Estreno
«Laurence Anyways»: Íntima y épica
Dirección y guión: Xavier Dolan. Intérpretes: Melvil Poupaud, Suzanne Clément, Nathalie Baye, Monia Chokri. Canadá-Francia, 201 . Duración: 159 minutos. Drama.
«Laurence Anyways» parece hacer cierto aquel bello aforismo de Oscar Wilde en «De profundis» que asegura que «el mayor de los vicios es la ligereza». Es el lema que guía las ambiciones de una película que padece de elefantiasis, empeñada en convertir lo íntimo en épico, lo etéreo en grandilocuente. La generosidad expresiva, un tanto atolondrada, de las casi tres horas que dura «Laurence Anyways» a menudo camufla el meollo de sus arritmias. Si Dolan promete centrarse en la deriva existencial de un escritor que decide aceptar su condición de mujer encerrada en un cuerpo de hombre y compartirlo con su entorno, en realidad la película crece en otra dirección, bastante más estimulante, contando la historia de amor imposible entre dos personas que se quieren pero que no pueden estar juntas.
No es casual que Laurence (Melvin Poupaud) siempre necesite de la mirada del otro para reafirmarse, para existir en lo que es su nueva identidad. Los que esperen hormonados debates sobre cambios de sexo van a sentirse totalmente decepcionados: al jovencísimo cineasta del Québec parece preocuparle la representación externa de la ambigüedad transexual, esa que Leonardo Da Vinci convirtió en obra de arte en «La Gioconda» que preside el dormitorio del protagonista. En cuanto Dolan le deja solo, sin el amparo de la aprobación de los alumnos a los que da clase de literatura o el rechazo institucional de la comunidad educativa, Laurence pierde entidad dramática. Y solamente la recupera cuando se enfrenta abiertamente a su madre (una excelente Nathalie Baye) y al amor de su vida, Fred, que la tumultuosa interpretación de Suzanne Clément convierte en verdadera heroína del filme. Sus escenas compartidas son la lava de una película que a veces sólo es un bonito volcán apagado.
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