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Enrique Solís: «Mi relación con Tamara pintaba bien, pero os la cargásteis los periodistas»
El hijo de Carmen Tello despertó el interés de la prensa rosa por primera vez a raíz de su relación con Tamara Falcó, de la que hoy dice que «nadie sabe si algún día nos reencontraremos»
El hijo de Carmen Tello despertó el interés de la prensa rosa por primera vez a raíz de su relación con Tamara Falcó, de la que hoy dice que «nadie sabe si algún día nos reencontraremos».
En marzo de 2013, a sus 23 años, Enrique Solís Tello, formado en Administración de Empresas Internacional, junto a sus tres hermanos mayores, Miguel, Carmen, Fernando y Luis Felipe Mendieta, abrieron su primer hotel boutique One Shot en Madrid. Dos años después, Enrique, sin sus hermanos y con otro socio, creó una marca de corbatas, The Seëlk. «Entré un día en Hermés y vi que no me gustaba ninguna, comprobé que el mercado estaba obsoleto y montamos una marca premium online. Viajo con mi socio a Italia y allí diseño unos 80 modelos por temporada», asegura. Llevan 5.000 corbatas vendidas y su proveedor de seda es el mismo que el del Papa Francisco. «Las metas, la tenacidad y la constancia son mi guía», afirma.
Este hombre estilizado de 1,91 cm de altura, cae a plomo en la cama a las dos de la mañana; no es hiperactividad, es su forma de ser: «Tengo que aprender a tener más paciencia, si me preguntan, soluciono». Podía haber sido el típico señorito andaluz o un tarambana, pero una novia que se cruzó en su camino cuando tenía 16 años le hizo grabarse a fuego el mantra de lo que está siendo su vida: demostrarle al mundo que él se vale por sí mismo al margen de su árbol genealógico.
Su abuelo fundó el Banco de Andalucía y su madre, Carmen Tello, renunció a seguir siendo marquesa de la Motilla por amor al «Faraón de Camas», Curro Romero. Para Solís, este 2018 cerrará con 10 hoteles y la meta de vender 10.000 corbatas online. Aún no ha cumplido los treinta y rompe con el mito del señorito andaluz porque, como él mismo dice, «la vanidad es muy negativa». Su amistad con Tamara Falcó le colocó en el centro de la ciclogénesis explosiva del «photocall» del que salió despavorido. Ahora, de vez en cuando, regresa a los flashes, pero solo de visita.
Le noto cambiado, como si se hubiera hecho mayor: «Quizá el haber vivido dos años fuera de España, buscándome las habichuelas y cursando un máster, con compañeros formados e inteligentes donde he sido uno más, me ha puesto los pies en el suelo. Y también la velocidad con la que he hecho una marca en el mundo de las corbatas y de los hoteles. Llegó un momento en el que paré y pensé a dónde quería ir; quizá entonces me hice mayor», asegura.
–¿Ser un Solís da seguridad y relaja?
–Te da seguridad, pero creo que mi personalidad es otra. El máster fue un reto contra mí mismo. Me apartó de mis orígenes y me enfrentó a la realidad con humildad. Me aportó una visión del bosque y no del árbol.
–¿Tiene la sensación de no vivir situaciones de su edad?
–Soy consciente de estar viviendo una vida atípica, pero es la que me ha tocado. A veces he vivido muy acelerado, cada edad de la vida tiene unos momentos y ha habido muchos que me he perdido. Me hubiera gustado no haber tenido tanta responsabilidad, ser un niño, tener más Reyes Magos, más Navidad o ser más inocente. Soy el pequeño de mi casa, el pequeño de mis amigos, de mis socios, soy el pequeño de todo.
–¿Por qué asumió esa responsabilidad?
–Es mi personalidad. Mis hermanos hicieron sus carreras, regresaron a Sevilla y se casaron. Yo me fui a vivir fuera, creamos lo de los hoteles y lo de las corbatas en Madrid. Soy muy exigente conmigo mismo, me pongo muchos retos personales y eso me genera frustración porque siempre quiero más. A cambio, eso me hace ser bueno en ciertas cosas. Mi peor enemigo soy yo mismo. Nadie me puso nunca responsabilidades, pero soy súper diferente a mis hermanos, Fernando, Carmen y Miguel, ellos están encantados con una vida más tranquila y convencional
–¿Y usted ha decidido no casarse?
–De momento priorizo más el trabajo que el casarme porque cuando empiezo una relación que comienza a ser seria no le dedico el tiempo suficiente y antepongo el trabajo. Ya encontraré una mujer. Mujeres hay miles y no importan las edades, pero ahora mismo el trabajo es la prioridad. De vez en cuando tengo una novia más o menos seria, pero por el poco tiempo o porque ellas se quieren casar no va a más. Ya llegará. Salgo con mis amigos, esquío en invierno y hago kitesurf en verano.
–¿Ya tiene la agenda 2018 colapsada?
–El año pasado abrimos cuatro hoteles, eso supuso doblar el tamaño de la compañía y consolidar una cadena hotelera con mucha aceptación en España. Dentro de dos semanas estrenamos en Sevilla, a finales de febrero inauguramos un cuatro estrellas superior, One Shot Fortuny con 75 habitaciones en Madrid, en el que hemos invertido cinco millones de euros, y llevamos un año y medio de obras en Barcelona, a pesar de la situación que se vive allí. Si se complica, tomaremos una decisión, pero nos gustaría abrirlo. Me preocupa y me apena que intenten dividir porque unidos somos mejores. Si hay alguien que quiere irse es porque se cree mejor que el de al lado. Si alguien tiene esa mentalidad, que se vaya.
