Bruselas
«Sin registro no hay derecho de asilo»
La UE acuerda detener a los refugiados que se nieguen a identificarse en los centros de control. El objetivo es agilizar las reubicaciones y evitar las selecciones «a la carta» del destino europeo
Los Veintiocho lanzaron ayer un mensaje de avance en la crisis de refugiados, pero a un paso tan lento que cuesta creer la palabra solidaridad con la que comienza casi cada discurso en Bruselas. La Comisión Europea reconoció ayer que ve «compromisos más claros» por parte de los Estados, después de que hayan comenzado las primeras reubicaciones.
Bruselas, por su parte, ampliará los centros de control para insistir en el registro de los demandantes de asilo bajo una premisa contundente. «Sin registro, no hay derecho (a asilo)», explicaba ayer en rueda de prensa el comisario europeo de Inmigración, Dimitris Avramopoulos, tras el consejo que reunió a los ministros de Interior de todos los Estados miembros. El objetivo es repartir a los refugiados entre la totalidad de los Estados miembros hasta que se hayan cumplido con las 160.000 plazas que se habían prometido. Por el momento, apenas se ha reubicado a 147 personas en cinco países. Muchos de los refugiados, sin embargo, no quieren ser registrados porque cuando lo son no tienen derecho a elegir el destino en el que vivirán los próximos años.
El derecho comunitario contempla la posibilidad de detener a aquellos inmigrantes irregulares o incluso a los refugiados que no quieran participar en el proceso de registro, como pide la Comisión. Tal y como recoge el texto de conclusiones, la detención podría durar desde los seis meses hasta el año y medio, según crea conveniente cada país. Para ayudar en la gestión de los registros, los países de tránsito también tendrán que contar con centros de registro para aliviar la presión de Atenas, que llega a atender unos 10.000 cada día. Italia, por su parte, se ha negado a abrir más centros si los países no aceleran la reubicación. La mayoría de los refugiados sigue prefiriendo optar por Alemania o Suecia. Los países que tienen un programa más generoso de acogida. Sin embargo, países como Finlandia, Luxemburgo, Francia y España ya han comenzado a acoger los primeros refugiados. En España, Madrid dio ayer la bienvenida a los primeros. Un total de doce personas, once eritreos y un sirio, llegaron a la capital desde Roma. Próximamente llegarán más, hasta completar las 50 plazas que nuestro país ha ofrecido de forma inmediata.
Con cuentagotas van llegando los primeros demandantes de asilo. Los primeros 30 llegaron a Luxemburgo la semana pasada. «Se ha avanzado de forma importante pero aún no hemos llegado a nuestro objetivo... Tenemos que pasar de decenas a centenares si queremos que el sistema funcione», reconocía el comisario. Son pocos por ahora quienes podrán dejar atrás los horrores de una guerra para comenzar una nueva vida. A partir de la llegada a la Unión Europea de forma legal tendrán cubiertas sus necesidades básicas, podrán acceder a la educación y al aprendizaje de la lengua para poder integrarse en el mercado laboral. España cuenta con cuatro centros públicos de acogida de refugiados (CAR), dos de los cuales se encuentran en Madrid, otro en Valencia y el cuarto en Sevilla. Además de la reubicación, la protección de fronteras fue otro tema clave en el consejo de Interior. En este contexto, los Veintiocho aceptaron que se refuerce Frontex y la Comisión Europea presentó ayer una propuesta para crear una guardia fronteriza antes de que finalice este año. «Se desplegarán 400 policías en Eslovenia y se evaluarán las necesidades de todos los países que están implicados» en la crisis, explicaba Avramopoulos.
Será en la Cumbre de La Valetta cuando los líderes concreten más lo que ayer trabajaron los ministros. Un encuentro monográfico que tiene lugar este miércoles y jueves en Malta para tratar el drama migratorio, donde se espera que Europa no defraude. «La Unión Europea no puede asumir otro fracaso ni perder el tiempo», señalaban en una carta dirigida a los líderes los presidentes de los grupos parlamentarios europeos. Sin embargo las trabas burocráticas y la lentitud con la que se ha impulsado el sistema de cuotas no contribuye a la esperanza de una rápida resolución de la problemática.
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