La Razón del Domingo
No estaban solos
Se han cumplido 25 años del atentado contra la casa cuartel de la Guardia Civil de Zaragaza, donde murieron seis niños, principio de la revuelta de las víctimas
La casa cuartel de la Guardia Civil en Zaragoza era un edificio de cuatro pisos situado en la Avenida de Cataluña. A pesar de que en ella vivían cerca de doscientas personas pertenecientes a una cuarentena de familias de guardias civiles, no gozaba de una protección especial porque la ciudad aragonesa siempre había dispensado su apoyo a militares y policías. Esa circunstancia, sin embargo, iba a resultar fatal. A las 6:10 de la mañana del 11 de diciembre de 1987, el guardia civil que custodiaba la puerta de la casa-cuartel se percató de que dos hombres estacionaban un Renault 18 frente al edificio. Intentó indicarles que no podían hacerlo, pero, seguramente para sorpresa suya, los individuos abandonaron el vehículo y se trasladaron a otro con el que emprendieron la fuga. El número de la Guardia Civil intentó entonces avisar a las personas que dormían en la casa cuartel, pero antes de que pudiera conseguirlo, tuvo lugar la explosión de los 250 kilogramos de amonal que contenía el R-18. La onda expansiva fue suficiente para provocar el desplome instantáneo de las cuatro plantas del edificio. De manera inmediata, vehículos de bomberos, policiales y militares se apresuraron a llegar al lugar del atentado. Semejante tráfico tuvo como consecuencia trágica el que un vehículo militar arrollara al conductor de un ciclomotor ocasionándole la muerte. Durante las horas siguientes, los bomberos se entregaron a remover los escombros en busca si no de supervivientes, sí de los restos mortales. Fue una tarea trágica y prolongada y a la una del mediodía de la jornada siguiente todavía se encontró el cuerpo sin vida de una niña de tres años y tres cuartos de horas después los de un joven y una mujer. En total, ETA había causado once víctimas mortales además de un número de heridos cercano a los noventa de los que algunos sufrieron amputaciones.
Junto al sargento José Pino Arriero, al cabo José Ballarín Gavá y al número Emilio Capilla Tocado, fueron asesinados por ETA las mujeres María Carmen Fernández Muñoz y María Dolores Franco Muñoz, el joven Ángel Alcaraz Martos, de 17 años, y las niñas Silvia Pino Fernández, de 7 años de edad, Silvia Ballarín Gay, de 6 años; Rocío Capilla Franco, de 12 años; Miriam Barrera Alcaraz, de 3 años;y su hermana gemela Esther Barrera Alcaraz. En otras palabras, ETA había dado muerte, sobre todo, a mujeres y niños, algunos de ellos de cortísima edad.
El atentado de la casa cuartel de Zaragoza tuvo consecuencias extraordinarias para las víctimas del terrorismo. Entre los afectados de manera directa se encontraba un joven llamado Francisco José Alcaraz, que emprendió camino hacia Zaragoza para saber qué había sucedido con sus familiares más cercanos, entre ellos dos niñas. Aquel trayecto por carretera le marcó para siempre y le convenció de que la única salida frente a ETA era combatirla y llevar ante la Justicia al primer responsable de aquel atentado: Josu Ternera. Precisamente aquella experiencia y la convicción de que las víctimas se habían convertido en moneda de cambio lo llevaron a impulsar la denominada «rebelión cívica» en la época de Rodríguez Zapatero, un movimiento ciudadano que llegó a sacar a la calle a más de dos millones de personas y a erosionar no poco la imagen del presidente socialista. Hace veinticinco años, ETA pretendía dar una muestra de fuerza despiadada. No podía suponer que con ella se ganaba uno de los peores adversarios de toda su Historia criminal.
✕
Accede a tu cuenta para comentar