La Razón del Domingo
La vida secreta de un «lobo solitario»
Vivía en Valencia, en una casa compartida con dos parejas, que nada sabían de su vida. Era chatarrero, pero también un miembro de Al Qaeda
Un colchón enorme, en el suelo, con una colcha de flores rosas y verdes. Un pequeño televisor, mucha ropa. Un Mp3 de música. La mochila, naranja, con varios auriculares. Es la habitación alquilada de un joven marroquí de 22 años, Mohamed Echaabi, que trabajaba de chatarrero y vivía en la Malvarrosa, Valencia. Nada entre sus cosas parecía sospechoso, y así lo aseguran sus compañeros de piso. Pero el Cuerpo Nacional de Policía lo detuvo y el juez lo envió a prisión por supuesta pertenencia a Al Qaeda. Tal cual. Echaabi, descrito por sus vecinos como «majo», «tranquilo», «amable», acompañaba después a los policías encargados del registro como si la cosa no fuera con él. Ni se inmutaba, un espectador más. En el vídeo difundido por el Ministerio del Interior puede observarse su aparente calma mientras los agentes analizan sus pertenencias, cuidadosamente, con guantes de látex azules. Lleva un chándal gris de Adidas. Si le preguntan algo, se encoge de hombros o contesta con una frase corta. Una botella de coca-cola vacía. Galletas María, un reloj negro. A ratos mira hacia el suelo, al rato se moja los labios.
En el barrio, nadie da crédito a lo sucedido. Echaabi, que llevaba casi dos meses en la calle Padre Antón Martín, 40, y antes en las conocidas como «casitas rosa», a pocos minutos, se había integrado perfectamente en España, en Valencia, en su calle, en su casa. Las dos parejas que compartían piso con él no percibieron nada. El diario «Levante», que entró en la vivienda tras la detención, publicó que una de ellas, Merche, declaró sorprendida: «¡Pero si tiene una cara de angelito como Dios manda! Era una buena persona. Mohamed era un chaval normal, no nos imaginábamos la vida que llevaba».
Saltarse preceptos del Islam
Se trata de una nueva modalidad del terrorismo islámico. En lugar de grandes grupos entrenados en países lejanos, se ha creado una nueva fórmula individual. Los jóvenes se van radicalizando mediante foros de internet. La Policía sostiene que, incluso, la dirección les da permiso para saltarse los preceptos del Islam como no comer cerdo. Pueden fumar, beber y no acudir a la mezquita a rezar, para no levantar suspicacias. También pueden afeitarse la barba y vestir de occidental. Cuanto más parezcan del país en el que se encuentran, mejor. El magistrado Javier Gómez Bermúdez, encargado del caso, explica en el auto que ha surgido un nuevo formato unipersonal al que ya se conoce como «lobo solitario», dentro del proceso de «alqaedismo» entre jóvenes musulmanes que ha iniciado Al Qaeda «ante la dificultad de organizar y dirigir atentados terroristas». Echaabi había viajado a Gaza antes de trasladarse a El Cairo, Egipto, en enero del 2011. Regresó a España en febrero del 2012. La definición de «Lobo Solitario» es la de «un terrorista independiente al que Al Qaeda deja libertad de acción respecto a la elección de víctimas y modus operandi del atentado». El juez detalla que el perfil de estos terroristas se corresponde al de una persona «rara, solitaria, de clase media o baja, soltera, con cierta conciencia política que se identifica con grupos que considera que son discriminados o maltratados por Occidente y que le genera un deseo de venganza».
La gran preocupación de los cuerpos policiales, los gobiernos y los servicios de información son ahora estos jóvenes «normales» que actúan por su cuenta. Son altamente imprevisibles y las medidas de prevención, casi imposibles. El caso del chatarrero de la Malvarrosa recuerda al de Mohamed Merah, el francés de origen argelino, de 23 años, que el pasado marzo asesinó en Toulouse a siete personas, tres militares, tres niños judíos y un profesor. Era mecánico, salía con otros chicos, todo «normal»... pero un día se marchó a Pakistán, después a Afganistán y acabo presentándose ante la policía francesa como un muyahidin vinculado a Al Qaeda. Los expertos afirman que «estamos en la era de la Yihad individual» y que la pretensión de Al Qaeda es «evitar la filtración de la operación».
