Francisco, nuevo Papa

El Papa Francisco

El Papa Francisco
El Papa Franciscolarazon

Tras su entronización como Papa Francisco, el viejo jesuita Bergoglio recibió a los representantes de todas las confesiones religiosas que quisieron acudir a Roma. El Vaticano no invitó a nadie y dejó abiertas las puertas a las autoridades civiles y religiosas que deseaban asistir, hasta el tétrico Mugabe, por cuya presencia no le pedirán cuentas al obispo de Roma. Siendo este diálogo interreligioso «in aeternum», resulta paradójico que se haya avanzado más entre católicos y judíos que con otras confesiones como la ortodoxa. Fue un acto de humildad nada dogmático. Pero los humildes son beneficiarios de las potencias de su alma, mientras la austeridad es un duro ejercicio volitivo de picapedrero. Las primeras gestualidades de Francisco son un descenso a las profundidades de aquellos desasistidos que practican la austeridad de la necesidad: el anillo, el coche, el cambio del armiño por el borrego, los zapatos negros con cordones... Gestos que se agradecen desde que Juan XXIII prescindió de la silla gestatoria a la que llamaba «trasto». Hay que imaginar a Bergoglio por el barrio bonaerense de Flores para entender que el amor sin austeridad es profano.