Corea del Norte

Una cita sin ningún espacio para la improvisación

Así posaron Kim y Moon tras firmar la declaración para desnuclearizar la península. Es el mismo gesto que el de los protagonistas de anteriores cumbres cumbres
Así posaron Kim y Moon tras firmar la declaración para desnuclearizar la península. Es el mismo gesto que el de los protagonistas de anteriores cumbres cumbreslarazon

- En la primera vez en la historia que un líder norcoreano pisara tierra del Sur, nada podía dejarse a la improvisación. Cada detalle de la cumbre de ayer había sido estudiado hasta tal punto que las imágenes proyectadas mostraron más esperanza que los resultados reales de un encuentro repleto de buenas intenciones en el camino hacia la paz y la desnuclearización de la Península.

Cada una de las partes había medido al milímetro los gestos de sus líderes para un evento que iba a ser retransmitido en directo ante los ojos de medio mundo. Por eso, esta obra de teatro de la diplomacia internacional comenzó con los pasos que ambos dieron agarrados de la mano hacia uno y otro lado de la Zona Desmilitarizada –la frontera que les ha mantenido separados durante setenta años–, en un gesto que trataba de mostrar cómo las puertas de ambos países quedaban abiertas para el otro.

Ataviados con trajes elegidos para la ocasión, Moon lució una corbata en un tono azul claro similar al de la bandera de la reunificación. Por su parte, Kim vistió un traje oscuro estilo Mao, en lo que se interpretó como un mensaje a sus ciudadanos de que, pese a estar en territorio enemigo, mantenía su compromiso con los ideales de su abuelo Kim Il Sung, fundador de Corea del Norte y adalid de la invasión del Sur que desató la Guerra de Corea (un conflicto que aun sigue oficialmente abierto ya que no existe tratado de paz como tal).

Como no podía ser de otra manera en este país oriental, la simbología de la cumbre fue desde el menú elegido a los cuadros que decoraban las estancias de la reunión. Uno de los primeros detalles fue cuando ambos mandatarios replantaron un árbol que curiosamente germinó en la zona desmilitarizada en 1953, año en que se firmó el armisticio de la Guerra de Corea. Con agua y tierra traídas de las montañas y ríos de ambos lados de la frontera, abonaron este pino en un representativo gesto de unión de ambos territorios.

Las cálidas sonrisas y apretones de manos se sucedieron a lo largo de una jornada en la que la mayoría de los detalles iban en la misma dirección. Uno de los escenarios elegidos para tomarse fotos fue frente a una pintura del Monte Kumgang o Montaña Diamante, un lugar en territorio del Norte que coreanos de ambas partes consideran sagrado. Dentro de la sala de reuniones, los elementos escogidos también contaban con una historia detrás. Desde la disposición de los muebles de la habitación, que trataba de emular una vivienda tradicional coreana, a las flores que decoraban los jarrones. La mesa, que en su parte central medía 2.018 milímetros para simbolizar el año de la histórica cita, y las sillas dentro de la sala de reuniones se habían diseñado con un patrón que evocaba dos puentes que se unen, además de con la intención de reducir la «distancia psicológica» entre los presentes. En el caso de las flores, se pudieron oler peonías, símbolo de armonía y riqueza; margaritas, por la paz; y flores silvestres que se habían recogido en la Zona Desmilitarizada.

En la Casa de la Paz

La guardia de honor surcoreana, que escoltó a los jefes de Estado hasta la Casa de la Paz, tampoco pasó desapercibida al vestir trajes imperiales del siglo XIX que trataban de rememorar los tiempos en los que la Península todavía no había quedado dividida por la ideología y la guerra. Con la misma intención de volver a un momento en el que ambos países avanzaran hacia un futuro compartido, los líderes coreanos caminaron juntos sobre un puente peatonal que hay en la frontera, en un gesto que los coreanos interpretan como una forma de dejar atrás el pasado y caminar hacia un nuevo futuro unidos.

Hasta los platos que se sirvieron en la cena oficial, a la que asistieron las parejas de ambos líderes, tenían algo que contar. Marisco de la ciudad natal de Moon o una receta suiza que rememoraba los años que pasó Kim Jong Un en ese país, donde realizó sus estudios preuniversitarios en un internado (bajo pseudónimo). Todo eso sin olvidarse del postre, un mousse de mango que dibujaba la bandera de la unificación de Corea y que, antes de ser servido, ya había dado que hablar con la protesta formal de Japón por incluir en él unas islas que el país nipón reclama.