Política

Minsk

El cuarteto apura un alto el fuego

El presidente bielorruso, Alexánder Lukashenko (i), posa junto a su homólogo ruso, Vladímir Putin (2-i), la canciller alemana, Angela Merkel (c), el presidente de Francia, François Hollande (2-d), y su homólogo ucraniano, Petró Poroshenko (d), durante la cumbre de mandatarios cuatripartita para la paz en Ucrania
El presidente bielorruso, Alexánder Lukashenko (i), posa junto a su homólogo ruso, Vladímir Putin (2-i), la canciller alemana, Angela Merkel (c), el presidente de Francia, François Hollande (2-d), y su homólogo ucraniano, Petró Poroshenko (d), durante la cumbre de mandatarios cuatripartita para la paz en Ucranialarazon

Merkel y Hollande median entre Putin y Poroshenko en una cumbre crucial en Bielorrusia. La propuesta franco-alemana incluye el cese de hostilidades, la entrega de armas y «cascos azules».

El destino de la guerra en el este de Ucrania pasó anoche por una mesa redonda en Minsk, con Putin y Poroshenko mirándose a los ojos, flanqueados por Merkel y Hollande, promotores de un desesperado esfuerzo diplomático. La última oportunidad para la paz, como la definió el ministro de Exteriores francés. «Es un día histórico, el mundo está a la espera: o la situación se resuelve, con un armisticio y la retirada del armamento pesado, o la guerra estará fuera de control», advirtió el presidente ucraniano antes de tomar un vuelo rumbo a la capital bielorrusa. Los mandatarios acudieron a pesar de que sobre el terreno en Donbás continuaban encarnizados combates.

Hollande y Merkel habían supeditado su presencia a avances previos del llamado «grupo de contacto», una mínima garantía de que el viaje no sería en balde, que se llegaría a algún tipo de acuerdo que plasmar en una declaración conjunta final, un acuerdo presumiblemente basado en el protocolo de septiembre, si bien con amplias modificaciones. El «grupo de contacto», integrado por Kiev y las repúblicas autoproclamadas con la mediación de Rusia y la OSCE, alcanzó supuestamente un principio de acuerdo para un alto el fuego pocas horas antes de la cumbre. «Se ha pactado un esquema para la retirada del armamento pesado, así como una tregua y la supervisión de su aplicación», explicó a una fuente diplomática a la agencia Itar Tass, que añadió que aún se negociaba sobre otros asuntos sensibles como «el régimen estatal de Donbás y la celebración de elecciones municipales».

Hay que recordar que en el protocolo de septiembre se estipulaba la convocatoria de comicios bajo legislación ucraniana para elegir así a representantes de las regiones separatistas que pudiesen ejercer de interlocutores válidos en posteriores negociaciones. Sin embargo, Donetsk y Lugansk organizaron unas elecciones por su cuenta el 2 de noviembre, cuyos resultados no reconoció ni Kiev ni la comunidad internacional, ni siquiera Moscú, creando la mayor fricción hasta la fecha entre el Kremlin y los líderes de las repúblicas autoproclamadas.

El objetivo de la cumbre de ayer no era un simple compromiso de las partes para un alto el fuego temporal sino un acuerdo global para una paz duradera, lo que implicaba añadir aspectos políticos a la negociación puramente militar. Entre estos segundos, se habló de la necesidad de controlar la frontera para evitar que sigan entrando en Ucrania blindados y combatientes desde el lado ruso, y de la creación de una zona desmilitarizada, no de 30 kilómetros como se acordó en septiembre, sino de entre 50 y 70. En este punto surgía el desencuentro del trazado de la línea de separación. Kiev quería que se respetase el acordado en septiembre, mientras que las milicias exigen que se tome como referencia la línea del frente a día de hoy, incluyendo pues, sus avances territoriales en las últimas tres semanas, de alrededor de 500 kilómetros cuadrados. Denis Pushilin, representante de Donetsk en el «grupo de contacto», dejó entrever por la mañana una de las prioridades en la negociación política: «Una solución global del conflicto sólo es posible si Ucrania mantiene su estatus neutral, fuera de cualquier alianza militar», dijo en clara referencia a las aspiraciones de incorporación a la OTAN, principal temor de Putin. El otro gran asunto político, y epicentro de las negociaciones a largo plazo, es el grado de autonomía que se concede a las regiones separatistas. De puertas a fuera, ambos bandos se habían mostrado muy reacios a cualquier concesión en este sentido. Ucrania teme que una descentralización del Estado abra la puerta a nuevas rebeliones y las milicias solían afirmar que «tras tantos muertos» sólo se conformarían con la independencia completa de Kiev. Horas antes de la cumbre, Poroshenko abrió la puerta a la convocatoria de un referéndum nacional en el país para votar la posible concesión de un estatus especial a estas dos regiones. Antes de la gran cita, el presidente ucraniano advirtió de que el país debía prepararse para ambos escenarios, para la paz, pero también para defender el país. En ese caso, aseguró, no le temblará la mano para «decretar la ley marcial».

Además, se abriría la puerta a la opción del suministro de armas de Estados Unidos, opción que los líderes europeos tratan de regatear, pero que cuenta con influyentes defensores en Washington. El propio presidente Obama no cerró la puerta el lunes, tras su reunión con Merkel. Por lo pronto, un grupo de militares estadounidenses arribó ayer a Ucrania para brindar formación profesional a los combatientes de la Guardia Nacional a partir de marzo. «Los entrenamientos empezarán en marzo y tienen como objetivo principal enseñar cómo evitar la interceptación de comunicaciones y cómo defenderse de ataques de artillería», dijo el general Ben Hodges, comandante del Ejército de EE UU en Europa.