Este tema complejo (no hay datos accesibles y el contenido de las páginas, además, está en árabe o encriptado) se trató hace pocos meses en el seminario «Terrorismo y Justicia» de la Universidad Rey Juan Carlos. Especialistas en la materia, entre ellos fiscales y ministros, advirtieron de las amenazas de la disgregación del movimiento islamista radical. «Lo que hacen estas personas, de forma solitaria, es ir ganando puntos dentro de la organización con sus propias acciones. Están en contacto por internet, por diferentes páginas que ellos conocen, pero sin estructura concreta de ningún tipo», declara a LA RAZÓN Antonio Rubio, director del Máster. Fernando Reinares, catedrático de Ciencia Política y Estudios de Seguridad y también presidente del Grupo de Expertos en Radicalización Violenta de la Comisión Europea, han asegurado en varias ocasiones que tras la muerte de Bin Laden, el líder de Al Qaeda, se pensó que el mundo estaba más protegido, pero que «no ha sido así». Aunque aseguran que «estamos más protegidos que hace 50 años».
En la Malvarrosa, los conocidos de Echaabi siguen sin creérselo. En la mayoría de los casos, optan por el silencio. Los negocios de la calle Padre Antón Martín, una farmacia en el número 24 de la misma calle, un concesionario de motos –justo junto al portal del sospechoso–, y muchos vecinos preguntados, explican que algo saben, claro, pero que no quieren complicarse la vida. Una vecina, sin embargo, lo define como «un chico majo, normal, muy joven, que iba con la chatarra y no se metía con nadie». Según explica, la zona en la que vive es especialmente propicia para «escondites». Valencia siempre vivió de espaldas al mar, como reconocen los valencianos entrevistados. Las edificaciones cerca del litoral se consideraban, en cierta forma, el extrarradio, lo marginal. Este barrio humilde, colorido, de casas antiguas y pequeñas, la mítica Malvarrosa retratada en novelas y películas, ha ido recibiendo con los años aluviones de personas de toda clase, en casos inmigración empobrecida (que alquilaban estas casas asequibles), y que convivió con la gente «de toda la vida», ya mayores que arrastran los carros de la compra entre grupos de jóvenes extranjeros. Pero dentro de la Malavarrosa las drogas, el trapicheo y cierta inseguridad se ha adueñado de algunas zonas. En cualquier caso, nada que haga temer por atentados de Al Qaeda.
Comprometidos
En los foros yihadistas, según los expertos, se hacen llamamientos para reclutar suicidas. Los Servicios de Información del Estado estudian en los últimos meses los distintos comunicados. En uno de ellos, todavía sin confirmar el origen, se «invitaría» a los comprometidos con la yihad global (guerra santa) a convertirse en «lobo solitario». La táctica estaría recomendada por la actual dirección de Al Qaeda, bajo el mando de Ayman al Zawahiri (sustituto de Osama Bin Laden), que alentaría a sus seguidores en Occidente a atacar a los «sionistas y a los cruzados».
Los nuevos yihadistas, según el auto del juez Gómez Bermúdez, preparan y ejecutan sus acciones en muy poco tiempo, «lo que impide su detección y el aborto de las mismas». Es casi imposible saber cuándo intervenir. No obstante, el magistrado muestra sus dudas respecto al momento de detención de Echaabi por el riesgo de no encontrar «suficiente material incriminatorio» ya que el acusado puede no haber exteriorizado su intención de atentar. Aun así, pese a considerar «incompleta» la investigación, el juez estima que existen suficientes indicios para encarcelar a Echaabi, a luz de la jurisprudencia existente sobre casos de yihadismo.
Lavado de cerebro y mucha desinformación
«Este tipo de actuaciones hace mucho daño al Islam y a nosotros, los musulmanes», explica Hicham Amraoui, de 42 años, periodista marroquí asentado en España desde 2000. Amraoui explica que tuvo que abandonar su país por fuertes amenazas tras publicar información sensible sobre el ex ministerio de Asuntos Exteriores de Marruecos.
Ha participado en conferencias internacionales sobre la libertad de expresión y los derechos de la mujeres árabes. El periodista de investigación insiste en que «no todos los vascos eran de ETA; y no todos los musulmanes somos terroristas ni fanáticos». Conoce el proceso de «concienciación» que sufren algunos jóvenes árabes.
«Les comen la cabeza a la gente más joven, les mandan a matar o a matarse, cuando en el Islam el suicidio está prohibido. La Sharia, ley islámica, dice que a los que se suicidan, se los entierra solos, sin rezos ni oraciones en la mezquita», cuenta. «Los fanáticos interpretan el Corán a su manera. Son otra cosa, no se puede con ellos», lamenta. «Todas las corrientes y las sectas musulmanas vienen de su propia interpretación del Corán y los "ahdit", dichos de Mahoma».
«España y otros países están amenazados porque los que dirigen todo esto tienen motivos políticos, no solo religiosos», añade. «¿Por qué no van a Japón, por ejemplo? Porque no les interesa».
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