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El veto de Rocío Carrasco a su prima Chayo Mohedano
La hija de la Jurado prefirió a Anabel Alonso para interpretar a su madre, olvidando a Chayo, carne de sus carnes
Ha sorprendido y hasta conmocionado el inesperado gesto de Rocío Carrasco hacia Chayo Mohedano. Nadie lo esperaba porque las primas aparentaban mantener una buena relación. Pero no debe de ser así, ya que, ahora que está convirtiendo el repertorio de la chipionera en un musical, Carrasco prefirió a Anabel Alonso para interpretar a su madre, olvidando a Chayo, carne de sus carnes. El desplante da que decir en el siempre dispuesto runrún madrileño, que ya especula sobre las causas sin encontrar respuesta.
No sucede lo mismo con la nueva experiencia teatral de Jorge Javier Vázquez, “Grandes éxitos”, que resultó ser el primer éxito del año, buena arrancada de un enero que suele estar huérfano de acontecimientos así. Fue un todo a una ante la peligrosa tentativa escénica de Vázquez, nada que ver con su obra anterior, la autobiográfica “Iba en serio”. La nueva es un repaso irónico y también nostálgico a “grandes éxitos” musicales que él recupera en tono paródico. Van desde el lánguido “Volver, con la frente marchita” al más difícil “ Oh, mío babbino caro”, inmortalizado por Montserrat Caballé como una de sus más celebradas arias operísticas.
El famoseo echó el resto y la oportunidad fue aprovechada por Gustavo González para presentar en sociedad su televisivamente polémico romance con María Lapiedra, ya parece que sin vuelta atrás. Con Nuria Roca fueron la gran sorpresa del estreno, llegando deliberadamente los últimos, mientras los más puntuales populares los vieron, asombrados, desde su céntrica butaca. No se andan con chiquitas. Y cuidado que había nombres: desde Kiko Matamoros, con una Makoke como parada en el tiempo, a Terelu, que esquivó a la prensa gráfica, un tanto de los nervios: "¡Que me dejéis en paz!”, pidió y aporreó a los fotógrafos, dejando claro que no los considera compañeros de fatigas. Prometieron guardársela, ojo. Ella se sitúa en un apetecido pero distanciado estrellato donde su madre, la añorada María Teresa, no deja de reclamar que quiere su programa de televisión. Dejó una huella magistral de humanidad única. A ver si Terelu aprende, como ya hizo Carmen Borrego, que desbanca a su hermana por atenta y cariñosa. Marca un llamativo contraste de caracteres.
Por su parte, Carlos Lozano exhibió a la novia de turno cerca de una Mila Ximénez que lució una falda azul de rayas más propia de veranos marbelleros que de una invernal noche de estreno, donde el frío ambiental fue animado por ovaciones y bravos. A lo largo de noventa minutos, Jorge Javier recita un texto de Juan Carlos Rubio más inspirado al ponerlo en escena. Mientras, las botas hasta la rodilla no quedaban bien a cuantas las prodigaron temiendo las bajas temperaturas, caso de Marta Valverde -de quien, por sus hechuras, sarcasticamente decían: “Parece gemela de Terelu”- o la guapa Lara Álvarez, que no dejó de piropear a Maxim Huerta, que apareció con más kilos que de costumbre. José Manuel Parada brilló con luz propia, igual que la siempre impactante Marisol Ayuso y en la misma onda que Lujan Arguelles, mientras Belén Esteban no soltaba el brazo de Raúl Prieto. Rosa Valenty sobresalió con su más veraniego que invernal conjunto blanco. “Otra paralizada en el tiempo”, observó Maribel Yébenes, que posa como pocas y revisó el catálogo de clientela a las que devuelve o conserva la frescura facial. Lidia Lozano destacó pese a su vestimenta negra tan clásica. Jorge Javier expandió jocoso magisterio ante Paolo Vasile y los televisivos con su saber hacer realzado para su estatura por una serie de difíciles esmóquines de lentejuelas, un brillante complemento a una noche de las que marcan historia. Se eternizará en la Gran Vía.
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