Casa Real
El día que el Rey salvó la vida de Doña Sofía
Pilar Arístegui presenta «Sofía: La Reina», una crónica sobre su vida y un homenaje a quien es esposa, hija y madre de reyes.
Pilar Arístegui presenta «Sofía: La Reina», una crónica sobre su vida y un homenaje a quien es esposa, hija y madre de reyes.
El 2 de noviembre, Sofía, Reina emérita de España, cumple 78 años. Y coincidiendo con este aniversario, Pilar de Arístegui presenta «Sofía, la reina» (La Esfera de los Libros). Una crónica sobre su vida y un homenaje a quien es hija de reyes. El libro, que ha tardado tres años en escribir, incluye más de 150 fotografías y un prólogo del padre Ángel. Su investigación se ha basado principalmente en revelaciones de personalidades que vivieron junto a ella ciertos momentos, además de sus propias experiencias como hija, esposa, madre y hermana de diplomáticos.
«Su vida ha sido rica en acontecimientos. Lo cuento en forma de crónica porque quiero narrar hechos, no opiniones. El libro está salpicado de anécdotas reales y acontecimientos confesados de primera mano, aunque con un tope: el derecho a su intimidad. Considero a Sofía una mujer extraordinaria y especial. La obra se cierra con una frase suya: “Más que pasar a la Historia, prefiero ser recordada como alguien que supo realizar su tarea y ser útil”. Y comienza con su infancia: «Una infancia feliz, incluso con las carencias materiales del exilio. Su madre, la reina Federica, describe cómo una Navidad lo único que tenía como regalo era una sartén y una cuchara de palo y, sin embargo, eran niños felices. Su influencia más importante fueron su madre, mujer de carácter, y la persona que los cuidó, Sheila MacNair, de la que la Reina tiene un recuerdo maravilloso. También la de su padre, el Rey Pablo, un personaje muy interesante. Exiliado en Coventry, trabajó en una fábrica y esto marcaría su reinado. Le hizo ver las carencias de la gente. Se dice que la Reina –y el Rey Felipe– tienen un carácter muy parecido al suyo».
Responsabilidad
Estudió enfermería y completó su formación en Salem. «Separarse de la familia y cambiar Grecia por Alemania fue duro para ella –afirma Arístegui–, pero muy importante. Allí había educadores extraordinarios. Su educación se basaba en tres aspectos capitales: la exigencia, la excelencia y ser útil a los demás. El mismo director había ocultado a muchos judíos dando ejemplo. Fue educada en la responsabilidad y en una máxima: ‘‘a mayores privilegios, mayores deberes’’, y así se lo toma en su vida». De vuelta a Grecia y tras la mayoría de edad, conoció a Juan Carlos. «Se enamoraron rápidamente, pero la cuestión religiosa creó suspicacias. Hoy sería normal casarse con una ortodoxa, aunque entonces necesitó la intervención del Papa Juan XXIII. Juan Carlos cayó y bien, simpático y era apuesto, mediterráneo y compartían gustos, el mar y la vela, donde fueron olímpicos». El libro de Arístegui recoge momentos intensos en la vida de los ahora Reyes eméritos. Como el vivido en 1981 durante una visita al País Vasco, en una época difícil, los años de plomo. «Entrando en el santuario de Loyola, con muchísima gente, de repente oyó un estruendo espantoso. Mi hermano Pedro, gobernador de Guipúzcoa, estaba al lado de los Reyes y, al mirar al jefe de seguridad, ve que el Rey se había puesto delante de la Reina para protegerla. Lo primero que ha hecho, antes de poder pensar –me dijo–, ha sido protegerla. Pensó, la quiere. El ruido lo produjo un banco que se había caído por el abarrotamiento de la gente».
«Tras 40 años reinando puede decirse que ha sido fiel a su patrón de comportamiento: servir, ser útil y pensar en los demás. Con discreción, prudencia, procurando ser eficaz. Su papel no era fácil, porque no hay escrito nada sobre cuáles deben de ser las funciones de la consorte del rey. No hay nada que indique cuál debe de ser su labor. Cada una debe construirse, forjarse una identidad, y ella lo hizo. Escogió el de procurar ser útil a través de la labor social y de su pasión por el arte y la cultura, en especial la música, como demuestra su amistad con Rostropovich. Ha colaborado con Teresa de Calcuta, Mohamed Yunus, “el banquero de los pobres”, creador de los microcréditos o el padre Ángel, que cuenta con ella desde los años 70. En la ayuda contra la drogadicción, con los enfermos de sida, de alzhéimer, con el rescate de niñas esclavas, recogida de ancianos y de niños abandonados. Además de hacerse presente en acontecimientos como el accidente de los niños que cayeron al río en un autobús o el nevado del Ruiz, intentando dar consuelo», afirma Arístegui.
Para la autora, «un valor fundamental es mantener la dignidad de su responsabilidad con la corona, tener la inteligencia de darse cuenta de su posición y del lugar que debe ocupar y la voluntad para mantenerlo. Inteligencia y voluntad, que no siempre es fácil. Ella siempre ha estado al lado del Rey, con ganas de ayudar, pero sin protagonismo. En su reinado ha habido momentos comprometidos y muy complicados, los atentados de ETA, los Grapo, el golpe de Estado, los atentados de Atocha. Asistir a los lugares de estos acontecimientos ha debido de ser muy duro. Y le han dolido ciertos bulos infundados y murmuraciones que no eran verdad».
Sincero afecto
¿Ha sido el ejemplo su arma más eficaz? «Sin duda ninguna», asegura. «Hechos, no palabras, y esto es lo que le ha ganado el respeto de la gente que ahora empieza a tenerle sincero afecto. Las ovaciones en la entrega del premios Princesa de Asturias han sido tremendas. Es destacable también su profundo sentido de la familia. Ella vivió una experiencia rica, de familia unida que se quería y eso hizo con la suya. Cuando la Infanta Cristina tuvo los problemas tan serios, ha habido voces que criticaron que fuera a verla. Pero la unión madre e hija no debe romperse jamás. Una cosa es el cargo y otra la persona».
En cuanto al Rey Juan Carlos, «no he querido entrar ahí, porque es un tema conocido. Me interesaba contar otros aspectos».
✕
Accede a tu cuenta para comentar