Elecciones en Estados Unidos
Trump contra Trump
Abusos sexuales, escándalos financieros y presuntos vínculos con la mafia muestran la cara más desconocida y oscura de un magnate que se esfuerza por brillar más que nunca en su carrera política
Abusos sexuales, escándalos financieros y presuntos vínculos con la mafia muestran la cara más desconocida y oscura de un magnate que se esfuerza por brillar más que nunca en su carrera política.
El mediático Donald Trump, acostumbrado a proferir durante su campaña todo tipo de declaraciones escandalosas, a irritar a unos y a otros sin medir, aparentemente, el impacto de sus palabras, parece no ser del todo ese político transparente y espontáneo que no oculta nada a sus votantes. Su pasado ha reavivado sus peores pesadillas y ha rodeado de sombras su figura, justo en el momento de su carrera política en el que más se esfuerza por brillar. Supuestos tratos con la mafia, escándalos financieros y abusos sexuales son sólo algunas de las facetas de ese desconocido y oscuro Trump.
El multimillonario ha prometido que cuando llegue al despacho oval de la Casa Blanca dirigirá Estados Unidos como una gran empresa. Pondrá al frente a sus amigos de Wall Street; tiene incluso pensados un par de nombres para el codiciado departamento del Tesoro y el Pentágono. Sin embargo, se antoja complicado imaginar que un hombre que se ha declarado hasta en cuatro ocasiones en bancarrota piense solucionar los problemas económicos del país. En 1991 utilizó bonos basura para construir el Trump Taj Mahal en Atlantic City, pero le fue imposible pagar los intereses de los préstamos y tuvo que vender su yate, su aerolínea y parte de su casino. Un año después, con el Trump Plaza, también en Atlantic City, perdió 550 millones de dólares. Lo que se añadió a su deuda personal de 900 millones. La tercera bancarrota vino en 2004 cuando los Hoteles y Casinos Trump registraron una deuda de 1.800 millones de dólares. La cuarta, en 2014, llegó cuando se derrumbó su compañía «Trump Entertainment Resorts».
La sombra del abuso sexual también persigue hoy al político, ya que en 1989, su propia esposa y modelo checa, Ivana Trump, según un libro escrito por Harry Hurt, aseguró que la violó durante el matrimonio. Posteriormente, la europea cambió su testimonio al matizar que «se sintió violada». Pero no sólo ella destapó una cara oculta del magnate. Recientemente, otra mujer, Jill Harth, le denunció –un día después de que aceptase la nominación republicana– por acoso sexual en la década de los 90. Harth intentó presentar cargos en 1997, pero decidió retirarlos. Le conoció durante una presentación cuando estaba trabajando en el concurso de belleza «Sueño Americano». Según ella, intentó violarla durante una visita a su mansión en Florida.
Los trapos sucios no terminan ahí. También se le ha relacionado con la mafia, aunque nunca se ha podido concretar su grado de cercanía. Quizá sean inevitables estos contactos cuando uno se dedica a los negocios de los casinos y la construcción, ya que, por ejemplo en los años 80 la mafia controlaba el negocio del cemento y había que pasar por ella para comerciar. Trump ha compartido abogado con una de las cinco familias de la mafia neoyorquina, los Genovese, cuyo jefe era Tony Salerno, y la Prensa estadounidense le ha relacionado, además, con el mafioso Robert LiButti, asociado de John Gotti y jefe de la familia de los Gambino.
Su historial personal incluye otros escándalos de lo más dispares, que pasan desde la ley antimonopolio –en 1986 la Comisión Federal de Comercio le multó con 750.000 dólares– hasta por la intimidación a inquilinos. En 1981, Trump quería hacerse con un edificio en la calle más cara de Nueva York, Central Park South, y echar a todos los residentes que tenían renta antigua para subir los alquileres. Cuando se negaron a abandonar el edificio, éste les cortó el agua caliente y la calefacción y se negó a arreglarles las grietas y filtraciones de sus apartamentos. Tan sólo un año antes también abusó de 200 trabajadores indocumentados de Polonia (que le construyeron la emblemática Torre Trump de Manhattan), ya que prometió pagarles menos del salario mínimo, cinco dólares la hora, y cuando se quejaron de la explotación laboral, les amenazó con deportarles.
Los universitarios también cayeron en las tretas del nominado republicano, quien en 2005 anunció su «universidad» para dar a conocer sus técnicas empresariales, sobre todo, en el mundo de los negocios inmobiliarios. Los estudiantes pagaron hasta 35.000 dólares para aprender cómo convertirse en millonarios, se les prometió que les formaría el equipo de Trump pero éste nunca participó en las clases. El centro de estudios, además, nunca fue homologado como «universidad». En cuanto a su fortuna, también surgen sombras: en el año 2005 el reportero de «The New York Times» Tim O´Brien reveló que tenía entre 150 y 250 millones dólares. No los miles de millones de los que él siempre ha presumido. Y hace meses, una investigación de «The Washington Post» demostró que sólo ha dado 8.000 dólares a asociaciones de caridad en vez de las decenas de millones de los que se ha jactado en público en los últimos años.
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