El desafío independentista

Álvaro de Marichalar: «Me han secuestrado y pegado durante horas»

El ex cuñado de la Infanta Elena fue detenido el jueves por los Mossos de Escuadra frente al palacio de la Generalitat, donde se encontraba protestando de manera pacífica.

Álvaro de Marichalar ha puesto una denuncia contra el sargento que lideró su detención
Álvaro de Marichalar ha puesto una denuncia contra el sargento que lideró su detenciónlarazon

El ex cuñado de la Infanta Elena fue detenido el jueves por los Mossos de Escuadra frente al palacio de la Generalitat, donde se encontraba protestando de manera pacífica.

El «secuestro», como denomina el que fuera con cuñado del Rey Felipe VI, Álvaro de Marichalar, a su detención por parte de los mossos catalanes mientras se encontraba protestando el jueves ante el Palacio de la Generalitat, terminaba ayer a las seis de la mañana cuando por fin pudo regresar a su casa, previo paso por comisaría y por el Hospital Clinic para que le pusieran tres puntos en la ceja izquierda y analizaran las secuelas de lo que él considera una agresión dentro del «secuestro» al que ha sido sometido. Ya ha puesto una denuncia contra el sargento que lideraba la detención y los siete mossos que ayudaron al cabecilla. La moto de agua de Marichalar se llama Numancia, en honor a los celtíberos que habitaban la actual Garray soriana. La resistencia de sus habitantes al asedio de las tropas de la República de Roma hizo que prefirieran suicidarse antes que rendirse, de ahí que acuñasen la expresión «resistencia numantina». Su Numancia, sumada a sus orígenes navarros –«Los navarros jamás nos rendimos y menos si hay que defender España», en palabras de Marichalar a LA RAZÓN–, provocaron el altercado del pasado jueves. El hermano del ex marido de la Infanta Elena decidió ejercer una resistencia civil y pacífica ante el edificio de la que podría convertirse en sede de la República catalana. Justo el mismo lugar elegido por los independentistas y anti sistema para presionar a Puigdemont en su locura separatista. Ha sido allí donde era increpado por una multitud nada dialogante y por más que él se empeñaba en agitar sus banderas y pancartas, y por más que les explicaba a los independentistas que había que convivir pacíficamente en defensa de un estado de derecho, la trifulca iba en aumento.

El enfrentamiento se les iba tanto de las manos que tres mossos decidieron mover la valla de protección y meterle en el edificio. Marichalar no se resistió, pero sí pedía que no le agarrasen tan bruscamente. Dentro del palacio, según sus propias palabras, sucedió algo más que un «salvamento». Marichalar afirma que ha sido «un secuestro en plena vía pública por parte de tres mossos; me han trasladado al interior del edificio con inusitada violencia y malos tratos. Allí ha sucedido una cosa indescriptible con la colocación de esposas a la espalda, cuando yo estaba en el suelo tumbado boca abajo. Creo que me han puesto inyecciones en el pulgar derecho mientras me obligaban a permanecer boca abajo. Me han borrado a la fuerza el número de la placa del sargento cabecilla que me había escrito con un rotulador verde en mi mano izquierda. Me han pegado durante dos horas y hasta cansarse. Y, por último, me han llevado detenido a la comisaría».

Desde este diario nos hemos puesto en contacto con el departamento de comunicación de los mossos para conocer la versión oficial de la detención, pero no nos han respondido. Marichalar sí tiene respuestas: «Tres individuos vestidos de mossos me han secuestrado ante cientos de personas que exhibían banderas ilegales y gritaban proclamas delictivas, con las que estuve varias horas hablando, siempre con mucho respeto por su parte y por la mía. Mi delito ha sido navegar en solitario contra la marea de la cobarde coacción, armado de las banderas de España y la Unión Europea. No había motivo legal alguno para secuestrarme, pegarme e intentar humillarme. No he sido detenido por los mossos, he sido secuestrado por un grupo de presuntos delincuentes ilegítimamente vestidos de mossos. No me he “resistido a la autoridad” como intentan justificar. Hubiera sido poco práctico, vistos los ocho osos de peluche que tenía enfrente. Lo único que les he gritado mientras me agredían salvajemente fue: “Están deshonrando el uniforme que llevan y la senyera de mis antepasados”. Ocho macarras vestidos de Mossos son una medusa comparados con los vientos de 120 km por hora empujando olas de nueve metros a las que me enfrento navegando en mar abierto, a bordo de Numancia».