Ataque yihadista en Francia
«Temía que la luz del móvil me delatara»
Dolor y flores de homenaje en el barrio bohemio donde se encuentra la sala Bataclan, el lugar donde más personas murieron durante los ataques yihadistas.
El máximo nivel de la barbarie yihadista contra Francia, si se puede medir, ocurrió sin lugar a dudas en la mítica sala de conciertos Bataclan, en el distrito 11 de París. Tres terroristas tomaron la sala y abrieron fuego sin cesar contra los 1.500 asistentes al concierto de la banda estadounidense Eagles Death of Metal. Las escenas descritas por los testigos son de una violencia extrema. Al grito de «Alá es el más grande», los yihadistas abrían fuego con sus fusiles Kalashnikov. Iban disparando a todo aquel que corría o se cruzaba en su camino, volvían a recargar su AK-47, y la matanza continuaba. En la primera planta de la sala, los perpetradores apretaban con contundencia el gatillo mientras centenares de jóvenes intentaban huir en pleno caos. Uno de los yihadistas persiguió a los que salieron a través de la salida de emergencia. Los cadáveres se agolpaban, pero el instinto de supervivencia primaba.
Los terroristas del Estado Islámico sabían que tenían poco tiempo para realizar la mayor matanza posible. Unos quince minutos de tiroteo intenso. Después, según la Policía de París, cuando entraron los agentes, los yihadistas se inmolaron en la segunda planta, creando una tragedia aún mayor. Dos de ellos llevaban un cinturón explosivo que no dudaron en accionar. Al menos 89 personas han muerto dentro de la sala y el balance podría aumentar porque hay heridos en estado muy crítico. Las primeras informaciones sobre la identidad de los terroristas apuntan a que uno de los tres es de origen francés. Los testigos también han contado que los yihadistas mencionaron Siria e Irak durante el asalto a la sala de conciertos. «Esto es por Siria», justificaban los yihadistas del Estado Islámico mientras disparaban.
En la «zona cero» del terror, en el distrito 11, cientos de personas acudieron con velas o flores hasta la zona delimitada por el dispositivo de seguridad. Un pianista alemán, Davide Martello, llevó su piano hasta allí para tocar «Imagine», de John Lennon. Vecinos, turistas, familias parisinas y conocidos de las víctimas rendían en silencio homenaje a sus seres queridos, a sus conciudadanos, mientras decenas de medios de comunicación retransmitían en directo.
Emanuel, de 33 años, recordó ayer cómo se escondió bajo los asientos por temor a ser alcanzado por los terroristas. Había acudido al concierto junto a una amiga australiana de visita en su ciudad. «Escribí a mis amigos para que dejaran de llamarme y de mandarme mensajes. Tenía miedo de que con las luces de los móviles me pudieran localizar. A pesar de intentar huir, fui alcanzado por las balas en las piernas y ya no me quedó más remedio que esconderme bajo los asientos, no podía ni arrastrarme. No paraban de abrir fuego, había sangre y cuerpos por toda la sala. Ahora estoy en el hospital, pero todavía no me han operado porque yo no soy de tanta urgencia como otros. Es horrible lo mal que están algunas víctimas».
Xavier, su amigo de 33 años, llora después de acudir al improvisado mausoleo en Bataclan y recordar las dos horas sin saber nada de Emanuel. «Siempre ha tenido muy mala suerte. Su madre murió cuando él era pequeño y ahora esto... Lo peor es que él nunca lo va a olvidar. Espero que no se sienta culpable por estar vivo o por haberse escondido». Xavier es contundente: «Nos han declarado la guerra y sabemos quiénes son, de dónde vienen. Espero que esta vez las autoridades, los políticos y el resto de países hagan algo. Han muerto demasiadas personas y esto no puede suceder. Es un ataque contra Occidente, contra nuestro modo de vida».
A las inmediaciones de Bataclan también se acercaron muchos que quisieron demostrar que «los parisinos seguiremos saliendo a la calle. Esta batalla no la van a ganar los terroristas. No nos vamos a quedar en casa», confesó Clarence a LA RAZÓN. «He venido con mi hija para explicarle que no hay que tener miedo, que París es una ciudad para vivirla, y así seguirá siendo».
Sin embargo, no todo el mundo mantenía ayer esta consigna tan valiente. Sabrine, una vecina de unos 50 años que vive a cien metros de la sala, reconoció «tener miedo. Mucho miedo. Primero fue contra ‘‘Charlie Hebdo’’ y ahora esto. Estoy completamente en estado de shock. No me puedo creer que hayan matado a tantos jóvenes. ¿Qué culpa tenían ellos? Sólo estaban divirtiéndose». Para esta vecina del distrito 11 la clave está en la religión. «¿Por qué si no lo harían? No lo puedo entender. Sigo traumatizada, siempre saco a mi perro por esta calle». Al contrario que a Clarence, a Sabrine le indignaba que por la noche algunos bares hubieran abierto. «Una amiga mía tiene un restaurante aquí al lado y lo ha cerrado, por respeto».
Durante las primeras horas de la mañana se aludió a que los dueños de Bataclan eran judíos como motivo de la elección de esta sala de conciertos por parte de los yihadistas. «Hace un par de meses vendieron la sala», cuenta Justine, una parisina en su treintena fan de la música rock. «En mi opinión creo que se trata más de un ataque a nuestra cultura que por motivos religiosos». Aun así, la revista «Le Point» había informado de que Bataclan ha sido durante años el centro de ataques de grupos antisemitas por sus eventos proisraelíes. En 2011, un extremista del Ejército del Islam, contó a los Servicios de Seguridad galos que era su objetivo, ya que los dueños, dos hermanos, son judíos. Algunos comentaristas insistieron en esta posibilidad por su paralelismo con los ataques de enero contra el semanario satírico «Charlie Hebdo», cuando también un yihadista tomó rehenes en un supermercado kosher. «Estamos devastados, conocíamos a todos los que trabajaban ahí», indicó Pascal Laloux, quien ha sido su copropietario durante cuarenta años.
«Los miembros de la banda están todos bien, lograron escapar», indica Jeff, que es fan de la banda californiana. Al lado, su novia, reconoce que en la noche de ayer tenían previsto asistir a un concierto. «Al final hemos decidido venir aquí a mostrar nuestros respetos. Somos amantes de la música rock y esto es inaceptable. Podríamos haber sido nosotros los muertos si el ataque se hubiera producido ayer».
Cedric continúa en «shock» por todo lo que vivió durante la noche del viernes. El joven contó a su familia que su amiga recibió un mensaje de que tuviesen cuidado, pues había tiroteos en París. Ambos se encontraban al final de la sala. Escucharon el primer disparo, comenzaron a correr delante del escenario y los yihadistas empezaron a tirotearlos. Por suerte, consiguieron salir por una puerta hasta el tejado de la sala. Tuvieron que caminar por encima de la gente, era lo más parecido a una situación de guerra. Al llegar a la azotea, un hombre les abrió la ventana de su piso. Se quedaron a oscuras en la habitación y todos tirados en el suelo mientras el tiroteo continuaba en la sala. Por suerte para ellos, llegó un miembro de los cuerpos de élite de Francia y les rescataron.
Una de las 89 personas fallecidas es el británico Nick Alexander, trabajador en la sala Bataclan. Su familia ha emitido un comunicado en el que confirma su muerte y recuerda lo buen hijo, tío, hermano y amigo que era.
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