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Trump rompe otro tabú histórico de Estados Unidos
La arremetida contra sus socios y China supone una quiebra del discurso de su país en las últimas décadas
La arremetida contra sus socios y China supone una quiebra del discurso de su país en las últimas décadas.
Wilbur Ross, secretario de Comercio de EE UU, aterrizó ayer en China para tratar de evitar la inminente guerra comercial entre las dos grandes potencias. Sobre la mesa, la balanza comercial entre los países, que arroja un saldo negativo para Estados Unidos de no menos de 350.000 millones de dólares. La Casa Blanca ya ha dejado clara su voluntad de gravar las importaciones del país asiático por un valor de 50.000 millones, y eso sin contar las tarifas adicionales al acero y el aluminio, extensivas a Canadá, México y la UE. Se consuma así la decisión del presidente Trump de romper los tabúes comerciales con sus aliados tradicionales. De paso, amenaza con dinamitar los puentes comerciales con Pekín, a escasos diez días de las conversaciones en Singapur con Pyongyang. De nada parecen haber valido los esfuerzos de los últimos meses, las visitas a Washington de líderes como Macron y Merkel. De paso, quedan gravemente heridas las conversaciones con Canadá y México para renovar los acuerdos a tres bandas, Nafta incluido.
Las inminentes tarifas jalonan la larga cadena de advertencias y desafecciones de un Trump empeñado en subvertir las viejas alianzas. Nos encontramos ante una quiebra total del discurso económico dominante de las últimas décadas, indiscutido por ninguno de los dos grandes partidos estadounidenses, centrado en la liberalización de los mercados y la globalización. El cerrojazo de su economía en los años 30 del pasado siglo todavía duele.
A nadie parece sorprenderle, entonces, que tal y como adelantó el viernes «The New York Times», haciéndose eco de «The World as It Is: A Memoir of the Obama White House», esperado ejercicio memorialístico del que fuera asesor de Obama, Benjamin J. Rhodes, que Merkel le confesó a Obama que se sentía más obligada a postularse para otro mandato tras la elección del señor Trump, a fin de defender el orden internacional liberal». Ni Merkel ni Obama se engañaban respecto a lo que vendría.
China, por su parte, advierte que en el caso de no alcanzar una solución satisfactoria responderá a las tarifas de forma proporcional. Nada ha cambiado desde que hace un mes la portavoz del Ministerio de Asuntos Exteriores, Lu Kang, condenara «enérgicamente» el anuncio de EE UU, propio «del unilateralismo y el proteccionismo comercial». Al mismo tiempo advirtió de que China tomará «medidas proporcionales, de la misma intensidad y escala, contra los productos estadounidenses (...) Esa decisión ya la ha tomado la UE.
Como no podía ser menos, la alerta es máxima. Tómese el acero y el aluminio que llega a EE UU procedente de socios europeos, Canadá y México. Se trata de materias primas esenciales para, por ejemplo, la industria automovilística, abocada a pagar un sobrecoste. No es la única: el analista Colin Grabow advierte en las páginas de «The Hill» que los granjeros estadounidenses sufrirán grandes perjuicios. Respecto a la argumentación última de la Administración Trump, que pasa por salvaguardar la seguridad nacional, teóricamente fragilizada por la caída de la industria minera y metalúrgica, Grabow explica que los números de la producción industrial de acero en EE UU no han variado desde los 80. Y el suplemento de acero y aluminio que el país importa para su industria militar proviene en buena medida de países como Canadá. Sin contar que, «según el departamento de Estado, sólo un 3% [del acero que se consume en EE UU] es necesario para satisfacer las necesidades de defensa».
En un comunicado, los responsables de Harley-Davidson sostienen que «los aranceles a la importación de acero y aluminio elevarán los costos de todos los productos fabricados con estas materias primas, y eso sin contar que «un arancel punitivo y vengativo a las motos Harley-Davidson en cualquier mercado tendrá un impacto significativo en nuestras ventas y nuestros distribuidores». Quién iba a decir que el «Make America Great Again» acabaría por asustar a los emblemas del «Made in USA», del bourbon de Kentucky, que también exporta buena parte de su producción, a las legendarias choppers.
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