Famosos
El artículo de Carmen Lomana: Selección de personal
Estoy empeñada en conseguir no hacer nada que no me apetezca y esto forma parte de la «selección de personal». Con ello quiero decir que he decidido no volver a relacionarme jamás con personas que dedican la mayor parte de su tiempo a odiar, criticar, hacer juicios de valor sin tener ni idea de lo que están hablando, resentidos sociales, envidiosos; toda esta fauna la fui borrando de mi agenda, a veces sorprendida por los muchos que se me habían colado en el entorno. Por el contrario, disfruto de las compañías alegres y entusiastas de la vida con los que el único tema de conversación no es hablar los unos de los otros sino de aquello que nos gusta, de la última película o novela que nos ha entusiasmado e incluso contarnos cuitas de amores que nos hagan reír. Me gustan las personas que contagian alegría de vivir y tienen mucho sentido del humor. No sé si sigue imperando el cliché de que la inteligencia no es compatible con la alegría, que para ser felices sólo se puede ser tonto. Últimamente creo que vivimos rodeados de personas, especialmente del mundo político y «periodístico-tertuliano», con una gran agresividad dialéctica que se refieren constantemente a los que odian o a lo que odian. Y para qué les cuento, esos periódicos digitales en los que no se contrasta ninguna noticia e incluso las inventan o con gran maledicencia crean la duda.
Esta semana he sido víctima en dos con esta falta de ética periodística: mi amigo Mario Vaquerizo comentó en un programa de radio que había que tener mucho cuidado cuando hablabas mal de alguien y mirar quién hay a nuestro alrededor, ya que una vez llegaron a sus oídos comentarios muy desagradables de una amiga suya que estaba en París poniéndole a «escurrir», en Colette, y alguien lo escuchó. Al día siguiente, basados sólo en que yo había estado hace dos semanas en París, sale el siguiente titular en «ESdiario» y «Periodista Digital»: «Carmen Lomana se cuelga el cartel de ser mala amiga» y «Misterio resuelto: todo apunta a que es Carmen Lomana». Según me contó ayer Mario, estos hechos se produjeron hace tres años y el autor de la crítica hacia él era un hombre muy envidioso de su éxito, pero el daño ya está hecho y también a mi reputación, calumniando y mostrándome como una criticona y falsa amiga. Es difícil luchar contra esto, pero lo que le puedo asegurar es que no debemos dejarnos avasallar ni tener miedo. Twitter está lleno de odiadores. Sé perfectamente qué resortes tocar para que se monte la gran bronca de insultos, emitir opinión en contra del independentismo catalán, Podemos o decir que los sindicatos son los parásitos de los obreros. A veces me produce risa y ternura porque nunca falla. Argumentos, ninguno; insultos, todos.
Si hablamos de gente malhumorada y protestona ahí están los Goya, plataforma en la que cada ganador recoge su premio con un «speech» reivindicativo contra el Gobierno y todo lo que huela a derecha. Creo que va dentro del paquete. Si no sueltas una pulla, tus compis pensarán que eres un carca. ¿A nadie por educación se le ha ocurrido dar las gracias por la ayuda vía subvención para producir una película? Quizá no les parezca suficiente, cierto que la cultura está bastante abandonada y ese 21% de IVA debería bajarse en los libros, cine, teatro, ballet... Estoy de acuerdo, pero ya está bien de panfletos. Un poco de buen talante, por favor. Al menos, ahora hacen un esfuerzo por arreglarse y le han cogido gusto al fantástico esmoquin, vestido de alta costura y joyas, aunque sea todo prestado y a las 12 de la noche, como Cenicienta, haya que devolverlo. La anécdota del robo de joyas nos recuerda la película «Atrapa a un ladrón» con la divina Grace Kelly y Cary Grant, pero la nuestra en versión cutre.
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