Estreno
«La lapidation de saint étienne»: Una muerte indigna
Dirección: Pere Vilà i Barceló. Intérpretes: Lou Castel, Marie Peyen, Luis Rego, Elsa Toro. Duración: 82 min. España-Francia. 2012. Drama.
En el cuadro de Rembrandt de homónimo título a la espléndida película de Vilà, un haz de luz ilumina el rostro del diácono de Jerusalén mientras sus verdugos lo matan a pedradas. En un segundo plano, el holandés se autorretrató como participante arrepentido de la lapidación. ¿Se coloca Vilà en la misma posición que Rembrandt? En cierto modo, sí: no podríamos contemplar los últimos días de Étienne en esa casa invadida por iconos y espíritus sin que el cineasta tome partido en la lapidación. Los espectadores también lo ejecutamos un poco al contemplar có- mo su soledad arrastra los pies por los pasillos, cómo talla su última obra, cómo pinta las líneas eléctricas de un sueño, cómo soporta la crueldad de los que quieren de-sahuciarle. No hablamos de una mirada morbosa, ni tampoco de que sólo esté motivada por la denuncia social –aunque Vilà confiese haberse inspirado en esas noticias que hablan de ancianos con síndrome de Diógenes. El filme demuestra que toda muerte es indigna, aunque esté cocida a fuego lento bajo la llama de la lucha. Lo más interesante de este personaje enigmático es, sí, sus ganas de luchar. Su vida es un acto de resistencia, o de protesta, y la película, bañada en claroscuros, se contagia de ese ánimo. La resistencia al olvido, la protesta por ser expulsado de la isla de los náufragos. El cuerpo de Castel lo dice todo: extraordinario, es también un muro de contención, una bestia que no se deja vencer tan fácilmente. La cinta es la crónica de un vía crucis y aunque es inevitable que suframos lo que sufre Étienne (los últimos 20 minutos son especialmente duros), hay un agujero negro, el de la filiación. Si su hija Jeanne, embarazada para más inri, se comporta con él como un monstruo, ¿no es que nuestro santo lo fue alguna vez?
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