«Le week-end»: Un placer de película

A Jamal Khan, el psicoanalista de «Algo que contarte», una de las mejores novelas de Kureishi, le cuesta poco definirse como traficante de secretos: «Los secretos de por qué el amor es difícil, el sexo complicado, la vida un dolor y la muerte tan cercana y no obstante aparcada bien lejos». Anticipaba así los temas que, en «Le Week-End», cristalizan en el intercambio verbal, a menudo en forma de pullas irónicas u hostiles, entre Nick y Meg (excelentes Broadbent y Duncan), una pareja que celebra su trigésimo aniversario de casados con un fin de semana parisino. Si el Kureishi de «Intimidad» exploraba la dinámica de los cuerpos, el pulso tenso entre la atracción y el rechazo, en una sucesión de rituales de sexo anónimo, el de «Le Week-End», más convencional pero igualmente incisivo, cuenta qué ocurre cuando se nos acaba el tiempo, cuando la complicidad rima con el hastío. Con la complicidad de un Roger Michell más cerca de «The Mother» que de «Notting Hill», funciona mejor en sus momentos oscuros que en sus repentinos ataques de camaradería. Quizá la extrema mesura del guión le da un aire excesivamente calculado. Es un placer, en todo caso, encontrarse con una película tan bien escrita, tan bien interpretada y tan poco dada a sentar cátedra. ¿Serán felices y comerán perdices?