Casas reales
El joven de 17 años que apuntó en 1981 con un rifle a la Reina de Inglaterra
Ocurrió hace 37 años, cuando la reina Isabel II visitaba Nueva Zelanda en Dunedin, una ciudad de la Isla Sur. Fue en el Museo de Otago donde una multitud la esperaba aclamándola y vitoreándola. En el momento en que la reina fue a bajar de su Roll Royce para saludar a los presentes, se sucedió un estruendo que alarmó a todos. La policía comunicó a los periodistas que allí se encontraban que había sido una valla que se había caído. Más tarde se llegó a decir que había sido un petardo. Casi cuatro décadas después y gracias a un ex sargento de Dunedin y su revelación al diario neozelandés Stuff, que fue un admirador de Charles Manson quien apretó el gatillo dispuesto a acabar con la vida de la reina de Inglaterra. Según cuenta este medio, el gobierno neozelandés ocultó esta información por miedo a que la reina no volviera a realizar ninguna visita al país.
Christopher John Lewis acudió al lugar del intento de asesinato en bicicleta y desde la ventana del cuarto de baño de un bloque de viviendas en Dunedin se dispuso a pasar a la historia por el mismo motivo que lo hizo Harvey Oswald con John F. Kennedy. Por suerte Lewis erró en su disparo. El joven, además de ser un fiel admirador del conocido criminal, tenía una obsesión con la reina de Inglaterra. La policía descubrió en su casa una pared repleta de recortes de prensa sobre la familia real británica y un mapa con el recorrido que Isabel II iba a emprender en Dunedin. Fue detenido e interrogado, donde explicó que quería llevar a cabo este crimen porque según él había recibido la orden de un inglés que se hacía llamar «The Snowman» (el muñeco de nieve), al que tenía mucho miedo. Ingresó en la cárcel y dos años después, cuando el tenía 33 se suicidó cuando esperaba ser juzgado por el asesinato de una mujer y el secuestro de su hijo.
A título póstumo se publicó una autobiografía que escribió el mismo en la que relataba su obsesión por los Windsor. En este libro explica que altos cargos del gobierno neozelandés le advirtieron de que, si contaba algo de lo ocurrido en Dunedin, le esperaría «algo peor que la muerte». Amenzas que no surgieron ningún efecto, ya que en 1983 intentó escaparse del psquiátrico en el que estaba para asesinar al príncipe Carlos. Y cuando en 1995, cuando Isabel II volvió a visitar el país, la policía volvió a encontrar en el apartamento de Lewis pruebas de que preparaba un nuevo atentado contra la reina.
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