Atentado en Nueva York
«Sólo pude permanecer a su lado mientras moría»
Habla con LA RAZÓN la joven que ayudó a las cinco víctimas argentinas. Nueva York trata de recuperar la normalidad tras el zarpazo terrorista
Habla con LA RAZÓN la joven que ayudó a las cinco víctimas argentinas. Nueva York trata de recuperar la normalidad tras el zarpazo terrorista.
Nayali Novoa, de 20 años, decidió volver ayer al lugar del atentado. De madre mexicana y padre dominicano, explicó a LA RAZÓN que «me pidió ayuda la Policía ayer cuando los heridos argentinos yacían en el suelo porque no podía entenderles. Necesitaban a alguien que hablase español», indicó a LA RAZÓN. «En un primer momento no sabía si estaban vivos o muertos, sólo me puse a echar una mano. Recuerdo a uno que al principio no hablaba. Luego me dijo que había venido con unos amigos. No podía hacer nada más, sólo pude quedarme a su lado mientras moría», relató Novoa, que vive en el barrio de Washington Heights de Manhattan, donde se concentra la población dominicana y puertorriqueña en Nueva York. «No sé muy bien por qué ocurrió todo esto, pero yo no voy a cambiar mi vida. Debemos seguir haciendo las cosas como siempre», dice.
El dueño del puesto de comida halal de la calle Warrent en la esquina con Greenwich se afanaba con tantos clientes: pollo o cordero por 4,99 dólares con bebida gratis para los estudiantes de la escuela PS 234 Independence, sus padres, los policías y los periodistas, acampados al lado del centro escolar que habían ido a informar sobre el ataque terrorista del martes. Como sonido de fondo, las sirenas de los coches de los agentes que investigaban el atentado.
Entre los viadantes se mezclaban los alumnos de la escuela secundaria Stuyventson. Habían vuelto después de haberse convertido en testigos improvisados de lo ocurrido. El agente de Policía John Mondone intentaba poner un poco de orden en medio del caos. «Los que van a la escuela tienen que rodear el parque», explicaba a los alumnos, que le fruncían el ceño al no poder escapar de lo que ya parecían saber que tenían que hacer. A todos parecía molestarles tener que dar la vuelta al parque Washington Market. Mondone, que estaba en el primer cordón policial, se encogía de hombros: «Yo sólo estoy hoy aquí. Soy de otro distrito», reconoció poco antes de decirle a un periodista que tenía que coger el trípode y su cámara de televisión. «Perdone, pero no puede dejar eso ahí», le aclaró.
A pocos metros, los adolescentes de la escuela Stuyventson se apostaban en una esquina mientras miraban de reojo a los periodistas. Tenían que ir a dar a los agentes sus teléfonos móviles después de que el día inteior hubiesen grabado lo sucedido. Nayali Novoa, de 20 años, que presenció el atentado concedió entrevistas en español para los medios hispanos y en inglés para las cadenas estadounidenses y otros periodistas internacionales. A pocos metros de Novoa, los profesores, que salieron ayer al patio, estaban pendientes de los alumnos. Jugaban muy cerca de los agentes de Policía y los periodistas. No podían negarles la hora del recreo. Sobre todo a los más pequeños, pero también querían estar pendientes de ellos.
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