Autodefensa paranoide

Qué tiempos aquellos en los que cuando un hombre estaba harto del mundo podía apuntarse a la Legión Extranjera; ahora deberíamos apuntarnos a la Legión Extraterrestre.

Qué tiempos aquellos en los que cuando un hombre estaba harto del mundo podía apuntarse a la Legión Extranjera; ahora deberíamos apuntarnos a la Legión Extraterrestre. El hecho de que, semanas atrás, un demente enfermizo y maleducado fusilara en un colegio norteamericano a veinte criaturas inocentes es uno de esos momentos, de rara solemnidad, en que se puso de acuerdo todo el planeta para manifestar su horror y repulsa. Por un momento, llegué a pensar que esa excepcional unanimidad nos acercaba un poco más al moralmente exigible control mundial de la venta de armas. Pero, a la semana siguiente, aparece un director de escuela americano poniendo en práctica lo que él cree una solución: llama a sus maestros y les propone acudir a clase armados para defenderse en casos similares. Es como llevar a un hombre a un cementerio para levantarle el ánimo. Yo no dudo de que la especie de infante retardado que ha propuesto esta medida pasará pronto a encontrar trabajo como orinal en los lavabos de su propia escuela, pero mientras tanto, la indignación y sublevación interna que provocan este tipo de afrentas sólo admite responderla con dos tipos de grandes decisiones: o apuntarse a la Legión Extraterrestre o tomar un baño caliente para calmarse. Escojo la segunda.

Lo que ningún SPA o sauna podrá calmar es la repugnancia frente al desprecio por la vida de los niños. En Rusia, prohíben las adopciones por ciudadanos americanos de niños enfermos, como revancha porque éstos han vetado la entrada en EE UU de funcionarios rusos enriquecidos indebidamente. En Pakistán disparan contra enfermeras que vacunan a niños, porque los talibanes analfabetos desconocen los virus y piensan que las vacunas son venenos extranjeros. Son dos caras de la misma autodefensa paranoica. Ese sintagma me hace pensar en Artur Mas. Hay todavía tantos baños que tomar.