Trump recortará los privilegios a la inmigración cubana

No habrá retroceso en los beneficios turísticos ni en el embargo, pero sí en la Ley de Ajuste.

La era Trump promete poner patas arriba el orden establecido. Arrasar con las ideas de su antecesor, Barack Obama, y desplegar sobre el tablero geopolítico lo prometido en campaña. Tras su «desalentador» mensaje enviado tras el fallecimiento de Fidel Castro, que echó por tierra las pequeñas dudas que sobrevolaban sobre sus futuras medidas en relación al deshielo cubano, el presidente electo se prepara para llevar a cabo su propia revolución. Pero ¿qué podrá hacer Trump en relación al proceso de acercamiento a Cuba ya activado por Obama?

En primer lugar, hay que diferenciar dos aspectos: las medidas que Obama ha aprobado a través de decretos presidenciales y por otra aquéllas que deben pasar por el Congreso. En relación al segundo, en octubre, por primera vez, Washington se abstuvo en un voto de condena al embargo cubano impuesto en 1960. Un mero acto simbólico, pero que puso sobre la mesa la intención de estudiar su levantamiento. Pero este proceso no depende del presidente sino del Congreso. Las disposiciones relacionadas con esta situación están recogidas en la Ley Helms-Burton de 1996, que establece que, mientras un miembro de la familia Castro esté en el poder, el presidente estadounidense no podrá solicitar al Capitolio el fin de esta medida coercitiva. También se exige la liberación de presos políticos y garantía de respeto a los derechos humanos.

En lo que Trump sí tendrá competencias será para revocar las órdenes ejecutivas del demócrata pese a que tendrá que enfrentarse a las compañías de transporte, agrícolas, petrolíferas, turísticas y de Wall Street que han empezado a beneficiarse de la apertura de relaciones con la isla. «El 59% de los cubanos votó por Trump para frenar los planes de Obama, así que ahora no puede echarse atrás. Creo que sus medidas estarán centradas en temas migratorios y económicos, no diplomáticos», explica a LA RAZÓN Jaime Suchlicki, director del Instituto de Estudios Cubanos de Miami.

En relación a la inmigración, el presidente electo es probable que acabe con la política de «pies secos, pies mojados», que deporta a los cubanos que EE UU intercepta en el mar («pies mojados»), pero admite a los que logran tocar tierra («pies secos»). También es probable que acabe con la Ley de Ajuste Cubano, que otorga a los cubanos un privilegio que no tiene ningún otro grupo de inmigrantes: la posibilidad de lograr la residencia permanente un año después de llegar a Estados Unidos, incluso aunque lo hagan ilegalmente.

Esto supone la vuelta a una inmigración con duras restricciones, tal y como el magnate prometió en campaña. Otras medidas emprendidas por la Administración Obama, como la eliminación de Cuba de la lista de países patrocinadores del terrorismo, la reanudación de vuelos directos a la isla o pequeñas restricciones para emprender en Cuba están en el aire. Bien es cierto que de estas mencionadas, la relacionada con el turismo es la menos probable que sea desmantelada.

«Las concesiones de Obama han sido más unilaterales, realmente lo que ha hecho Cuba ha sido muy poco. Por ejemplo, en relación a las inversiones, no nos engañemos. En la isla hay una ley de inversión extranjera, que de hecho sólo habla de extranjeros no estadounidenses, que obliga a que cualquier extranjero que desee abrir un negocio en la isla lo haga en sociedad con los militares, que controlan más del 70% de los negocios. Y esto nunca lo aceptaría Trump», asegura Suchlicki.

Otro dato poco alentador es el hecho de que el presidente electo haya nombrado a Mauricio Claver-Carone, un fiero crítico de las políticas de Obama, como el encargado de organizar la transición en el Departamento del Tesoro, clave en las relaciones con la isla. La esperanza es que como secretario de Estado elija a Mitt Romney, que serviría de contrapeso de sus políticas anti Cuba.