La Razón del Domingo
Villa Giralda, amargo paraíso
Don Juan vivió en once casas desde que marchó al exilio y hasta su regreso en 1977. La última, en Madrid. Todas fueron un lugar de encuentro para manterner viva la Monarquía
Hace ya tres años que publiqué en primicia el cuaderno particional del Rey Alfonso XIII en mi libro «El patrimonio de los Borbones», prologado por Stanley. G. Payne. El llamado «Acta de homologación y del protocolo de las operaciones de partición de bienes dejados a la muerte de Su Majestad Alfonso XIII», redactado el 24 de enero de 1944 ante el notario de Madrid Luis Ávila Pla, designaba a Don Juan de Borbón como principal beneficiario de la herencia de su padre. A Don Juan se le adjudicaron así, «en plena propiedad por su parte en el tercio de legítima y mejora de la herencia, 2.460.536,23 pesetas; y, en usufructo inmediato por el tercio de mejora, 4.549.716,82 pesetas». En total, pues, 7.010.253,05 pesetas.
También se dispuso que Don Juan percibiese el usufructo complementario legado a su madre la reina Victoria Eugenia (1.601.623,77 pesetas), a la muerte de ésta, acaecida en abril de 1969. Es decir, que el dinero adjudicado al Conde de Barcelona más el usufructo complementario de su madre, sumaban en total 8.611.876,82 pesetas de la época (que con la subida del IPC serían alrededor de 7,8 millones de euros de hoy. Eso mismo sucede con el resto de cifras del reportaje). Casi la mitad de la herencia repartible y, curiosamente, una suma prácticamente igual a la de los saldos de las tres cuentas en bancos suizos que conservaba a su muerte el conde de Barcelona: 7,85 millones de euros exactamente.
Obsérvese también que, cuando se redactó el cuaderno particional de Alfonso XIII (1944), Don Juan residía con su familia en Suiza, antes de trasladarse a Portugal dos años después. Recordemos que las autoridades franquistas ordenaron restituir a los herederos de Alfonso XIII las propiedades inmobiliarias incautadas durante la Segunda República: los palacios de Miramar (San Sebastián) y de La Magdalena (Santander), la isla de Cortegada (Pontevedra), las fincas Lore-Toki, Ollo y Amasorrain (Hernani), y los inmuebles en Madrid, principalmente el edificio situado en Gran Vía, 47. Asimismo, se dispuso la entrega del jardín de Robledo y de una cochera situada en la calle de La Melancolía Baja, ambos en La Granja de San Ildefonso (Segovia), junto a una casa en el término municipal de La Losa, dentro del Coto Redondo o Bosque de Riofrío.
Palacio de Miramar
La reina María Cristina adquirió en 1888 la posesión que el Conde de Moviana tenía en la Miraconcha. Esta finca era la primitiva base del parque y fue ampliada con la compra de un gran número de parcelas a diversos propietarios y también con una de 1.918 metros cuadrados cedida por el propio Ayuntamiento donostiarra. En 1929 la corporación municipal acordó ofrecer a Alfonso XIII la adquisición del palacio para que estableciese en él su residencia veraniega, pero el monarca simplemente respondió que «se hacía cargo de Miramar», sin que mediase el pago de cantidad alguna.
Luego, durante la Segunda República, el entonces ministro de Obras Públicas, Indalecio Prieto, hizo entrega del palacio al Ayuntamiento de San Sebastián. La escritura se firmó en la notaría de Rodrigo Molina Pérez. Dos años después, el Ayuntamiento, por acuerdo del 4 de abril de 1935, pidió al Estado que devolviera el palacio a los herederos de la reina María Cristina, pero la solicitud fue denegada.
El 22 de julio de 1971, el Ayuntamiento acordó comprar el palacio con la aprobación del Ministerio de Educación y Ciencia y la formación de un presupuesto extraordinario, financiado por el Banco de España. Finalmente, el 10 de agosto de 1972, Don Juan, habiendo sido ya designado su hijo Juan Carlos sucesor a título de rey, vendió el palacio por 102.500.000 pesetas (equivalentes hoy a unos 10 millones de euros).
Palacio de La Magdalena
La venta de este singular palacio santanderino no le resultó en cambio tan sencilla a Don Juan. La Magdalena había sido una donación del pueblo de Santander a Alfonso XIII, en la que participaron las gentes más humildes de la ciudad y su provincia, incluido el gremio de pescaderas. El Ayuntamiento de Santander negoció la compra para mantener allí la Universidad Internacional Menéndez Pelayo. La oposición municipal se negó a la operación que respaldaba el entonces alcalde Juan Ormaechea. Tras numerosas dificultades se cerró la compraventa en una cantidad simbólica de 150 millones de pesetas, equivalentes hoy a más de 6,5 millones de euros. Sobre todo, teniendo en cuenta que el palacio, ubicado en la península de La Magdalena, fue tasado en 1912 con todos sus edificios, carreteras, parques y jardines en 7.624.000 pesetas (más de 28 millones de euros).
¿Por qué se conformó entonces don Juan con aquella suma tan baja, comparada con el valor real del inmueble?
Isla de Cortegada
En 1978 Don Juan vendió la isla de Cortegada, en la localidad pontevedresa de Arousa, expropiada a los vecinos de Carril a principios de siglo para regalársela a su padre con el fin de que estableciese allí su residencia veraniega. El empresario local Daniel Poyán estaba convencido de que la presencia de la Familia Real representaría un magnífico negocio turístico para la isla. Pero Alfonso XIII sólo visitó el lugar un día de septiembre de 1907 y ya nunca más volvió.
