La Razón del Domingo
La mordaza de los «pingüinos»
La presidenta saca toda su artillería en el Congreso y en los juzgados contra el «opositor» Grupo Clarín para acabar la batalla que empezó su marido
La urgencia con que el Congreso argentino, dominado por el kirchnerismo en su tercer periodo de gobierno, sancionó la ley sobre el papel Prensa; su coincidencia con una posible intervención judicial y otras escaramuzas recientes contra el Grupo Clarín confirman no sólo que esa guerra continúa sino que, además, se recrudece.
Son varios los frentes abiertos por el Gobierno para desgastar al principal grupo multimedia del país. La presidenta, Cristina Fernández, condena a «Clarín» públicamente por jugar un rol de «opositor» a su Gobierno; impulsó en el Congreso una ley de medios –que pretende «apagar» varios canales del grupo–; envió a un equipo de inspectores de la Dirección General Impositiva, la AFIP, a investigar a varios periodistas, y Héctor Horacio Magnetto, CEO del emporio de comunicación, denuncia que agentes de la Side –servicios secretos– siguen sus movimientos.
Antes de que se cumpliera un mes de su segundo mandato, la presidenta logró –sin dificultad, con un Congreso abrumadoramente favorable– la sanción de la nueva ley sobre Papel Prensa, que podría ser expropiada la semana que viene, según un nuevo proyecto. No cabe duda sobre su intención: dañar a «Clarín», quitándole el control sobre la producción de papel del diario. La ley declara de interés público la producción de este insumo, ordena la distribución equitativa entre todos los periódicos del país, prevé una mayor participación accionarial del Estado en la papelera y un aumento de la producción hasta que llegue a abastecer toda la demanda nacional. «El Estado nacional tiene que defender el principio del bienestar general y el interés común, y no licencias adquiridas al calor de la dictadura militar», asegura a LA RAZÓN Beatriz Paglieri, ex representante del Gobierno en Papel Prensa.
De la otra parte, el gerente de comunicaciones de «Clarín», Martín Etchevers, nos aclara en su sede que «claramente es una ley con nombre y apellido que se dictó con el objetivo de amordazar a las voces independientes de Argentina».
Otras fuentes internas del grupo confiesan a LA RAZÓN que ya se han abastecido. «Tenemos insumos para aguantar dos años, nuestros almacenes están llenos de papel». Durante los días pasados también se especuló sobre una posible intervención del Grupo. «Nuestros jefes nos reunieron y advirtieron sobre un posible allanamiento el pasado lunes, aunque nunca se concretó», añade un trabajador que prefiere guardar el anonimato.
Además, no satisfecho con la escandalosa distribución de la publicidad oficial, que el año pasado alcanzó la suma bruta de 1.800 millones de dólares (1.300 millones de euros) y que prácticamente excluye a los medios no alineados con el poder político, el Gobiernoinstalóun cepo publicitario privado que no reconoce antecedentes a nivel internacional y que configura uno de los más graves ataques a la subsistencia de la Prensa independiente desde el retorno de la democracia. En la actualidad, la publicidad del grupo ha descendido un 80%.
De poder y desamor
En respuesta, el diario realiza coberturas ferozmente opositoras (no sólo críticas) desde el 2008. El sistema es el siguiente: «Clarín» ofrece cierto control sobre la información que brinda a su audiencia a cambio de beneficios económicos o estratégicos. Con la aplicación de este «modelo», que imperó durante al menos los últimos treinta años en el país, «Clarín» –no el único medio que lo practicó, pero sí el que lo hizo más decidida y eficientemente– se convirtió no sólo en uno de los principales grupos económicos, sino en uno de los virtuales factores de poder del país, lo que fue, desde siempre, uno de sus objetivos.
Durante las dos presidencias de Carlos Menem, «Clarín» se convirtió en el grupo multimedia que es hoy. Compró Canal 13, blanqueó la propiedad de Radio Mitre, construyó Multicanal con la adquisición de cientos de canales de cable de todo el país, se convirtió en el dueño exclusivo de la transmisión por TV de los partidos de fútbol de Primera División, entre otras empresas –de telefonía celular, espectáculos...–. Se convirtió en un eficaz lobista ante el Congreso, la Justicia y la clase política. En los últimos años de gobierno menemista, la relación empeoró y los escándalos por corrupción comenzaron a ser portada.
