Moscú
Trump-Putin: El deshielo de la Guerra Fría
Los presidentes exhibieron una total sintonía en su primer encuentro bilateral. El americano acepta la negativa del ruso sobre la injerencia el 8-N y sellan una tregua en Siria.
Los presidentes exhibieron una total sintonía en su primer encuentro bilateral. El americano acepta la negativa del ruso sobre la injerencia el 8-N y sellan una tregua en Siria.
Trump y Putin mandaron un mensaje diáfano a la comunidad internacional cuando prolongaron un encuentro que iba a durar 35 minutos hasta las 2 horas y 16 minutos. El resto de líderes se encontraban ya entrando en el concierto y la cena de gala de la cumbre mientras los líderes de Estados Unidos y Rusia seguían departiendo en el recinto ferial de Hamburgo donde habían ya concluido las sesiones de trabajo. «Es un honor estar contigo», saludo Trump al comienzo de la entrevista. «Es un placer conocerte personalmente y espero que nuestra reunión obtenga resultados. Las conversaciones por teléfono nunca fueron suficientes», respondió Putin.
Pero fue horas antes, exactamente a las 13:37 de ayer, cuando se produjo el esperado primer saludo. Donald Trump y Vladimir Putin se daban un apretón de manos relajado, casi de viejos conocidos, en un sala aledaña a donde minutos después tendría lugar la foto de familia de la Cumbre del G20 en Hamburgo. Fue el portavoz de la canciller Angela Merkel, Steffen Seibert, quien, a través de redes sociales, publicó el vídeo que inmortalizó el primer encuentro oficial de los líderes de las dos superpotencias. La ausencia total de tensión en el saludo fue reforzada por una nueva imagen en la que se pudo ver a Trump palmeando el brazo coloquialmente al ex agente de la KGB. La amplitud de las sonrisas y la calidez del apretón de manos no contribuyó a tranquilizar a los que, en las vísperas de este histórico encuentro, recordaban las sospechas de injerencia rusa en las recientes elecciones presidenciales a favor de Trump.
Más allá del análisis del lenguaje corporal de ambos líderes y de las medidas declaraciones de las delegaciones implicadas, el contenido real del encuentro se desveló a cuenta gotas. Los 136 minutos que Trump y Putin pasaron juntos –incluso teniendo en cuenta las continuas pausas para los interpretes– sirvieron para profundizar en los complejos dosieres que Rusia y Estados Unidos tienen encima de la mesa. La trama rusa, como se conoce en Estados Unidos la presunta injerencia rusa en las elecciones norteamericanas, era el elefante blanco en la sala. El secretario de Estado, Rex Tillerson, confirmó que el presidente norteamericano presionó a su homólogo ruso sobre esta cuestión y que recibió una negación por respuesta. Dejó claro que los rusos habían pedido pruebas concluyentes de que Rusia había dirigido ciberataques durante la campaña de las presidenciales. Tillerson aseguró que Trump trasladó a Putin las «preocupaciones del pueblo americano» sobre la posibilidad de que Moscú hubiera intentado influir en el resultado de las elecciones. Finalmente, el americano «aceptó» la versión de su homólogo ruso y decidieron continuar con la conversación más adelante. Esta decisión no tardó en ser criticada desde Washington, donde el senador demócrata Chuck Schumer calificó de «grave abandono del deber que alentará a Rusia a volver a interferir» el hecho de que Trump de la misma credibilidad a las explicaciones de Putin que al resultado de las investigaciones de sus agencias de inteligencia.
«Conectaron muy rápidamente», dijo para luego añadir que mostraron una «muy clara y positiva sintonía». El secretario de Estado que presenció la reunión explicó que fue el presidente norteamericano quien abrió un encuentro que tuvo como principal resultado el acuerdo de un alto el fuego en el suroeste de Siria –uno de los escollos de un conflicto que dura ya seis años– que habría sido suscrito por Estados Unidos, Rusia y Jordania y que entrará en vigor a las 21.00 del domingo hora local en Damasaco. «Creo que este es el primer indicio de que Estados Unidos y Rusia son capaces de trabajar juntos. Como resultado hemos tenido una conversación muy larga sobre otras áreas de Siria en la que vamos a seguir trabajando para atenuar el conflicto», dijo Tillerson, quien aseguro que «a grandes rasgos» los intereses en Siria de Estados Unidos y Rusia son «exactamente los mismos».
Para el ministro de Exteriores ruso, Sergei Lavrov, aseguró que el acuerdo alcanzado en Hamburgo garantiza el acceso de la ayuda humanitaria a esa zona de Siria y los contactos de la oposición a Asad con grupos de monitorización que se han establecido en Jordania. Una cuestión quedaba en el aire y es el papel que en el futuro de Siria tendrá Bachar al Alssad, a quien Estados Unidos ha acusado de llevar a cabo ataques químicos contra población civil. En este sentido, Tillerson fue claro al asegurar que la postura de Washington respecto a este punto es que no ve «ningún papel a largo plazo ni para la familia Asad ni para su régimen. Hemos dejado esto siempre claro a todo el mundo y se lo hemos dejado ciertamente claro a Rusia en nuestras conversaciones hoy». Por su parte, el secretario de Defensa británico Michael Fallon, dejó entrever cierto escepticismo sobre el acuerdo de alto el fuego que Putin y Trump alcanzaron ayer en Hamburgo. «La historia reciente de Siria está plagada de acuerdos de este tipo y estaría bien tener algun día un alto el fuego real», dijo.
En el encuentro también tuvo lugar lo que el secretario de estado de los EE UU calificó como un «intercambio bastante bueno» sobre la situación en Corea del Norte, donde ambos líderes coinciden en que la solución final es la desnuclearización de la península. Para Trump es importante atraerse a Rusia para hacer una pinza contra China y forzarle a suspender el comercio con Corea del Norte. El presidente de EE UU ha denunciado que después de la última ronda de sanciones, Pekín ha aumentado un 40% su comercio con Pyongyang. El ex magnate quiere que el presidente de China, Xi Jingping, fuerce una asfixia económica del régimen norcoreano. Para la Administración norteamericana cerrar el acceso a los recursos chinos es un elemento clave para frenar el programa nuclear del irracional líder norcoreano, Kim Jong Un.
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