Caracas

Venezuela: «Hace tiempo que en esta casa sólo hay desayuno y cena»

La creciente escasez de alimentos y medicinas colapsa los hogares de los venezolanos ante la pasividad del régimen chavista

Venezolanos hacen cola ayer a la entrada de un supermercado de Caracas junto a una valla
Venezolanos hacen cola ayer a la entrada de un supermercado de Caracas junto a una vallalarazon

La creciente escasez de alimentos y medicinas colapsa los hogares de los venezolanos ante la pasividad del régimen chavista

Según pasan los días, las aglomeraciones que se forman en las puertas de los supermercados y las farmacias de Venezuela se multiplican. Pese a que Nicolás Maduro ha decretado el estado de excepción y de emergencia económica, con los que pretende controlar la crisis social y política que corroe el país, en las calles las necesidades tienen nombre y apellido: conseguir comida y medicinas. De este a oeste, en el interior del país y hasta en las zonas fronterizas, las colas son interminables, llegando a ocupar más de tres manzanas. A esto se suma que los venezolanos pueden comprar a través de su teléfono móvil dos veces por semana o la cesta de comida subsidiada por el Gobierno cada 15 días. Algo que los ciudadanos consideran intolerable. No hay harina de maíz con la que se hacen las tradicionales arepas, no hay leche en polvo ni líquida, tampoco aceite, mantequilla, azúcar, café, detergentes, toallas sanitarias ni pañales para niños y personas de la tercera edad. A la escasez de jabón, cuchillas de afeitar y champú se suma la de pan por falta de materia prima para hacerlo. En cuanto a las medicinas faltan antibióticos, antihipertensivos, antigripales, anticonvulsivos, antirrotavirus y algunas medicinas oncológicas. De igual modo, productos esenciales como las tiritas y los medicamentos pediátricos brillan por su ausencia en el país bolivariano.

Además del desabastecimiento, está latente el aumento del precio de algunos productos como carne, pollo, pastas, leche y al menos 500 medicinas esenciales, según anunció recientemente el vicepresidente económico, Miguel Pérez Abad. El escenario de escasez y desabastecimiento se vuelve más complejo con los cortes constantes de luz y la falta de agua en las principales zonas de Caracas y en el interior de Venezuela, sin contar la inseguridad, que incluso ha sido admitida por el mismo Gobierno. Es por ello que la oposición insiste a diario en que se celebre cuanto antes un referéndum revocatorio que logre un cambio que permita mejorar las condiciones de los venezolanos.

El decreto de estado de excepción, que fue publicado en la Gaceta Oficial el 16 de mayo, le otorga poderes a Maduro para utilizar el Tesoro Nacional sin previa autorización de la Asamblea Nacional, en manos de la mayoría opositora, y entre otros aspectos controlar los precios de algunos productos e, incluso, para administrar la distribución de alimentos.

La desesperación de los ciudadanos es insostenible y el estallido social es evidente. Josefina Losada, una mujer de avanzada edad, padece dos enfermedades crónicas: diabetes e hipertensión. Ahora su preocupación es doble, pues no consigue las medicinas para controlar la tensión desde hace al menos dos semanas y no puede llevar un régimen nutricional propio de un diabético. «No puedo darme el lujo de dejar de comer carbohidratos, la carne está muy cara y apenas ingiero proteínas. No puedo comprar edulcorante porque es carísimo», explica con tristeza a LA RAZÓN. Losada vive de una humilde pensión tras trabajar durante años para una institución pública y, pese a sus 69 años, aguanta el tipo durante horas en la cola de un establecimiento. Cuando por fin la atienden, el dependiente le dice que para poder suministrarle lo que pide deberá esperar otras cinco o seis horas. Decide buscar en otros lugares y, pese a que camina con dificultad, encuentra el apoyo de su nieto de 16 años, que la sigue en busca de productos de primera necesidad.

Por su parte, Carola Olivares tiene un hijo con autismo. Ella y su esposo viven con sueldo mínimo y con lo poco que ganan tienen que pagar comida, transporte y los servicios básicos. La crisis económica les ha golpeado fuertemente porque «desde hace tiempo en casa sólo hacemos desayuno y cena, se acabaron las tres comidas diarias». «Comemos en la mañana a eso de las diez, luego a las cinco de la tarde cenamos y no ingerimos nada más hasta el día siguiente. Antes comíamos con guarnición, ahora es imposible. Me da pena y siento vergüenza al tener que llevar al trabajo sopa de sardinas o plátano asado», destaca la joven madre. Como ella viven miles de venezolanos, a los que no les alcanza el sueldo para subsistir. Carmen González es ama de casa y relata que ha tenido que ingeniárselas para no desperdiciar ni una miga de pan. Antes le daba las sobras de la comida al perro, ahora se las comen ellos. «Si queda un poco de arroz, hago unas tortillas dulces de arroz; si queda pasta, hago una tortilla; si hiervo el pollo con esa misma agua, hago una sopa. También he tenido que hacer algunos recortes en las compras, ya no compro ni atún ni jamón, está muy caro y opté por comprar algunos fiambres y lo completo con condimentos», agrega.

Semanalmente los precios en panaderías, cafeterías y merenderos aumentan. Es necesario al menos el 10% de un sueldo mínimo para que una persona pueda comer en la calle. Las arepas, empanadas y postres son los más costosos. Marco Gouveia tiene un puesto de arepas y justifica a su manera la carestía de ingredientes básicos como la harina de maíz, el jamón, el queso, o el pollo. «No puedo hacer nada. La verdad es que nadie quiere trabajar a pérdida», revela.