La Razón del Domingo
El personaje de la semana: Cardenal Joseph Ratzinger
Recupera su nombre el viejo ratón de biblioteca. Un jesuita español, condiscípulo suyo, explica que Ratzinger siempre fue hombre de pensamiento abstracto y que la tiara no convenía a sus aspiraciones personales. Un ventero del Camino de Santiago tiene una nota de agradecimiento firmada por Ratzinger con un Benedicto XVI entre paréntesis años antes de sentarse en la silla de Pedro, como guiño o pícara premonición. Quienes le han tratado coinciden en que estará muy a gusto en el convento de monjas españolas al que se retira. Ya no callejeará por Roma husmeando librerías y, como Pontífice, le llevarán los libros al claustro porque seguirá estudiando, que es lo que le place. Nos costará a los demás distinguir entre el obispo de Roma que fue y el cardenal hasta su óbito. Si la vocación de Juan XXIII era la de cura de pueblo, la de Ratzinger sería la de bibliotecario del Vaticano, desempolvador de arcanos. Se va un hombre de Dios. Pero se queda.
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