La Razón del Domingo
Viajar cura hasta la estudipez
Miquel Silvestre es un aventurero de la moto. Un día ahorcó la corbata y se fue a dar vueltas al globo. Lo que vio por esos mundos le cambió tanto por dentro que empezó a dedicarse profesionalmente a viajar sobre dos ruedas y contarnos, fuera con vídeos o con libros, lo que encontraba. En un periplo por Irlanda se tropezó con la huella de un español del siglo XVI, Francisco de Cuéllar, que había naufragado allí con la Armada Invencible. Siguió el rastro de su retorno a casa, paso a paso, y su relato ilumina la sociedad actual de Irlanda de una manera inesperada y cercana, con esos detalles de la realidad que no salen en los noticiarios, aquellos que nos permiten comprender.
Irlanda, al igual que España, es un país que en los últimos treinta años ha cambiado muchísimo con el clásico propósito de resultar indetectable incluso para sus propios progenitores (Alfonso Guerra, dicho sin poesía). El retrato que nos hace Silvestre en «La fuga del náufrago» (Ed. Barataria) trasluce una sociedad tribal fragmentada por sectarismos. Un paisaje de eufemismos, donde la fantasía está en las leyendas mientras que en la vida cotidiana vencen los atavismos, la grisácea vida de los pensamientos mantenidos por inercia y las ideas preconcebidas. El libro es breve y ligero, un cuaderno de notas de viaje a vuelapluma, pero con muchísimos perfiles trascendentes de ciudadanos de a pie. Marcados en relieve de piedra, a la manera planiana, hablan de la sociedad que habitan: una parte de nuestra Europa del futuro. Vale la pena leerlo sólo para saber qué nos puede deparar ese lugar. Así son los mejores viajes en moto: a veces, sin saber cuál va a ser nuestro punto de destino, se muestra cuál puede ser nuestro final.
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