Guerra en Ucrania
Putin reabre en Ucrania las heridas de la II Guerra Mundial
Los separatistas prorrusos insisten en la independencia, pero el Kremlin aclara que Lugansk y Donetsk «deben seguir siendo parte de Ucrania»
En los últimos seis meses, ante la perspectiva de perder a Ucrania de su esfera de influencia, Rusia viene enredando en el país vecino, al menos en la mitad oriental, rusófona, donde su cruzada tiene mayor tirón. La anexión de la península de Crimea en marzo fue la obra maestra de la política de Putin de hechos consumados.Puertas adentro, la anexión fue un éxito que catapultó la popularidad del líder ruso a picos históricos, en los que todavía se mantiene. Puertas afuera, el precio fue minúsculo, unas sanciones de guante blanco desde Washington y Bruselas. Sin embargo, la perspectiva es menos halagüeña en la causa abierta en el sureste de Ucrania, dado que la minoría prorrusa no es allí dominante como en Crimea y que, para cuando comenzaron los levantamientos, Kiev ya había superado la resaca post Maidan y estaba lista para dar batalla.
Por otra parte, en mayo quedó claro que no se repetiría una anexión como en Crimea. Tras su referéndum, las provincias de Donetsk y Lugansk solicitaron integrarse en la Federación Rusa, pero sólo recibieron largas. Largas, y una dote de armamento y soldados que el Kremlin niega contra toda evidencia para salvar su imagen, no sólo de cara a la comunidad internacional, sino también de cara a la opinión pública rusa, pues la mayoría no defendería una guerra abierta. Llegados a este punto, surge la pregunta de, si no es la anexión, ¿qué pretende Rusia con Donetsk y Lugansk? «Después de tantos muertos ya no nos vale con la federalización, sólo nos contentaremos con la independencia», declaró esta semana Alexander Zajarchenko, líder de los separatistas en la autoproclamada República Popular de Donetsk. Una independencia que, sin embargo, tendría un coste diplomático y económico desorbitado para Moscú y conduciría a estas regiones (que nunca serían reconocidas por la comunidad internacional) a un limbo legal similar al de Transnistria. Un coste que el Kremlin no parece dispuesto a pagar a día de hoy, al menos a tenor de su postura oficial.
Con fines distintos
El movimiento separatista prorruso ha sido desde sus comienzos teledirigido en mayor o medida desde Moscú, en algunos casos liderado incluso por ciudadanos moscovitas. Así, sorprende el desencuentro verbal entre el líder de los separatistas y el Gobierno ruso en un asunto pivotal como el objetivo de la contienda. El portavoz del Kremlin, Dimitri Peskov, desautorizó ayer a Zajarchenko: «Éste no es un conflicto entre Moscú y Kiev, sino un conflicto interno ucraniano. Donetsk y Lugansk deben seguir siendo ucranianos».
En una entrevista al canal de televisión Piervy, Vladimir Putin se refirió también al asunto en términos pragmáticos. «Hay que abrir negociaciones sustanciales, no sobre temas técnicos, sino sobre cuestiones de la organización política de la sociedad y el modelo de Estado en el sureste de Ucrania, para que se protejan los intereses legítimos de las personas que viven allí», dijo el mandatario ruso, que señaló a la carrera electoral como obstáculo para las negociaciones con Kiev. «Ucrania se encuentra en víspera de elecciones parlamentarias y todos los implicados en la carrera electoral quieren demostrar que son tipos duros». Desde la perspectiva rusa, cuanto más tensen la cuerda los milicianos en el frente y alarguen en el tiempo la contienda (mientras Kiev se desangra económicamente), más ventajosa será la posición negociadora para exigir un cambio en el modelo de Estado, un cambio hacia un mayor federalismo. Un modelo con el que Putin podría mantener su esfera de influencia sobre las regiones orientales sin necesidad de pasar por Kiev. Cabe recordar que el actual modelo de Estado ucraniano es bastante centralista, mucho más que la mayoría de los europeos, el alemán y el español entre ellos, pero no más que el ruso. He ahí la paradoja, en el mejor de los casos, Putin sugiere para el vecino una receta que no aceptaría en casa.
Putin recordó también que durante la reciente cumbre de Minsk acordó con el presidente ucraniano, Petro Poroshenko, poner fin a la actual crisis «por la vía pacífica y a través de negociaciones». «Si alguien piensa que los rebeldes no van a reaccionar y sólo van a esperar las prometidas negociaciones mientras se dispara contra las ciudades y pueblos del sureste de Ucrania, es que es rehén de alguna clase de ilusión», señaló Putin. Además, el líder ruso instó a las autoridades ucranianas a reconstruir la infraestructura en la zona de conflicto y prepararse para la inminente llegada del frío. «Parece que sólo Rusia piensa en ello. La primera condición es cesar de inmediato las acciones militares y reconstruir la infraestructura, hay que prepararse para el otoño y el invierno», señaló.
Adelantó el líder del Kremlin que Rusia ha aceptado la propuesta ucraniana de que los próximos convoyes de ayuda humanitaria rusa con destino a las regiones de Donetsk y Lugansk sean enviados no por carretera, sino por vía férrea. A su vez, Putin elogió a su homólogo ucraniano, al que calificó de «socio con el que se puede dialogar».
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