La Razón del Domingo
El que resiste, gana
Vivimos entre dos poderosas mujeres: Lagarde, directora del FMI, y Merkel. Rajoy contempla una economía más expansiva porque la recesión no genera empleo. Este año toca resistir como sea
Camilo José Cela repetía mucho el lema de «el que resiste, gana», creo que aplicándolo a su propia vida y obra. Era gran acuñador de frases destellantes, rijosas o hilarantes. Luego, estudiando la Gran Guerra, la filosofía del atrincheramiento y la teoría de la inútil Línea Maginot, descubrí que la máxima de Cela era el del Alto Estado Mayor francés. Con él afrontaron la II Guerra Mundial y fueron desbordados por los flancos por un arte militar menos pasivo. Pero el supuesto sigue sirviendo para la vida civil. Con un índice lujuriante, amazónico de desempleo y sin crédito para pymes y familias, no se ven por parte alguna aquellos brotes verdes con que nos engañaba conscientemente la olvidable ministra Elena Salgado, que o contemplaba el nacimiento de los cardos borriqueros o sufría alucinaciones tras sus prácticas de zen caliente.
El Foro Económico Mundial reunido esta semana en Davos ha deparado la enésima exhibición de esas chicas ucranianas que protestan por todo el mundo mostrando los senos, aunque cuidando todas de ser veinteañeras y anoréxicas, lo cual es poco feminista. Y es que Italia y España vivimos entre dos mujeres poderosas: Christine Lagarde, directora-gerente del FMI y la omnipresente e irreductible Angela Merkel. La francesa nos advierte contra el relajamiento, pero al menos nos alivia con que el ritmo de reducción de déficit está siendo demasiado acelerado. Lo que supone un reposapiés para Rajoy. Thomas Mann situó en Davos (Suiza) el hotel antituberculoso de «La montaña mágica», donde los residentes vivían felizmente aislados ajenos a que a sus pies se estaban despertando los cañones de agosto de 1914 que arrasarían Europa como ahora. Davos siempre ha tenido algo de limbo, de quien oculta sus dolencias y contempla el sufrimiento ajeno con catalejo.
El presidente Rajoy estaba en Chile, donde mantuvo dulces discrepancias indirectas con la canciller Merkel. El español contempla la necesidad de una economía más expansiva (la recesión no genera empleo) y la alemana replica un poco borde que Berlín ya hizo sus deberes y que lo que necesita España es exportar más. De una forma u otra todos coinciden en que este año sólo cabe resistir. El moderador de los exquisitos de Davos, el analista británico Martín Wolf, sostuvo que la eurozona es un agujero con riesgo de tensiones sociales. Eso sí que está escrito en el viento, aunque la resistencia de la sociedad española es admirable, a menos que los sindicatos decidan lo contrario. Alfonso Guerra va mucho más allá y pronostica disturbios violentos si continuamos enroscando las tuercas. Guerra peca de alarmista porque hasta la estadística policial admite que se reduce la delincuencia, particularmente la de necesidad. Todavía podemos decir que la mayoría social española, y especialmente la afectada directamente por la crisis, se aferra como los militares franceses a resistir para ganar. No hay plan B.
París-Tombuctú
Hace millones de años leí el relato del primer «raid» automovilístico París-Tombuctú organizado por Renault como prueba de resistencia. Aquellos pilotos de comienzos del XX eran considerados épicos, como los pioneros de la aviación, y la capital africana era el resto de un imperio fabuloso, culto y esclavista. Acababa de morir mi perra samoyedo «Eva Duarte de Perón» (siempre escojo perras y las bautizo con referentes totalitarios o populistas y mi actual labrador se llama «Blondy», como la pastora de Hitler) y estaba desolado. Por ver como escribía el estadounidense Paul Auster, que empezaba a ponerse de moda en España, me engolfé en su novelita canina «Tombuctú», paraíso imaginario donde tras la muerte los perros y sus amos pueden por fin hablarse. La mascota de un mendigo fallecido vaga buscándole por Los Ángeles hasta que, desesperado, se suicida entre los coches para llegar a Tombuctú. Lloré más que María Magdalena, aunque no tanto como por lo poco destacada noticia de la quema de la biblioteca de la ciudad liberada de los fundamentalistas por los paracaidistas franceses. Tal como la Biblioteca de Alejandría; como los Budas gigantes de Bamiyán. Miles de manuscritos del siglo XIII. El fracaso de la Primavera Árabe y la invasión de los bárbaros del África sudoccidental se revela con la quema de la Biblioteca de Tombuctú, la validez de la alianza de civilizaciones, propuesta por un bien pensante analfabeto funcional. Peor que la crisis sería la pérdida de Mali. En Madrid quemarían el Museo del Prado y entonces sí que tendríamos que ponernos a llorar.
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