La Razón del Domingo

Diez años después del «gordo»

Los más prudentes pueden soportar la crisis sin agobios

Diez años después del «gordo»
Diez años después del «gordo»larazon

A mí me gusta la cerveza», cuenta Félix Hernández. «¿Qué hago?, ¿dejo de trabajar y me dedico a ir a los bares?», se pregunta aquel a quien le tocó el «gordo» una vez y después le volvió a premiar la suerte en un nuevo sorteo. Los amigos le suplican que sea él quien les compre los décimos, pues está claro que la estrella le acompaña. La vida le ha resultado más fácil desde entonces. Dejó un trabajo que no le gustaba y hoy es socio de una empresa de transportes, donde también trabaja su hijo. Félix se casó con 17 años, en seguida tuvo a uno de sus hijos y sólo podía trabajar y trabajar para mantenerle. Ésa es su forma de vida; lo que aprendió. La lotería, aunque le ayudó, no cambió una existencia de trabajo y esfuerzo.

No siempre es así. Félix conoce casos de conocidos que no pueden contarlo con tanta mesura y tranquilidad. Cuando toca el primer premio, todo cambia. Hay una asociación de mujeres en Asturias que prefieren no contestar cuando se les pregunta por teléfono cómo cambio el «gordo» sus vidas. «Se rompieron amistades», se quebró lo que había, pero no dan más detalles. «No quiero hablar», continúa nuestra interlocutora, antes de colgar. En Segovia tocó hace doce años. Un súper repartió «la suerte» entre sus habituales compradores pero hubo gente que esa vez no compró el número... Días después llegaron al súper, amenazando: que siempre adquirían un décimo, que suponían que les iban a guardar uno. Decían sentirse engañados.

Dinero negro

Antes de pensar en los coches de alta gama o en las reparaciones en las casas, lo primero es contestar al teléfono. Un vecino de Segovia que hace años se hizo rico cuenta que nada más llegar a casa, tras conocer que llevaba un décimo premiado, hubo de contestar a las llamadas. Le ofrecían comprar su premio por cinco millones más. Tuvo que quitárselos de encima así como a los delegados de los bancos, que llegaban con prisa para aconsejarle su entidad como la mejor para depositar el dinero. Su juicio: «Vas al banco y depositas el décimo. Te dan una justificación con una copia del décimo y en un par de semanas te dicen que ya te han hecho el ingreso».

Es entonces cuando ya puedes empezar a hacer planes. Este segoviano invitó a una comida a los amigos y otra a los familiares. Su vida cambió menos que el paisaje de la ciudad: en tiempos de la burbuja inmobiliaria, los precios de los pisos subieron aún más porque la gente podía pagarlos. Las casas tuvieron mejor aspecto y se vieron coches de alta gama por las calles.

Un primer premio de hace diez años cambia la vida, pero ¿es suficiente para superar la crisis que estamos viviendo? A Diego García Tudela, entonces presidente del Club de Fútbol de Vélez Rubio (Almería), le tocaron 400.000 euros por los dos décimos que jugaba, en 2002. Apenas tenía 30, «pero no hubo ni angulas, ni Moët Chandon, ni viajes a Acapulco o Maserattis. «Tan sólo invertí parte de aquello en sanear mi empresa de patatas fritas "La Velezana", que a día de hoy sigue en marcha. He podido trasladarme y aunque no he creado puestos de trabajo debido a la crisis, sí he podido mantener los que teníamos y continuar con el negocio con mejoras y nueva maquinaria».

Aunque han pasado los años, el colchón ayuda a soportar la crisis «No niego que afrontas el presente con más tranquilidad, máxime cuando tengo dos hijos de 13 y 10 años y toda una formación que ofrecerles por delante... Pero ¡ni coches ni cambio de casa, ni divorcio, ni nada de nada! No hice ninguna locura y seguí con mi vida de siempre, ahorrando para cuando vinieran las vacas flacas. ¡Y parece que no hice mal!», argumenta con tono pausado mientras asegura que no le queda ningún capricho por darse: «Soy muy del día a día. He cubierto los huecos que podía tanto en mi vida como en mi entorno familiar, y ese fue mi gran premio». «Ni siquiera –asegura– se me arrimaron muchos llamados nuevos amigos; a lo sumo algún conocidillo de nuevo cuño, pero nada raro. Supongo que el gran galardón fue permitirme continuar con la vida que quería llevar».

Diego o Félix están llevando la crisis con menos problemas que otros españoles. Ellos han sabido administrarse como nos enseñaban nuestros mayores. No todos supieron hacerlo igual: «Hay de todo–cuenta Félix–. Por esta zona, en Almería, mucha gente fue agraciada y no todo el mundo ha acabado bien. Yo tuve un tropezón de mala suerte, con un timo por parte de una persona con la que iba a hacer un negocio. Eso le puede pasar a cualquiera que tenga dinero. Pero conozco gente que la ilusión le hizo explotar y que ahora en tiempos de vacas flacas están en la ruina».

Como sucedió en Segovia, en Almería o en Vélez Rubio, la gente enseguida compró pisos, porque era la gran inversión de esa época, cuando parecía que la burbuja inmobiliaria no iba a explotar jamás y el dinero se multiplicaría como los panes y los peces. «Era la ilusión de comprar con el premio ganado–cuenta Félix– y ahora están malvendiendo, poco menos que sin un duro».