–¿Se ha hecho algún test de inteligencia?
–Alguna vez. Hay un test online de una asociación de superdotados y si entras en sus baremos puedes ser miembro de la asociación. Me quedé a las puertas de entrar. No soy superdotado porque ellos no son tan normales como yo.
–¿Normal teniendo la renta asegurada e inaugurando una cadena hotelera mientras sus amigos están de botellón?
–Me quedó clavada una cosa que me dijo una novia cuando era muy pequeño. Ella, que era una niña guapísima y totalmente de barrio, me decía: «Enrique, para qué estudias, para qué trabajas si lo tienes todo hecho en tu vida». Ese mensaje se me quedó clavado para siempre porque ella lo decía con desprecio, como una especie de venganza tipo «por qué tu sí y yo no», y no es cierto porque todo lo que sube baja y como vayas con otra mentalidad, estás muerto.
–¿Esta amiga le espabiló porque podría haber sido un despreocupado?
–Sí, podía haberlo sido. A mi madre también le digo que me podía haber dado por no hacer nada o por salir por la noche, pero no soy así, tengo una ética.
–¿Y la etapa de «photocall» a raíz de su amistad con Tamara Falcó?
–Ese momento fue también bastante clave. Tamara fue el culmen de todo y una experiencia que mereció la pena porque me permitió conocerla. Ella es una bellísima persona. No sé cómo no caí, creo que fueron mis tres amigos de toda la vida y el que me vi de repente quedando con Tamara, a la que tengo muchísimo cariño, pero que no sabía que tenía tanta repercusión, y me vi en esa exposición. Enseguida me quité de en medio. Siempre supe tener los pies en el suelo. Quiero tener una vida privada tranquila, y no llamar la atención.
–Renunciar a vivir de los «photocall» no es fácil.
–En el momento en el que ganas 20.000 euros por un «photocall», el dinero empieza a perder valor y comienzas a no valorar nada y te planteas que lo que ganas un día en un acto es el sueldo de un año entero. Cuando te pasa eso, comienzas a pensar que no puede ser tan bonito como parece, alguna tara tiene que tener porque todo en la vida precisa de un peaje. Ganarás dinero fácil, pero te sentirás vacío por dentro y comenzarás a perder amigos de verdad y a ganar otros que no lo son. El límite es muy fino.
–Usted ha cambiado y Tamara también, ¿sería el momento de retomar?
–A Tamara sí la veo muy cambiada, más centrada. No lo sé, nadie sabe eso, si algún día nos encontraremos o no. Creo que pintaba bien, pero os lo cargásteis los periodistas, se me quitaron todas las ganas. Ahora estoy conociendo a una chica andaluza y a ver qué pasa.
–¿El haber tenido padres separados afecta?
–Sí, no sabes para qué, pero sí te afecta, te cambia la personalidad. Los hijos de padres separados son diferentes y más con cuatro años, la edad que tenía cuando mis padres se separaron. Yo estaba entre un sitio y otro. Creo que me hizo más desconfiado, más frío y me obligó a buscarme las habichuelas.
–¿Sentía celos de que su madre tuviera una nueva pareja?
–No, porque Curro Romero siempre fue una persona muy respetuosa, un señor de los pies a la cabeza. Es como un segundo padre, ha estado conmigo toda la vida desde que yo tenía cinco años.
–¿Le enseñó a torear?
–Curro era la plaza y ya está. Se entrenaba él solo, nunca cogió un capote dentro de casa. He ido a plazas a verle, pero nunca me ha interesado. Soy muy curioso, me gustan las cosas nuevas, pero torear, no. Esta semana por ejemplo, he empezado a boxear. Todo lo que es adrenalina me gusta.
–¿Condiciona haber vivido en un palacio?
–No sé si condiciona, para mí es mi casa y allí viví hasta los 18 años. Cuando creces te das cuenta de la relevancia y lo bonito que es vivir en un palacio. Soy capaz de valorarlo, pero no sé si me ha condicionado. Lo he visto normal y mis amigos también.
–¿Alguna vez ha fingido que no era su casa para no levantar envidias?
–Los taxistas nunca me dejan en la puerta y espero a que se vayan para entrar y cuando quedo con alguien no lo hago en el palacio. Tampoco lo he utilizado nunca para ligar, todo lo contrario. Alguna vez sí he dicho que es la casa de un amigo que me ha invitado a pasar unos días. Tengo la suerte de que me haya tocado una vida así, pero no alardeo de ello porque no he hecho ningún mérito. La educación y valores que me han dado se los debo a mi familia.
–¿Lamenta que no le toque ningún título nobiliario?
–No me quita el sueño, ni me preocupa porque creo que ahora lo importante es ser feliz y estar a gusto con uno mismo más que tener un título. Espero que mi hermano mayor lo herede lo más tarde posible porque eso significará que mi padre vivirá mucho. En la vida hay situaciones muy complicadas como para estar preocupado por un título.
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