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Díez hace números en la costa italiana
El viudo de la Duquesa de Alba espera la herencia sin entender por qué se tarda tanto. Reparte su tiempo entre el gimnasio, los paseos con su perro, la lectura y las visitas a Sevilla. Ahora planea irse de viaje
El viudo de la Duquesa de Alba espera la herencia sin entender por qué se tarda tanto. Reparte su tiempo entre el gimnasio, los paseos con su perro, la lectura y las visitas a Sevilla. Ahora planea irse de viaje
La vida de Alfonso Díez ha cambiado radicalmente tras la muerte de su esposa, la Duquesa de Alba, en noviembre del 2014. Éste será su verano más triste, el de la nostalgia, que tiene pensado pasar en la costa italina, donde tan buenos momentos tuvo con su mujer. También tiene pensado cumplir el sueño de los dos de viajar a Nueva York en septiembre, visita que coincidirá con la inauguración del «flagship» de Porcelanosa en la ciudad de los rascacielos, acto en el que se espera ver a Díez. Abandonado por los hijos de Cayetana, con los que no tiene contacto desde hace meses, espera recibir una herencia que nunca llega. De ahí, que se empiece a rumorear que tiene problemas económicos y que está dispuesto a desprenderse de su joya más preciada, la casa de Sanlúcar de Barrameda, que adquirió para pasar temporadas en ella con su amada esposa. Un buen amigo suyo nos desvela que, «sin Cayetana, Alfonso ha perdido el interés por esa casa. El recuerdo de la Duquesa sigue perenne en su corazón y por eso evitará en este primer verano como viudo los lugares que frecuentaba con su esposa. No le veremos en Ibiza, Marbella o San Sebastián. Los recuerdos brotan cuando le vienen a la mente los baños con su mujer en Ibiza, las largas horas debajo de la sombrilla o los paseos por la orilla del mar. Cayetana le ha dejado muy marcado y ni se le pasa ahora mismo por la cabeza la idea de volverse a enamorar».
Alfonso disfruta de una excedencia en su puesto de funcionario, por lo que no recibe sueldo alguno. Y en noviembre, cuando cumpla los 65, se jubilará con una paga que no superará los mil ochocientos euros al mes. Tampoco es cierto el rumor de que de le esté pasando una «pensión» de viudedad.
Mientras se aclara el tema de la herencia, su existencia transcurre entre la discreción, la tranquilidad y el ostracismo al que le han sometido los Alba, que parecen haberse olvidado de que fue duque consorte y de que hizo recuperar a Cayetana la felicidad y la sonrisa en sus últimos años de vida.
Hoy, de aquellos amigos que tanto le adulaban cuando vivía la Duquesa, le quedan muy pocos. La más cercana, Carmen Tello, confidente y amiga fiel con la que se reúne un par de veces al mes en Sevilla para comer y cambiar impresiones, es de las pocas que no le ha fallado. Y quizás por ello tampoco se habla con los hermanos Alba.
Hace unos días, Cayetano Martínez de Irujo comentaba en petit comité que el viudo de su madre parece ser que tiene una participación en los negocios alimentarios de la familia y no hace otra cosa que «fiscalizar» las cuentas. Quizá Cayetano sigue sin darse cuenta de que Díez apenas tiene recursos económicos para afrontar su nueva vida y es lógico que desee estar al tanto de esas cuentas.
- Cine en solitario
Cine, gimnasio, lectura y paseos con su perro Jonás llenan su tiempo. No ha vuelto a entrar en los palacios de Liria y Dueñas, donde compartió tantos y tan buenos momentos matrimoniales, y cuando va a Sevilla quienes le apoyan y le arropan son Carmen Tello y su esposo, Curro Romero, el doctor Trujillo, las hermanas Cobo, Marta Talegón, el periodista Antonio Burgos y un no tan largo etcétera que le siguen demostrando afecto y cariño.
Pero sus mejores apoyos son sus hermanos, y su inseparable sobrina, Rocío, confidente suyo. Y algunos fines de semana viaja a Segovia o a Palencia para estar con sus familiares. La vida de Alfonso en Madrid es ahora muy solitaria. Por la mañana, pasea con su perro, va al gimnasio y suele comer solo en su casa cercana al Paseo de la Castellana. Tiene contratada a una asistenta que le prepara la comida y en ocasiones almuerza con su hermana y sus sobrinos. Por la tarde lee, pasea de nuevo con su can y una vez a la semana suele ir al cine... casi siempre en solitario. Algunos fines de semana se marcha a Palencia o a Segovia para estar con su familia. Y no descuida las visitas cada dos semanas a Sevilla para ver a sus amigos andaluces.
Otra fuente madrileña cercana a Díez nos asegura que «Alfonso nunca fue amigo de los hijos de la duquesa, no le querían en la familia y, aunque ponían buena cara cuando coincidían con él, la realidad es que ni querían ni quieren saber nada. En este sentido, lo único que le interesa es que se aclare lo antes posible el tema de la herencia, porque se está retrasando demasiado. Y cerrar página...». Desde que murió Cayetana, su viudo ha recibido varias y muy cuantiosas, ofertas para aparecer en programas de televisión y revistas, pero su discreción y su forma de ser no han sucumbido ante las cifras económicas. Es un caballero y por nada del mundo descubriría sus secretos de alcoba ni la situación real que vive y vivió con los Alba.
Según contó la periodista Paloma Barrientos en televisión, «Alfonso está harto de que le tomen el pelo» y no entiende que se dilate tanto el reparto de la herencia. En este sentido, los datos apuntan a que la colección privada de la Duquesa consta de unas 200 piezas de gran valor, entre ellas, cuadros de Renoir, Picasso , Miró, muebles antiguos, porcelanas, telas de Joli y diversas joyas.
Del total, a Alfonso le corresponde aproximadamente un 26 por ciento, parte del tercio de libre disposición, y el resto se repartirán a partes iguales entre los seis hijos de la aristócrata fallecida. Esta porción de la herencia nada tiene que ver los bienes catalogados y protegidos por la Fundación Casa de Alba y que ya repartió Cayetana en vida entre sus hijos.
Los que conocen bien a este hombre, discreto y elegante, aseguran con vehemencia que ha pasado por una grave depresión, pues le costó muchísimo asumir la pérdida de su mujer y acostumbrarse al trato recibido por parte del círculo más íntimo de Cayetana, no sólo de sus hijos. Ni se siente valorado ni querido. Y es una injusticia este «desprecio» cuando él entregó su vida por entero a la Duquesa de Alba.
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