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Cuqui Fierro: En casa, como en ningún lado

Disfruta «pellizcando» pequeños bocados y de sus escapadas al Sha Wellness le dan la vida

Cuqui Fierro: En casa, como en ningún lado
Cuqui Fierro: En casa, como en ningún ladolarazon

Disfruta «pellizcando» pequeños bocados y de sus escapadas al Sha Wellness le dan la vida

Su Selfiereceta

Bacalhau à brás

Ingredientes:

-600 gr de bacalao desmigado, desalado y sin espinas-1 kg patatas-3 cebollas-2 ajos-6 huevos-Aceite-Aceitunas para decorar-Sal y pimenta al gusto

Elaboración:

-Hacer las patatas y escurrirlas sobre papel absorbente.-En una sartén se fríen los ajos y las cebollas, cuando estén traslucidas se sacan y en ese aceite se fríe un poco el bacalao-Cuando esté casi hecho, se añaden las patatas, los ajos y las cebollas fritas, se mezclan bien todos los ingredientes y se retira del fuego.-Batir los huevos aderezados con sal y pimienta, y echar sobre el bacalao para poner a fuego medio, removiéndolos constantemente hasta que cuaje el huevo.-Se sirven inmediatamente adornado con aceitunas.

Sí, Cuqui Fierro siempre ha sido una mujer de buen comer. «Ahora lo que me gusta es pellizcar; he perdido mucho apetito, cojo de aquí y de allá, pero poca cosa». El apetito se lo han quitado dos dolores en el alma y no hay vianda que la alivie. La pérdida de dos hijos le encogió el estómago y, sin embargo, es una de las mujeres más generosas recibiendo en su casa. De la misma manera que lo haría María Antonieta, con una mesa adornada con conchas en verano o plumas de faisán en temporada de caza. «Me gusta recibir en casa y poner mesas bonitas con una gran variedad de cosas». Eso sí, en sus ágapes no pueden faltar «unos buenos aperitivos, un buen primer plato y varios postres. Mi cocinera lleva conmigo 16 años y prepara unos postres exquisitos, porque aquí todo se hace en casa».

Así como a su hermana le apasionaba cocinar, a Cuqui le interesaba aprender idiomas. Habla inglés, francés, portugués, alemán y algo de italiano. «Nunca jamás he hecho nada por cocinar, porque he tenido quien lo hacía. Me encanta la buena mesa, pero casi siempre estoy a dieta. A mí lo que me gusta cuando viajo es visitar los monumentos y los mercadillos de la calle pero no los mercados de comida, ésos no me interesan nada». Dentro de este mundo tan internacional, sigue el horario europeo y antes de las ocho ya está cenando, normalmente algo frugal como un gazpacho y un sándwich.

«También comemos muchas patatas a lo pobre, que es algo que le gusta a todo el mundo y que en casa se sirve en plato sopero con carne picadita». Y es que Cuqui es de cocina española. «Sin duda, es la mejor. Sin olvidar a la portuguesa, porque desde que tenía dos años viajo con frecuencia a Oliveira y me encantan sus dulces y cómo preparan el bacalao».

Fierro leerá estas líneas mientras hace vida saludable en el Sha Wellness, donde la «dejan como nueva», asegura. Aunque entre plato macrobiótico y té verde, hace una escapada a la playa a comer una paella, unos huevos fritos o un poquito de caviar, que son sus hitos. De vuelta en casa, reconoce recordar un dulce por el que se deja llevar: los buñuelos con crema y salsa de chocolate. Porque los dulces son una de las perdiciones de muchos y con Cuqui ocurre lo mismo. «En casa, la cocinera se encarga de la compra y sabe que nunca puede faltar una buena provisión de galletas», apostilla.

Sobre las modernidades de la cocina de vanguardia o la de fusión, reconoce que no le interesan nada y no las frecuenta. Si tiene que elegir, se queda con su «restaurante favorito»: su casa, «porque tengo una buena organización y se cocina muy bien. Por ejemplo, podemos poner langostinos, que pueden ser congelados, pero mi cocinera los sabe descongelar bien y los acompaña de una salsa fuerte y están exquisitos. A mí me encanta el marisco y me parece que los hace riquísimos».

Es evidente que cuando viaja no lo hace por curiosidad gastronómica y no ha intercambiado jamás recetas porque las desconoce, pero sí sabe que hay un plato que «cuando recibo en casa a todo el mundo le encanta y es un bacalao al estilo portugués que se llama À brás». En contra de lo que uno pudiera imaginar, los invitados a su mesa no son las grandes fortunas del mundo.