Estados Unidos

EE UU, civilización y violencia

EE UU, civilización y violencia
EE UU, civilización y violencialarazon

En Estados Unidos, en el año 2012, hubo al menos once grandes asesinatos en masa con armas de fuego y al menos 81 asesinados con decenas de heridos graves. La sociedad más evolucionada y civilizada es también la más activa y violenta. Muchos de los criminales en masa son muy jóvenes como el chico de 22 años que en Oregon penetró en un centro comercial con una máscara protectora de hockey y armado con un rifle. Empezó a disparar a los clientes, al azar, y luego volvió el arma contra sí mismo y se quitó la vida.

En Tulsa, dos individuos, uno de ellos de 19 años, montaron en un coche para salir a «cazar negros». Dieron muerte a tres desconocidos. Al parecer se trataba de una venganza. En Ohio, un chico de 17 años penetró un centro de Secundaria y se dirigió a la cafetería, donde mató a otros tres adolescentes.

En estos tres hechos catastróficos hay siempre una constante: las armas de fuego, pero por encima de ésa hay otra más poderosa: el impulso de matar. En Wisconsin, un ex marine se coló de forma violenta en un spa y dio muerte a tres mujeres. Venía de un matrimonio desgraciado y su esposa acababa de obtener una orden de alejamiento, lo que incluía la prohibición de portar armas. Pero nada pudo pararle. En Georgia, otro tipo talludito, Jeong, de 59 años, llegó al negocio familiar armado y disparó sin piedad contra hermanos y cuñados. Cinco muertos, y se quitó la vida con el último disparo. Dos hechos sorprendentes protagonizados por asesinos de mediana edad que, heridos en su orgullo, reaccionan contra colectivos que según ellos les amenazan.

En Seattle, un chalado de 40 años abrió la puerta de una cafetería, se coló dentro empuñando una pistola y disparó contra los clientes. Estaba en tratamiento mental. ¿Qué falló aquí? Para algunos, el psiquiatra, que no supo aplicarle un tratamiento acertado; para el resto, el hecho de que hasta los locos tienen armas en EE UU.

En Minnesota, Andrew se tomó por las bravas la orden de despido. Con una pistola mató a sus jefes, al dueño del negocio y a unos compañeros. En total, siete víctimas. Seguramente lo esencial no era el impulso sino que disponía de un arma a mano, y de ahí el deseo de agotar la munición.

En Wisconsin, el miembro de una banda musical xenófoba que canta su odio a los judíos, negros y homosexuales penetró en un templo sij y abrió fuego con el resultado de siete asesinatos. Luego, se suicidó. Era miembro de la banda Definitive Hate. En California otro asesino talludito entró en un centro cristiano y mató a varios alumnos tras alinearlos contra un muro. Parece que en estas últimas catástrofes cuenta sobre todo el impulso de odio racial o religioso.

En el verano James Holmes entró en una sala de cine en Denver, Colorado, y disparó contra los espectadores de la última película de «Batman». Mató a doce e hirió a cincuenta y ocho.

La última fue la de mayor impacto porque tuvo lugar en una guardería. Adam Lanza, de 20 años, dio muerte a veinte niños a los que remató a conciencia. También asesinó a seis adultos y se quitó la vida. Primero acabó con su madre de un disparo en la cara y luego mató a los niños a los que odiaba porque recibían más cuidados que él.