Crisis migratoria en Europa
Zaid sueña con ser CR7
El benjamín de la familia, que ya juega al fútbol en las calles de Getafe, fue recibido ayer por Florentino en el Bernabéu y mañana visitará a Cristiano.
La guerra en su país lo hizo tomar una de las decisiones más difíciles de su vida al mayor de los hijos de Osama, Mohammad, de 18 años, que recorrió el viaje solo en un pesquero de madera. Dos semanas después y con un increíble esfuerzo de por medio logró llegar a Alemania, el sueño de la gran mayoría de refugiados que emprenden el largo camino desde Siria. Tan sólo unas semanas más tarde su padre y su hermano emprendieron el mismo viaje.
Ya a salvo en Madrid y muy cerca del que será su nuevo hogar en Getafe, Mohammad reconoce en un perfecto inglés a LA RAZÓN estar abrumado por la atención mediática que ha levantado su familia: «Sólo tengo palabras de agradecimiento a España», asegura. Quiere estudiar en Madrid y ser un buen hermano mayor para el pequeño de la casa, Zaid, de tan sólo siete años y que juega sin parar al fútbol, enfundado en una camiseta del número siete del Real Madrid, Cristiano Ronaldo. Cualquier sitio es bueno para patear la pelota, la acera de la calle que está frente a su casa, las oficinas de Cenafe... A él lo único que le importa es jugar al fútbol. Sortea a la gente por la calle, no habla español, anuncia su paso con un sonido de labios. Osama, un orgulloso padre, refleja en sus ojos la ilusión de saber que sus hijos tendrán un futuro, «Zaid siempre ha estado muy vinculado al fútbol, siempre me acompañaba al campo de juego en Siria», «le encanta el fútbol, pero más Cristiano Ronaldo», asegura.
El benjamín de la familia juega en las calles de Getafe igual que jugaba en las calles y campos de Siria, no nota la diferencia. «Siempre ha estado a mi lado, a pie de campo», asegura Osama. Su «sueño» es ver jugar a su equipo y conocer a su ídolo. Aun más emocionado esta el pequeño después de que ayer, el presidente del Real Madrid, Florentino Pérez, le diera la noticia de que el club invitaba al palco del estadio Santiago Bernabéu para ver jugar a CR7 y, con suerte, a dar un par de toques con él. Será mañana cuando acuda al templo blanco para ver jugar a su «equipo preferido». No se separa del balón, lo lanza al aire, juega con su hermano y sólo lo deja de lado cuando un vecino, Juan Carlos, se acerca a él y le invita a un helado. No entiende, pregunta a Mohammed, el intermediario que les ha acompañado durante todo el camino, el que le traduce. Zaid corre a la sala donde se encuentra su padre para preguntarle si puede aceptar la oferta. Vuelve, con el permiso paterno y con ganas de comerse un helado. «Conozco su historia», asegura el vecino. «Sé que si nosotros nos encontráramos en la misma situación que ellos, harían lo mismo por nosotros», asegura Juan Carlos. «El respeto natural», ése por el cual se regía el mundo hace no muchos años, añade el vecino. Ayer, Osama, Mohammad y el pequeño Zaid empezaron el primer día del resto de su vida muy cerca de Madrid, en Getafe, una ciudad de la que, asegura el padre, «me he enamorado».
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