Crisis en Egipto
Ultimátum del Ejército egipcio a los acampados islamistas
El Gobierno da por fracasada la mediación internacional
Las autoridades egipcias vuelven a elegir la fuerza por encima del diálogo: después de varios días de encuentros y negociaciones con enviados internacionales, el Gobierno y la Presidencia interinos han dicho que el tiempo para hablar se ha agotado. Desde la UE hasta EE UU han intentado que las nuevas autoridades, encabezadas por el Ejército que derrocó a los Hermanos Musulmanes el 3 de julio, incluyan a los islamistas en la transición y no empleen la violencia, pero ésa parece ser la única posibilidad que queda sobre la mesa.
El Gobierno de Hazem Beblawy se reunió ayer por la tarde para estudiar la estrategia a seguir después de que la diplomacia haya fracasado y reiteró las amenazas de desalojar las acampadas que los islamistas mantienen desde hace más de un mes en protesta por el golpe de Estado contra el presidente Mohamed Mursi. El Ejecutivo dijo que la decisión es «definitiva» y pidió a los islamistas que se marchen lo antes posible, ofreciendo incluso transporte. Muchos de los que se encuentran acampados en la plaza de Rabaa al Adawiya o junto a la Universidad de El Cairo temen ser arrestados si abandonan esos territorios seguros, así como temen ser perseguidos en el futuro.
Las autoridades habrían esperado al final del Ramadán, así como la marcha de los incómodos testigos internacionales –ante los que hubiera sido demasiado vergonzoso y perjudicial para la imagen de Egipto– para dispersar los campamentos, una operación que acabará probablemente en un nuevo baño de sangre. Los Hermanos Musulmanes y sus aliados se mantienen firmes y se dicen dispuestos a resistir hasta el final. De hecho, la presidencia los responsabiliza del fracaso de las negociaciones y de «todo aquello que pueda ocurrir a partir de ahora».
La comunidad internacional no ha evitado un nuevo enfrentamiento: los Hermanos Musulmanes ya no tienen nada que perder y las autoridades que los reemplazan en el poder nunca han estado verdaderamente abiertas a un compromiso. Los enviados internacionales han pedido un diálogo y una reconciliación nacional que aparecen más lejanos que nunca, cuando cada vez menos voces apoyan una transición que incluya a la Hermandad y el «perdón» de sus errores pasados. El grupo juvenil «Tamarrud» (rebelión), que dio comienzo a la protesta que culminó con el golpe, ha dicho que rechaza cualquier acuerdo con los ex gobernantes y la reconciliación con éstos, así como la mediación internacional. La Presidencia egipcia, antes de dar por concluida esa mediación, había dicho que los esfuerzos diplomáticos estaban sobrepasando la línea roja de la injerencia y se mostró especialmente molesta con las declaraciones de los senadores estadounidenses John McCain y Lindsey Graham, que llamaron por primera vez, de forma clara, «golpe» al golpe de Estado. El presidente interino Adly Mansur ofreció anoche un discurso televisado para felicitar a los egipcios el final del Ramadán, asegurándoles que el país superará la actual crisis, como ya ha superado otros retos, conspiraciones y terrorismo en el pasado.
El Sinaí, zona de guerra abierta
La Península del Sinaí ha sido el territorio más caliente de Egipto desde el derrocamiento del presidente Mursi el 3 de julio. Desde entonces, las Fuerzas Armadas se han enfrentado a los islamistas radicales, que han lanzado ataques a diario: en esta guerra abierta han muerto 60 milicianos, decenas han resultado heridos y más de cien han sido arrestados, según los datos oficiales anunciados por el Ejército. También se han registrado varios asesinatos, el último ayer: un ex parlamentario, miembro del ya disuelto partido del dictador Hosni Mubarak, fue tiroteado cerca de la frontera con Gaza, donde se está concentrando la violencia. Abdel Hamid Silmi fue atacado a la salida de una mezquita.
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