Papel
Independencia cuché: ¡Que te tapes, Karmele!
La imagen de la periodista «vestida» con la estelada es «un golpe bajo a los independentistas». Para Jesús Mariñas resulta «patético» el retrato de Marchante, con la que tuvo históricos encontronazos en Televisión, en «Interviú». De «Que te calles karmele» a: ¡Que te tapes, Karmele!
Era lo que le faltaba al circo secesionista. No es ni María Pita, heroína coruñesa frente a los ingleses, ni la geográficamente más próxima Agustina de Aragón. Lo suyo resulta patético. Verla exhibirse en el último «Interviú» en magnífico periodismo para provocar carcajadas, es un golpe bajo a los independentistas catalanes. Nunca soñaron con esta Mariana Pineda nada lorquiana porque nació en Tortosa, donde no la dejan muy allá desde que presumía de haber sido elegida hija predilecta y las autoridades desmintieron tal honor. La «estelada» envuelve sus ya no prietas, pero sí blanquísimas carnes que admiré muchos veranos marbelleros –especialmente en el «Don Carlos» de Rafael de Lafuente– cuando con las del alba bajaba al mar para que nadie comprobara sus desnudeces o flojedades, ahora mantenidas con el rigor gimnástico. Pero lo que natura no da, ni Salamanca ni la cirugía lo recuperan.
Desafiante, es consciente de realizar una misión histórica como abanderada pero no del flaco favor que hacen a Mas y sus ciegos apoyadores que ahí están per se a ver si continúan tras el 27-S. El descarado apoyo de Marchante no resulta animadora del voto, más bien lo contrario. Imagino que retendrá muchas voluntades y orientará la papeleta a la competencia sobre quienes consideran que se trata de algo vital o acaso histórico para ensuciarlo de forma circense con esta astracanada digna de los Hermanos Marx.
No choca el personaje tan ansioso de notoriedad. Ya ven en qué quedaron sus aspiraciones eurovisivas con el «Soy un tsunami», que sólo divirtió en las dislocadas tardes de un programa donde echan mano de ella cuando montan charlotada, como aquella Semana Santa haciendo de Macarena en volandas. Fue un escarnio ahora bisado en esta patochada que nada tiene de reivindicación política.
Con setenta sobre sus espaldas y presumiendo del cuerpo que nunca tuvo –y eso que la conozco desde que iba pintarrajeada cuando trabajó en la cadena del Movimiento, «Solidaridad Española»–. Allí, yo en LA PRENSA de mis nostalgias, compartíamos redacciones en la misma planta. Ya apuntaba maneras en plan feminista enloquecida y virulenta. ¡Lucía pelo verde y eran los 60!
El tiempo y la necesidad nos unió en «Tómbola». Allí estuvimos durante ocho años; con sus ganancias, Telemadrid pagaba todos sus servicios informativos. Para que luego hablen de despilfarro y «gasto público». Generó millones hasta a Canal Sur, que la dejó de programar por hipocresía política, con lo que luego se ha descubierto. Zarrías presionó el veto y en Andalucía duramos escasas semanas. Karmele se sentaba a mi lado y en una pausa publicitaria la agarré del cuello. Pusieron a Lydia entre nosotros para que la sangre no llegase al río. Luego, cuando mi anemia de 2000, iba largando que «es un marica sidoso y le quedan quince días». Le oyeron y contaron Lydia Lozano y Jimmy Giménez-Arnau. Dan fe como mis oídos.
Los taxistas se negaron a recogerla en el aeropuerto porque les montaba ciscos, y en un viaje a La Habana, invitados por no recuerdo quién, me pidió que la acompañase a entregar unos paquetes de comida y ropa. Era al lado del «NH Parque Central» y accedí. Subimos al oscuro rellano de un segundo piso y allí no regaló las prendas sino que se enzarzó en una pelea poniendo precio a cada artículo: «Tantos pesos por bragas y sujetadores –usados y de goma aflojada–, tanto por este vestido, eso cuestan los medicamentos». Creí alucinar. Salí por piernas al ver qué miserable se puede llegar a ser.
Sobrevive como todos pero ante el fallido alarde de su posado hay que decirle autorrememorándome: «¡Que te tapes, Karmele!».
Los secesionistas no han podido dar un paso más repudiable. Menuda pájara enarbolando la «estelada». No ha podido quedar más por los suelos.
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