Argentina
La revuelta de la nueva clase media
Nadie pone en duda el enorme salto que ha pegado Brasil en los últimos quince años, ni su crecimiento económico, que parece satisfacer a la mayoría, aunque la inversión en gasto social no se corresponde con el desarrollo y hay un verdadero abismo entre clases. El profesor de Economía Internacional y Desarrollo de la Universidad Complutense de Madrid (UCM) Jorge Fonseca cree que el Gobierno brasileño debería hacer un esfuerzo extra en el terreno social por su atraso histórico, sobre todo en comparación con países como Argentina o Chile. En gasto social, Brasil invierte por habitante justo la mitad que su vecino argentino. La Sanidad y la Educación son claramente deficitarias y, según Fonseca, estarían en la raíz de las protestas. La Universidad pública cubre menos que la privada, que además de costosa deja bastante que desear. Lo mismo ocurre con la atención hospitalaria. El profesor Fonseca destaca el hecho de que cerca de 30 millones de personas hayan abandonado la pobreza en la última década, aunque hay que tener en cuenta que muchas veces sólo se trata de una cuestión numérica y de estadística y los supuestos ex pobres siguen pasando muchas necesidades. «Si en el caso de España y de otros países europeos en crisis la población lucha por no perder sus derecho sociales, allí aún están peleando por tenerlos», continúa Fonseca.
Este economista traza un paralelismo entre China y Brasil, ambos competidores en el sector industrial. Pese a lo que pueda parecer a priori, los dos países no están tan lejos en el Índice de Desarrollo Humano que se establece todos los años en función de parámetros de bienestar social. Brasil ha ocupado este año el puesto 85, China, el 100, y España quedó en el número 23.
Jorge Fonseca considera que la subida en el transporte no fue más que la espita que abrió la crisis. Sin embargo, un incremento de 20 céntimos para alguien que coge varios autobuses o metros al día en un país con un salario mínimo de 237 euros no es baladí. Eso, unido al enorme gasto que han hecho las autoridades para acoger las competiciones de fútbol y la percepción de que la clase política es corrupta, ha colmado la paciencia de la nueva clase media brasileña. Y es que, según afirma el profesor de la UCM, «se lleva mucho peor la desigualdad que la pobreza». Los países emergentes con mayor tensión social son también los que cuentan con una mayor diferencia en las condiciones de vida. Sin embargo, Fonseca alerta de que la ira que recorre ahora las calles brasileñas puede acabar contagiando a Europa, donde la desigualdad social se agranda a medida que pasan los meses.
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