Guerra en Ucrania
«Putin teme que la democratización de Kiev se contagie a Moscú»
Anne Applebaum / Escritora
Anne Apllebaum, la autora de «Gulag» (premio Pulitzer), presenta «El telón de acero» (Debate), la obra definitiva sobre cómo se dividió Europa bajo la táctica imbatible de los soviéticos para controlar no sólo la política y la economía, sino todas las instituciones de la sociedad civil. En definitiva, un detallado viaje por la historia de un periodo brutal que recuerda cuán frágiles son las sociedades libres y ayuda a comprender los acontecimientos actuales en Ucrania.
–¿Qué está intentado hacer Putin en Ucrania? ¿Quiere sovietizarla de nuevo?
–Es un error pensar que Putin es soviético. Él no piensa que el modelo totalitario vaya a funcionar de nuevo. Los modelos de Rusia y China son diferentes a los comunistas. Es cierto que controlan los medios de comunicación, pero intentan hacer balance con otros factores. No matan y arrestan a todo el mundo. No hay Gulag. No mandan miles de personas a prisión continuamente. Pero lo que sí les asemeja a los modelos de 1945 es que están interesados en arrestos selectivos para asustar al resto. Volviendo a Ucrania, creo que los rusos han abandonado su plan para controlar el país. Lo que quieren hacer ahora es desestabilizarlo. Lo mismo que hicieron en Georgia.
–Pero si quieren desestabilizarlo es porque tienen un interés en controlarlo. ¿No?
–La idea de que Ucrania sea un país soberano independiente y prooccidental con relaciones comerciales con Europa tendría que ser una buena noticia para Rusia. Es mucho mejor tener como vecinos a países prósperos que pobres. Pero para Putin es una amenaza. Si Ucrania puede ser democrática y prooccidental, los rusos pueden decir que quieren lo mismo. Eso es lo que Putin quiere evitar.
–¿Tiene Putin algún Gulag oculto?
–En Rusia hay prisioneros políticos, pero los Gulag eran millones de personas. Los Gulag masivos finalizaron con la muerte de Stalin. El último se cerró en 1981.
–Con su libro «Gulag» ganó el Pulitzer. ¿Le ha supuesto mucha presión a la hora de abordar este nuevo trabajo?
–He de decir que me quedé sorprendida por el Pulitzer. Pero no creo que por eso tenga una presión especial. Mi manera de trabajar no ha cambiado. Aunque el proceso ha sido distinto porque «Gulag» tenía lugar en Rusia y este libro aborda la situación de otros tres países diferentes.
–¿Por qué Hungría, Alemania y Polonia para tratar la destrucción de Europa del Este?
–Porque eran muy diferentes y venían de distintas tradiciones históricas.
–El hecho de que su marido, Radek Sikorski, sea el actual ministro de Exteriores de Polonia, ¿le ha influido a la hora tener una visión objetiva?
–Yo ya estaba interesada en Polonia y Rusia antes de conocerle. De hecho, viví en Polonia durante dos años. Pero ahora llevamos casados más de 20 años, por lo que me resulta difícil saber en qué modo me ha influenciado o no. Él no es historiador y está muy ocupado, así que no estuvo implicado en la elaboración del libro.
–Respecto al título. El telón de acero es una frase que utilizó Winston Churchill.
–Efectivamente, la empleó en un discurso en 1946. Aunque ya la había utilizado previamente en algunas cartas. Para entonces, todos los países del Este de Europa habían sido ocupados por el Ejército Rojo. Y es ahí cuando se inicia realmente la sovietización, no después en la Guerra Fría. En definitiva, cuando Churchill dijo su discurso, realmente estaba ocurriendo ese proceso de controlar no sólo la política y la economía, sino también las instituciones de la sociedad civil, incluyendo la artísticas y culturales. El objetivo era que no debía haber vida fuera del Estado. Y esa idea de centralización no la hemos llegado a entender hasta hace poco.
–¿Por qué y cuándo empezó a escribir sobre este periodo tan brutal?