Con la excepción de la presidencia de transición que supuso el Gobierno de Fernando de la Rúa tras el corralito, la lucha de poder entre «Clarín» y los gobiernos democráticos había transitado un crescendo. Con Néstor Kirchner, alcanzó su apoteosis.
Pero no de inmediato. Kirchner llegó al gobierno con un apoyo social minúsculo. Enseguida trazó una línea entre aliados y enemigos en la Prensa: concedió a unos el acceso a la información y primicias, y retribuyó a otros con silencio informativo y una confrontación pública en la que los señaló como opositores políticos. Kirchner eligió a «Clarín» como aliado. Como sus predecesores, Kirchner creía que el «buen trato» a «Clarín» le garantizaría su apoyo. Magnetto obtuvo de Kirchner, entre otras cosas, la aprobación para la fusión de Multicanal y Cablevisión y la promesa de la adquisición de una parte de Telecom. ¿Por qué se terminó el romance? No hay una sola explicación lineal, sino múltiples y complejas. Sin embargo, todas responden a una perspectiva egocéntrica del ex presidente, que incluye su obsesión por el poder, su paranoia, su deseo de venganza y el miedo a que los jueces lo mandaran preso.
Un día de 2008 se lo dijo sin rodeos a un empresario de medios al que convocó en su oficina blanca de Puerto Madero, cuando se aburría en busca de un rol para no opacar a su esposa presidenta. «El poder de un presidente en la Argentina es inversamente proporcional al poder de "Clarín". Yo no voy a terminar preso. Yo voy a seguir en libertad. Porque voy a tener el suficiente poder económico como para evitarlo», le confió.
En el libro «Pecado Original», Rodrigo Herrero cuenta los detalles de esta relación tortuosa. «CFK no llevaba cien días en el gobierno cuando se produjo la ruptura; "Clarín"se alineó con la llamada protesta del campo; en respuesta, los Kirchner abrieron un frente de batalla tras otro, apuntaron a dañar a "Clarín"en sus negocios e intereses directos: le quitaron la exclusividad de los partidos de fútbol, impulsaron una nueva ley de medios que ataca la concentración de propiedades de Clarín, declararon caduca la licencia de Fibertel –servicio de internet–, enviaron al diario un batallón de agentes de la AFIP, etc.», afirma.
«Hasta intentaron meter preso a Magnetto, acusándolo de haber participado del secuestro y torturas de la familia Graiver, a la que los diarios y la dictadura compraron (quitaron, según la denuncia) Papel Prensa», agrega.
La pelea por la supervivencia será cruenta. Ya lo dijo el secretario de Comercio, Guillermo Moreno, «la guerra con "Clarín"no es por dinero, es política, es por poder». ¿Pero cómo resistir varios años más? «Clarín» ha visto disminuir su prestigio, su dinero y su influencia. ¿Cambiará para sobrevivir? ¿Aceptará lo que parece el resultado claro del enfrentamiento: que el modelo en que basó durante décadas su relación con el poder político ha terminado?
Hay una cosa clara: ya no hay vuelta atrás. El próximo objetivo son las legislativas. Una derrota del oficialismo insuflaría oxígeno al multimedios, que recuerda amenazante en sus distintos editoriales: «Los gobiernos pasan, pero "Clarín"prevalece».
Jorge Lanata, la bestia negra del oficialismo
En los estudios de Radio Mitre corren el champán y las empanadas. Se acaban de conocer los nuevos resultados y, por primera vez en una década, vuelven a ser líderes de audiencia. Lanata comanda esta subida. Entre corte y corte de su programa, atiende a LA RAZÓN. «En los 90 era distinto. Con Carlos Menem se pedía una coima (soborno) a las empresas, ahora se les pide un tanto por ciento de la empresa. De esta manera, el Gobierno se asegura el control y que las coimas sean continuas». Y agrega: «No me cabe la menor duda de que Néstor blanqueó dinero con ayuda de Báez y otros empresarios, y que tiene varios millones en cuentas suizas». Pero Lanata sabe que podría tener los días contados. Tras los nuevos escándalos de corrupción destapados en su programa de televisión «Periodismo Para Todos», el Gobierno lo tiene en la mira. Desde que comenzó la nueva temporada, Lanata y su equipo han denunciado una red de empresarios que se enriquecieron a la sombra de Néstor Kirchner y que le ayudaron a sacar dinero a paraísos fiscales. Además ha presentado pruebas de la existencia de una bóveda construida en la mansión de los Kirchner que, supuestamente, estaría repleta de dinero proveniente de la corrupción.
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