Años después, el 6 de noviembre de 1978, Don Juan compareció ante el notario de Madrid José Fernández Ventura para vender la isla de Cortegada a José Otero Túñez, constructor de Santiago de Compostela y representante de la inmobiliaria Cortegada S.A., de la que era consejero delegado. El precio de la transacción, como sucedió con los palacios de Miramar y de la Magdalena, fue irrisorio: tan sólo 60 millones de pesetas, equivalentes a más de 2 millones de euros. Sobre todo, teniendo en cuenta que la isla formaba un archipiélago junto con los islotes Malveira Grande, Malveira Chica, Briñas y Con; y que, ubicada en la desembocadura del río Ulla, tenía una superficie de 147,2 hectáreas y estaba considerada el «jardín botánico» de la Comunidad Autónoma gallega por su privilegiado bosque de laurel, el mayor de Europa.
Villa Giralda (Estoril)
Tras la muerte de Franco, Don Juan de Borbón siguió liquidando propiedades. Esta vez le tocó el turno a su residencia portuguesa de Estoril, llamada Villa Giralda en recuerdo del yate del Rey Alfonso XIII y de la añorada torre sevillana. Según el «Livro das Descriçôes Prediais», depositado en el Registro de la Propiedad de Lisboa, Villa Giralda (predio nº 6.424) estaba situada en el número 19 de la Rua de Inglaterra. La vivienda constaba de tres plantas con una superficie total de 684 metros cuadrados, además de un jardín de 2.384 metros cuadrados.
Mientras residía ya en Villa Giralda, Don Juan, casado en régimen de separación de bienes con doña María de las Mercedes, formalizó la compra del chalé. La escritura de compraventa se firmó el 2 de noviembre de 1979, según consta en la inscripción número 24.458 del citado libro de predios al que, tras numerosas trabas, logré acceder finalmente. La propiedad fue vendida por María del Carmen Mendes de Almeida de Figueiredo al Conde de Barcelona por una cantidad escriturada llamativamente baja: tan sólo 2,1 millones de escudos, equivalentes a más de 90.000 euros. Más tarde, en 1990, el alemán Klaus Saalfeld, empresario y abogado de patentes en Munich, propietario de una tipografía en Lisboa, compró a Don Juan el chalé para su hija Julia Susanne Katherina Saalfeld.
Llama la atención que en la inscripción número 39.029 del libro de predios del Registro de la Propiedad no aparezca la cantidad en que se cerró la compraventa de la casa, que algunos han estimado en 85 millones de escudos. Don Juan liquidó todas estas propiedades en poco más de 300 millones de pesetas, equivalentes a unos 18 millones de euros.
Villa Giralda (Madrid)
Don Juan legó a su esposa María de las Mercedes el chalé de Puerta de Hierro, que tras la muerte de su madre, el 2 de enero de 2000, vendieron sus hijos Juan Carlos, Pilar y Margarita. Villa Giralda, como también se llamaba la residencia, estaba enclavada sobre una parcela de 4.229 metros cuadrados, en el número 25 de la calle Guisando. Constaba de dos edificaciones. La primera de ellastenía una superficie de 825 metros cuadrados, repartida en una planta baja de 390 metros cuadrados, otra primera abuhardillada de 270, y un semisótano de 165. La segunda construcción tenía una sola planta de 46 metros cuadrados, con dos habitaciones, aseo, comedor y cocina. La compraventa se formalizó en febrero de 2002, en la notaría de Carlos Rives García. El primer comprador, la empresa Comercializadora Peninsular de Viviendas, pues la propiedad pasaría luego a la empresa Lábaro Grupo Inmobiliario, pactó un precio de 2,7 millones de euros, pagaderos con tres talones de Ibercaja por el mismo importe de 900.000 euros para cada uno de los tres hermanos: Juan Carlos, Pilar y Margarita.
Once casas para pasar toda la vida
Desde que en 1931 la Familia Real fue expulsada de España, y hasta 1977, cuando los condes de Barcelona regresaron, transcurrieron 46 años de exilio, que llevaron a la pareja a instalarse con sus hijos en once residencias. Tras su boda en Roma en octubre de 1935, se trasladaron a Cannes, en la Villa Saint Blaise, donde en julio de 1936 nació su primogénita, la Infanta Pilar. En septiembre se instalaron en Milán, en la Villa Mombelo. Un año después regresaron a Roma, estableciéndose en el número 12 de la Viale Parioli, propiedad del popular cantante Tita Rufo, tras una breve estancia en el hotel Eden. Pero ante la alineación de Italia con las potencias del Eje, en plena conflagración mundial, en 1942 los condes de Barcelona fueron a alojarse en la localidad suiza de Lausana, en el palacete Les Rocailles, hasta que en 1946 se trasladaron a Portugal. Allí vivieron primero en Villa Papoila, propiedad del marqués de Pelayo; más tarde, en Villa Bellver, de los condes de Feijó, y a continuación, en Villa da Rocha, que pertenecía a Juan Antonio Ansaldo, piloto del avión en el que falleció el general Sanjurjo. Villa Giralda fue su noveno y último hogar en el exilio. En España, en 1977, se alojaron en la urbanización madrileña de Puerta de Hierro, donde ocuparon sucesivamente dos chalés.
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