Política

Adiós a Mandela

Su herencia, en peligro

La Razón
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En la muerte como en la vida, Nelson Rolihlahla Mandela trasciende a su nación e inspira al mundo, dejando atrás un legado democrático del que ya ha quedado constancia. Desinhibidos por la eliminación de las restricciones a la libertad de expresión que todavía siguen soportando muchos estados de África, dirigidos por una sabiduría instintiva de lo que su difunto ex presidente hubiera querido, y alimentados por el resentimiento generado por los movimientos populistas del Gobierno de Jacob Zuma –incluida su fotografía junto al lecho de un enfermo Mandela–, los surafricanos están dejando clara su posición: exigen ahora un «funeral del pueblo» cuya finalidad sea celebrar la vida así como llorar la pérdida de uno de los grandes líderes del siglo XX. «Es nuestro derecho, por el que todos hemos luchado y el que Madiba estableció», explicaba un joven activista.

Ahora cabe preguntarse si los principios que Mandela deja en herencia –la tolerancia racial, el respeto a los derechos humanos y la eliminación de los males del «apartheid»– se mantendrán ante la presión de una nueva generación de jóvenes negros e impacientes que piden un cambio urgente y radical después de 350 años de dominación de la raza blanca. Ya se observan signos de tensión. ¿Sobrevivirá la libertad de expresión a la vanidad de Zuma, quien se enoja por unos simples dibujos animados que él considera que se burlan de la presidencia? ¿Podrá demostrarse que el legado de Mandela es suficientemente fuerte como para sobrevivir a los sectores más críticos? Seguramente, el mismo joven activista que mencionaba líneas atrás, llegará a un punto en el que, frustrado por la lentitud de los cambios prometidos por el «postapartheid», renunciará junto a sus compañeros a la gobernanza del Congreso Nacional Africano (CNA), o bien será obligado a moverse en una dirección que quizá ponga en peligro la democracia si no se satisfacen sus necesidades. Después de 20 años en el poder, el CNA tiene una serie de luces y sombras sobre él. El crecimiento económico en Suráfrica va a rebufo del resto del continente, y ya no existe la brecha racial creada durante el «apartheid» entre blancos y negros. Incluso una élite negra emergente se ha unido a la minoría blanca y han formado una alianza materialista cuyas ambiciones van mucho más allá de las que estableció Mandela. Para una creciente y descontenta generación de jóvenes negros, el fin del «apartheid» no se ha cumplido. Las escuelas son pobres, la vivienda es escasa y la corrupción se ha convertido en un mal omnipresente. Y, sobre todo, la tierra sigue siendo el tema más delicado de todos debido a las medidas que buscan poner fin a la dominación de los granjeros blancos. En el vecino Zimbabue ya suenan campanas de alarma después de que el presidente Mugabe haya usado métodos brutales para desalojar a los terratenientes blancos y reemplazarlos por los zimbabuenses negros. Un duro ejemplo de lo que puede salir mal. Para Mandela el desafío era lograr la reconciliación entre las razas. Hoy, los surafricanos esperan la transformación de una sociedad que sigue siendo desigual, lo que implica una tarea que entraña un desafío mayor.

*Ex editor de África de «Financial Times»