–Tardé en escribirlo entre seis y siete años. Y surgió por mi propia experiencia. A finales de los ochenta, cuando viajaba por estos países y me daba cuenta de lo mal que estaba todo organizado, de la gran pobreza que existía, del odio absoluto hacia el sistema, me pregunté cómo, si era tan horrible, logró en su momento implantarse. La sovietización además fue copiada en muchos otros lugares. Gadafi, por ejemplo, tomó lecciones de todo aquello. Yo me dedico principalmente a estudiar los países que, después de haber sido gobernados de mala manera, logran implantar luego sistemas democráticos. Así que entender cómo se crearon los sistemas totalitarios me ha ayudado muchísimo a entender cómo se ha implantado luego la democratización.
–Muchos de los archivos abiertos al público en los años noventa han sido cerrados luego por Putin. ¿Quiere politizar de nuevo la historia?
–La mayoría de los archivos que yo he utilizado para escribir el libro no estaban en Rusia. Pero Putin ha restringido el acceso a los de Moscú porque considera que la historia debe ser útil para la política. Cree que el papel de la historia debe ser apoyar al Estado. Lo que él quiere es controlar la manera en que se lee e interpreta la historia. Y el caso de Rusia es particularmente peligroso porque los rusos tendrán problemas para entender a sus vecinos si no leen, no saben la verdadera historia. La versión que Putin quiere transmitir es que en 1945 el Ejército Rojo llegó a los países de Europa del Este para liberarlos. Pero, por supuesto, la realidad es bien distinta, ya que las personas que vivían en estos países se sentían de una manera completamente diferente. Para ellos, el Ejército Rojo eran los nuevos ocupantes. De hecho, para algunos la ocupación soviética llegó a ser peor que la ocupación nazi.
–¿Peor que la nazi?
- Los que se habían mostrado en contra de los alemanes eran los primeros en ser arrestados. Los soviéticos buscaban potenciales oponentes. Aquellos que lucharon contra otros sistemas eran un problema porque también podían revelarse contra ellos. Cualquiera que hubiera sido inteligente y bien organizado contra los nazis podía hacer lo mismo con los soviéticos.
–Usted asegura que en 1956 es cuando se vivió la rebelión, cuando la sociedad despertó y se tomó su revancha. ¿Vivimos ahora despertares similares?
–Está pasando en Ucrania y de alguna manera también está comenzando algo en Rusia, donde la clase media está pensando más en cómo están las cosas. La gente empieza a organizarse. Es aún un movimiento muy pequeño, pero es un comienzo.
–¿Y en China?
- Creo que también está empezando a pasar. China es un país muy complejo. Se puede criticar al Gobierno en determinados contextos, como los académicos, o de manera privada. Pero eres arrestado por criticarlo en televisión. Parte de la legitimidad del actual Gobierno se basa en que sigue manteniendo los estándares de vida. Si hubiera una gran crisis económica, sería otra historia. Una guerra con Japón sería catastrófica, pero la gente comete errores todos los días, así que no sé qué va a pasar.
–¿Las reformas que plantea Europa son las que quiere Reino Unido?
–El caso de David Cameron es diferente. No creo que esté convencido del valor del proyecto en absoluto. Creo que los británicos no han llegado a entender aún que son un pequeño país con cada vez menos poder en el mundo. No se han dado cuenta de que pueden ser más fuertes en Unión Europea. Creo que todas las críticas que hacen no son para mejorar la situación.
–¿En qué está trabajando ahora?
- Estoy escribiendo un nuevo libro precisamente sobre Ucrania, pero está centrado en 1930. Decidí empezar a escribir hace cinco años, con lo que no tiene nada que ver todo lo que está ocurriendo ahora. Estoy encontrando cosas interesantes, pero prefiero no desvelar nada todavía. Queda aún mucho trabajo por hacer.
Europa: gigante económico, enano político
«La UE está centrada en cosas equivocadas. Es la mayor economía del mundo, pero ese poder económico no se ha convertido en poder político. Además, debería llevar a cabo determinadas reformas para que fuera más representativa. Creo que debería avanzar en política exterior y de defensa en vez de perder tanto tiempo en regulaciones internas. Con todo, no imagino un mundo sin la UE. Tendemos a ver sólo las cosas malas y damos por hecho todas sus ventajas.
«El telón de acero»
Anne Applebaum
debate
704 páginas, 29,90 euros.
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