotundo de la historia de Rusia a un presidente tras la caída de la URSS), dio un giro a su discurso nacionalista y de confrontación exterior, que tan buenos réditos políticos le otorgaron. Tras una breve reunión con sus siete opositores en la carrera presidencial –la mayoría de los cuales no superó el 2%, salvo el comunista Grudinin, que se quedó con un 11,7%, y el ultranacionalista Zhirinovski, que rozó el 6%–, anunció que su intención para su cuarto mandato es «construir nuestras relaciones con todos los países del mundo de manera que sean constructivas y para que nuestros socios estén dispuestos a un diálogo».

Eso sí, matizó que «todo no depende de nosotros. Esto es como en el amor, se necesita que las dos partes vean un interés, si no, no hay amor». Una declaración que muestra su intención, al menos por ahora, de rebajar el tono tras una dura campaña en la que desafió sin mesura al «enemigo occidental». Es más, a principios de mes realizó un acto propagandístico en el que mostraba el «potente arsenal balístico» ruso capaz de anular el escudo antimisiles de EE UU. «Escúchenos ahora», dijo entonces el presidente. Ayer todo el mundo volvió a poner atención a sus palabras para escuchar con sorpresa que reducirá la partida en Defensa. «No estamos interesados en una carrera militar, tenemos todo lo que necesitamos. Mi intención es comprometerme a reducir el gasto militar este año y en 2019», apuntó.

Sin rival que le haga sombra, con una oposición tanto oficial como oficiosa prácticamente anulada, el zar puede hacer y deshacer a su antojo. Es más, su archienemigo Alexei Navalny, que durante la jornada electoral recopiló centenares de casos de fraude en los centros de votación, parece no tener una estrategia clara tras su fracasado llamamiento al boicot. Un grito a favor de la abstención que obtuvo el efecto contrario. Fue la estrategia de Putin la que sin duda se impuso. Las encuestas oficiales (ninguna independiente pudo hacer sondeos en los últimos meses) bajaron las expectativas de victoria del presidente, lo cual consiguió que los «putinistas» salieran en masa a votar. El resultado: una participación del 68% y un apoyo del 76,6%. Una jugada maestra. Ni siquiera la OSCE, que ayer hizo público el análisis de sus observadores fue más allá de una declaración en la que se denunció «la falta de competencia real». «El resultado no puede ponerse en duda, pero sí es cierto que las elecciones han perdido prácticamente su propósito que es facilitar que la gente elija a sus líderes», dijo Michael Georg Link, líder de la misión de observadores. «Los porcentajes de irregularidades han sido bajos, por debajo del 10% y eso se considera una cifra normal», indicó a LA RAZÓN Nacho Sánchez, portavoz de Exteriores del PSOE y que también ha ejercido de observador en estos comicios.

Así que con el camino despejado es ahora Putin el que quiere rebajar la tensión después de haberla llevado a niveles alarmantes con la crisis del espía ruso envenenado en Reino Unido y el «Rusiagate» que desespera a Donald Trump. «No confío que este discurso de Putin dure mucho. Es más, tras el predecible resultado electoral, sólo espero una mayor escalada de las relaciones entre Rusia y Occidente. Mucho dependerá de cómo de activos sean en Occidente, especialmente EE UU y Reino Unido, en términos de sancionar a Rusia o de contenerla de cualquier otra forma», señala a este diario Anton Barbashin, director del «think tank» Intersection.

En cuanto a la política doméstica, este experto asegura que «la economía rusa demostró ser más fuerte y más flexible de lo que muchos pensaron en 2014, cuando los precios del petróleo cayeron y el rublo colapsó». Sin embargo, así de vehemente se expresó ayer Putin sobre el objetivo de su próximo sexenio: «El Estado debe eliminar la disparidad de poder adquisitivo, al igual que hay que reducir el número de gente que vive bajo el umbral de la pobreza». Algo que, según Barbashin, no es sencillo, porque «el país sigue dependiendo mucho de los precios del petróleo, y puede sobrevivir fácilmente otros seis años más o menos con el actual régimen económico y de sanciones, a partir de entonces será complicado». La pregunta que ahora se abre es si es posible una Rusia sin Putin, el presidente que ha creado un sistema a su medida, en la que sólo él representa al Estado con un exceso de personalismo difícil de doblegar a partir de 2024. Él ha asegurado que no tiene intención de cambiar las leyes para poder perpetuarse en el poder como el presidente de China, Xi Jinping. Pero ya se ha comprobado que el mandatario siempre se guarda un as bajo la manga. Entre las posibles opciones está la de que vuelva a ocupar el cargo de primer ministro y ser quien desde la Duma lleve el control del país como un presidente de paja como ya ocurrió con Dimitri Medvedev.

El problema es que el mismo hecho de que en sus cuatros mandatos Putin haya potenciado el culto a su figura y acumulado un poder casi absoluto hacen que sólo una veintena de personas forme parte de su círculo de confianza, todos ellos sin capacidad real de liderazgo. «Que Putin diga que no piensa cambiar la ley para eliminar el límite de mandatos me hace creer que precisamente está pensando en ello», asegura a este diario un reputado analista político ruso. Quizá su meta sea superar al único líder que le gana en cuanto a tiempo en el poder, Stalin, que estuvo 10.636 días al frente de la URSS.

Desde Europa, Merkel y Macron conversaron con Putin para felicitarle sin rehuir la crisis con Reino Unido y le exigieron una política responsable. Mientras, Trump rehusaba concretar si felicitará al presidente ruso.