Famosos
Ana Obregón «resucita» sus posados veraniegos
Fueron veranos cargados de atractivos, siempre con el prólogo a veces intencionadamente retardado de Ana Obregón posando en bikini cual sirena del Mediterráneo en la playa mallorquina inmediata a la Costa de los Pinos, escenario familiar hoy apenas frecuentado. La enfermedad que imposibilita moverse a la matriarca varió planes, proyectos y propósitos. Pero nadie olvida aquellas posturas exhibidoras, siempre bajo dos piezas «made in Versace», entonces primera firma gracias a Gianni. Anita emulaba a Esther Williams y sus chapuzones en technicolor. Casi duraban una tarde, siempre procurando la luz del atardecer, que es menos violenta cuando ya no se tienen 20 añitos. Y la Obregón los rebasaba. Verla suponía una fiesta inesperada y paréntesis a la Copa del Rey-Trofeo «Agua Brava», animado por el inolvidable Enrique Puig, donde funcionaban las relaciones públicas óptimamente, no como ahora con Montse Ribas. Propicia que lloremos por María Dolores González, toda una vida mano derecha del Puig más carismático, mientras sus hermanos Mariano y Antonio –creadores de la saga perfumera que produce para Prada– acaban de comprar Gaultier, además de sacar nuevas propuestas como «Misterio», de precio moderado con el gancho de Antonio Banderas. Funciona mejor con su esencia, y no es coña, que promocionando los relojes Viceroy de Juan Palacios, ahora publicitados por Fernando Alonso. Este empresario tan fan de Ibiza lo contaba en el bodón celebrado en Los Jerónimos.
Paloma y Pepe Oneto casaron a su hijo Iker con Ana Belén San Román, hijo de un alto cargo de El Corte Inglés, gran colaborador de Isidoro Álvarez. Abundaron nombres de un ayer próximo, bastante añorado en el atardecer donde no se vieron pamelas, pero sí chaqués: a naftalina olía el de Marcelino Oreja, del brazo de Silvia Arborúa, mientras la madre y la madrina, Paloma, siempre perfecta con su melenita platinada, lo hizo de rojo con cintura bordada en floreado. La contrayente lució uno de los Lorenzo Caprile que acreditan su puesto de número uno innegable incluso tras el inexplicable de- sapego que tuvo Doña Letizia después de vestirla triunfalmente en su primera salida internacional. Destacó Silvia Alfonsí y la risueña María José Álvarez, viuda de don Isidoro, con sus hijas Cristina y Marta, igual que Chencho Arias, elegante donde los haya, rendido a la pajarita ya inexistente en el vestuario de adultos, pero recuperada por la juventud pija. Giovanna Marone casi fue representación borbónica, con Luis Sánchez-Merlo, y Domingo Mar-torell contaba sus fichajes futboleros, transformado en representante más que superados los tiempos en que liberó al doctor Iglesias de su secuestro. Fue una operación rápida y eficaz rematada cuando el dinero del rescate ya volaba hecho dólares de Miami a los madriles. Julio Iglesias se entusiasmó con este 007 nacional, lo contrató, después lo elevó a representante y acabó igual que todos sus leales: degollándolo sin llegar al extremo de Tonxo Navas que, después de treinta años aguantándolo, como Alfredo Fraile, necesitó tratamiento psiquiátrico. Ofició el cura Lezama, ya dueño de cincuenta locales encabezados por el céntrico Café de Oriente y convocó a su próximo 80 cumpleaños en Amurrio.
La reaparición sirenil de Ana Obregón en principio será este jueves en la Warner porque Madrid «no tiene playa», como lamenta la canción. Bastará con su fina estampa para evocar nuestros mares, aunque ella prefiera el calor mediterráneo de Mallorca que Letizia no resalta entre su programa estival. Irá lo justo. Con Anita habrá que ver y comparar si cualquier tiempo pasado fue mejor.
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