Manifestaciones violentas

Hong Kong desafía a Pekín con una marcha ilegal y nuevos enfrentamientos

La Policía utiliza gases lacrimógenos y cañones de agua teñida de azul contra los manifestantes

Un manifestante con un bidón de gasolina en las protestas de esta mañana
Un manifestante con un bidón de gasolina en las protestas de esta mañanalarazon

La Policía utiliza gases lacrimógenos y cañones de agua teñida de azul contra los manifestantes

Nueva jornada de desafío en Hong Kong. Miles de ciudadanos volvieron ayer a salir a las calles para exigir a su Gobierno libertad y democracia pese a la prohibición de las autoridades, que habían ilegalizado una marcha que preveía ser multitudinaria. Por 13º fin de semana consecutivo, la ex colonia británica volvió a ser testigo del juego entre Policía y manifestantes que, como viene siendo habitual, acabó con la actuación de los antidisturbios y numerosos detenidos.

Para muchos, ayer era un día clave, ya que coincidía con el quinto aniversario de la negativa de Pekín a permitir el sufragio universal en Hong Kong y venía precedido de una jornada en la que fueron arrestados prominentes activistas en favor de la democracia. Por eso, parece que pese a la prohibición, los hongkoneses se echaron a las calles e insistieron en sus reivindicaciones. El legislador del Partido Cívico Jeremy Tam Man Ho, que fue arrestado el viernes y liberado bajo fianza aseguró a su salida de comisaría que la Policía lo había retenido con el fin de asustar a los ciudadanos. «Que me arrestaran ayer muestra que la Policía está tratando de intimidar a las personas para que no salgan a las calles», afirmó.

Sobre las 12:00 hora local, numerosos hongkoneses comenzaron a congregarse en una pista deportiva del barrio de Wan Chai con la excusa de participar en un encuentro religioso. Con ese pretexto –las concentraciones religiosas no requieren de permiso policial– marcharon hacia la catedral de San John, en el barrio de Central. Pero la protesta se ramificó con ciudadanos congregándose en los alrededores del Parlamento y las oficinas de Gobierno; en el distrito comercial de Causeway Bay; o en los cuarteles generales de la Policía.

«Libertad para Hong Kong, democracia ya» o «Resiste Hong Kong» fueron algunas de las consignas que los manifestantes coreaban en su ordenada marcha pasada por agua en varias ocasiones, y no fue hasta entrada la tarde cuando comenzaron los disturbios. Algunos de los ciudadanos congregados a las puertas del Parlamento, que había sido cercado con barricadas hechas con bidones de agua para evitar el asalto que sufrió hace unas semanas, lograron llegar hasta la entrada, donde arremetieron de nuevo contra las puertas con barras y a paraguazos.

Mientras, al otro lado del edificio oficial, la Policía dispersaba a los ciudadanos que habían ocupado la carretera con gases lacrimógenos y cañones de agua azul, una nueva táctica que permitió dejar marcados e identificables a todos los manifestantes que iban siendo alcanzados. Tras un par de horas con lanzamiento de adoquines, cócteles molotov y piedras incluidos, los cuerpos de seguridad que aparecieron por los tres costados del lugar recuperaron el control y dispersaron a los congregados.

Pero más allá de retirarse a sus casas, se fueron agrupando en otras áreas de la ciudad. Entre ellas, en el distrito de Wan Chai, donde acabaron levantando una barricada que cortaba la calle y a la que prendieron fuego. Las cargas policiales y el lanzamiento de todo tipo de objetos se sucedieron mientras les sobrecogían a algunos residentes de la zona, que vieron cómo policías infiltrados vestidos de negro –el color de las protestas– se llevaban a los manifestantes a rastras. A última hora, los antidisturbios patrullaban por las calles de diferentes barrios de la ciudad para evitar que se repitieran los incidentes.

Peo el agua y el fuego de ayer fueron una muestra irrefutable de la frustración y determinación en los dos bandos de un conflicto que supone la peor crisis política de Hong Kong desde que volviera a manos chinas en 1997. El Gobierno no da su brazo a torcer y se mantiene firme con el apoyo de Pekín, mientras los manifestantes están decididos a no ceder hasta que se cumplan sus reivindicaciones.

Si bien todo empezó como una protesta para paralizar el proyecto de ley de extradición que hubiera permitido enviar a los detenidos en este territorio a China, sus exigencias pasan ahora por la dimisión de la jefa de Gobierno, Carrie Lam, una investigación independiente sobre los supuestos abusos cometidos por la Policía en las protestas; la puesta en libertad de los detenidos; y la reapertura de un proceso de reformas democráticas. Por el momento, no se atisba el final de un conflicto que se antoja largo.